sábado, 19 de julio de 2014

Nosotros también somos responsables



Ni siquiera cuando se escribe ficción es fácil escapar a nuestros compromisos con la gente y con la sociedad en que vivimos. Los personajes a quienes intentamos dar vida, sufren, se alegran, van al paro, se enamoran, tienen éxito y a veces,... hasta son felices. A través de ellos podemos dar rienda suelta a nuestras convicciones, aplaudimos, criticamos, o denunciamos.

He de confesar también, que me resulta más amable utilizar esta vía para contar lo que deseo contar, que no la exposición abierta y descarnada de una columna de opinión, siempre más fría y más aséptica, aunque tal vez más clara y más valiente.

Sea como fuere, no renuncio a opinar sin el paraguas del cuento, aunque quizás deba advertirles primero, que no creo en los dogmas ni en las verdades absolutas. Estimo que todo debe estar sujeto a la confrontación civilizada y creadora. Y que todo debiera salir clarificado y mejorado tras el debate y el diálogo.

Y siguiendo con las explicaciones previas, no estaría de más preguntarme por las razones que me llevan a presentarme ante ustedes y contarles lo que pienso. ¿Quién demonios me lo ha pedido? ¿A quién puede importarle? ¿Con qué derecho lo hago?

Y si finalmente concluyera que sí, que tal vez alguien pudiera estar intresad@, le rogaría que no diese nada por sentado y que aprovechase la vía que deje abierta, para conformar, con espíritu crítico, su propia opinión personal.

Y ya que he decidido embarcarme en la aventura de la opinión, me gustaría hacer unas consideraciones previas antes de abordar el tema que me ha traído hasta aquí..

Como condición ineludible - y aquí va la consideración - "opino", que deberíamos desterrar de nuestro debate público y de cualquier foro de opinión, el insulto gratuíto, la descalificación soez y grosera y la irreparable calumnia. No me parece justo ni saludable el temor que atenaza a mucha gente honesta que decide renunciar a expresarse públicamente, por temor a ser linchada, arrastrada en la plaza pública, simplemente, por opinar de forma distinta o por pertenecer a otra formación política. Y mucho más desolador, cuando el escarnio se produce desde el anonimato...
La crítica dura e implacable contra la corrupción, la mentira y el mal gobierno es, no sólo un derecho, sino una inexcusable obligación democrática. Pero esta dureza implacable, nunca debiera estar reñida con la educación y el respeto a las formas civilizadas. Todos tenemos mucho que decir en la regeneración de la vida pública. La educación y las buenas maneras no son una cuestión menor. La eliminación definitiva de la crispación estéril y castrante, debiera ser el necesario punto de partida.

. Y finalmente llego a lo que quería decir.

Se acercan momentos muy importantes para el futuro de nuestras ciudades. En medio de tanta crispación, de tanto desengaño y de tanta impotencia, puede presentársenos - ¡ojalá sí! - la oportunidad de transformar nuestros pueblos y la penosa vida de demasiada gente, eligiendo con responsabilidad a nuestros representantes. Estamos viendo cómo todos los grupos políticos se esfuerzan en mostrarnos su mejor cara. Están en su derecho. Pero tendríamos que exigirles máximo respeto a la ciudadanía. Que no sea más de lo mismo. Que no se presenten con discursos vacíos. Que honren la Política. La que se identifica con servicio y solidaridad. Estamos hartos de predicadores. Nos han engañado demasiadas veces. Han incumplido con reiteración. Se han ganado, casi siempre con razón, nuestra repulsa y nuestro desapego.

La confrontación de las distintas opciones políticas que aspiren a gobernarnos deben presentarse con absoluta transparencia, sin subterfugios ni engaños, con programas claros y con el horizonte despejado, deberán hablarnos de lo que realmente nos interesa, con datos y con compromisos: Sanidad. Educación. Dependencia. Empleo. Pobreza. Derechos individuales. Vivienda. Desahucios. Participación Ciudadana, Democracia Real. ¿A qué sociedad aspiran? ¿Cuales son las prioridades? ¿En qué lugar sitúan lo Público? ¿Qué papel han de jugar los mercados? ¿Dónde estamos las personas? Programa. Programa. Programa.

Debatamos. Confrontemos. Y que el pueblo elija en libertad y con todas las cartas sobre la mesa.

Eso sí: los ciudadanos también tenemos obligaciones. Esforcémonos en elegir bien.

...........................................

Al final no he dicho nada que otros muchos no dijeran antes que yo, y seguro que con mucho más ingenio; pido disculpas. Pero, ¿y eso qué importa? , de lo que se trata, al fin y al cabo, es de participar en libertad y animar a que otros muchos lo hagan.

...........................................

Nota.- Y perdonen. Regreso a mis relatos de ficción. Estoy más cómodo. Eso sí, procuraré que los personajes sean capaces de expresarse libremente. Y si fueran "moscas cojoneras", mejor que mejor.



No hay comentarios:

Publicar un comentario