miércoles, 28 de mayo de 2014

El chiringuito se desmorona

Rosa Díez ha dicho que Podemos tiene una enorme coincidencia con Le Pen.
Toda la derecha les acusa de antisistemas y panda de frikis.
Otros les tildan de totalitarios, satélites de Cuba y Venezuela.
Tampoco han recibido parabienes de los partidos tradicionales de la izquierda española.
Más pronto que tarde, desde los medios que todos conocemos, propagarán la idea de que ETA está tras ellos.

Están acojonados. Creían que tenían todo atado y bien atado, y el chiringuito se les desmorona.

Esto es sólo el principio. Creían que tras Podemos sólo habían jóvenes desencantados, pero descubrirán muy pronto que tras estos sueños hay muchos hombres y mujeres, muchos padres y muchos abuelos, que aún creen que todo es posible.

miércoles, 21 de mayo de 2014

"Criminal de mirada dulce"

Nunca dio importancia a sus escritos. Y hacía bien. El siempre creyó que importante era, cultivar la tierra, sanar a un enfermo, construir un mueble, enseñar a leer... Lo suyo, ... lo suyo era puro divertimento, privilegio de ricos, oficio de gente ociosa.

Pero agradecía su suerte. Le encantaba jugar a creador, ponerse ante una página en blanco y, tecla a tecla, letra a letra, ir llenándola de historias que nunca antes hubiesen sido contadas.

En una reciente entrevista para televisión confesó sentirse feliz dando vida a "criminales de mirada dulce", a prostitutas que parecen estrellas, a empresarios que se creen reyes, a políticos que sólo ejercen de mayordomos.
Hablaba de niños y de abuelos, de adolescentes autistas y de idealistas que abandonaron sus sueños en cuanto escucharon cantar a las sirenas. Inventaba hermosas historias de amor, o terminaba cruelmente con ellas cuando le venía en gana sin importarle el sufrimiento que pudiese causar. Porque eso si, estaba convencido de que sus personajes gozaban y sufrían de verdad.

Llegó a creerse el dueño de la tramoya. Y del mundo. Estaba convencido de que sus marionetas obedecerían ciegamente la dictadura de sus sueños y delirios... Se sintió Dios.Y perdió la perspectiva, o la razón, o el sentido de la realidad,... ¿o quizás no?

Esta mañana, y no me tomen por loco, alguien preguntó por él al portero de su casa. Dijo llamarse Bencomo, un nombre poco común. Curiosamente, tenía el mismo nombre que el personaje abandonado por Lucía, el amor de su vida, en el último de sus relatos de ficción.

.- Parecía alguien extraño, Don Luis. Como si no fuese del todo real. Eso sí, parecía muy enfadado. Repetía constantemente que nadie tiene derecho a jugar con la vida de los otros, a provocar y experimentar con el sufrimiento ajeno. La verdad, me dio algo de miedo, no supe que decirle. La gente está loca.

Al día siguiente llegó una nueva visita. Era una mujer muy hermosa.

.- Quisiera hablar con Don Luis Maldonado. ¿Vive aquí, verdad?

.- ¿Quién lo pregunta? - contestó mosqueado el portero - Como ayer, la joven parecía irreal aunque su presencia no le intimidaba.

.- Mi nombre es Guacimara, prostituta de profesión, aunque a mi me hubiese gustado ser actriz o modelo de alta costura. Pero alguien decidió por mi y ahora quiero que me den una explicación. Por favor, dígale a Don Luis que he estado aquí. Necesito hablarle. No se preocupe, él lo entenderá.

En los días que siguieron, una lista interminable de personajes que dieron vida a sus relatos bajaron al mundo real - no me pregunten como lo hicieron - y fueron a buscarle. No recibió a ninguno.

Son las tres de la madrugada. La policía ha llegado a la casa de Luis Maldonado. El forense acaba de certificar la muerte del escritor. Una puñalada certera le partió el corazón. Nadie oyó nada. El portero, confuso y nervioso, está respondiendo a las preguntas de un inspector.

.- No he visto nada extraño inspector, nada que me resultara sospechoso. La verdad es que está tarde no ha pasado nadie por aquí,...Bueno...si, si vino alguien, aunque no creo le pueda servir de mucho.

.- Usted no se preocupe de eso. Limítese a contarme lo que sepa.

Cada vez más nervioso, el portero continuó su relato.

.- Esta tarde, poco antes de acabar mi jornada, se me acercó un hombre preguntando por don Luis. Era un joven de "mirada dulce". Delicado. Un poco etéreo, místico, casi irreal. Evidentemente, nada que ver con un asesino. De verdad señor, lamento no poder ayudarle.

De repente, el inspector recordó las declaraciones del escritor en aquel programa de la Sexta.

.- ¿ Y a qué hora dice que lo vio?

"¿Será una paranoia?"



      Miren ustedes por donde, últimamente me da por pensar que eso "del Gran Hermano" va muy en serio, y que los gobiernos de cualquier signo (desgraciadamente, también los democráticos) le han cogido el gusto a eso de que "La información es poder" y "La información robada y clandestina", ni te cuento.

      Durante la dictadura uno era consciente de que eso ocurría. Nada de sorpresas. Las dictaduras son así. Te la jugabas y te defendías. Las leyes eran torticeras, los jueces, canallas. Pero lo sabías. Y no estabas solo. Peleabas por cambiar las cosas y eso te reconciliaba con el mundo. También con aquel desgraciado mundo.

      Lo que nunca imaginábamos es que, aquello por lo que tantos hombres y mujeres se jugaron su vida podía acabar deviniendo en una sociedad vigilada y secuestrada por unos poderes que, ni controlamos, ni conocemos.

      Y se derrocan gobiernos, y se consienten hambrunas, y se manipulan las bolsas,... y se cambian leyes para que unos pocos sean cada día más ricos y la inmensa mayoría mucho más pobres.

      Y mientras todo esto ocurre, quienes se atreven denunciarlo acaban silenciados, perseguidos, desterrados, en la cárcel o muertos. Y los gobiernos del mundo callan, la justicia calla, la prensa "gambetea", y nosotros... nosotros pasamos.

sábado, 17 de mayo de 2014

"... porque los mercados no son jilipollas"

      Hay determinados colectivos profesionales que parecen empeñados en dificultar al común de los mortales el acceso a sus fuentes de conocimiento o a la humilde posibilidad de una conversación que resulte entendible. Utilizan para ello - no sé si intencionadamente, me temo que sí - un lenguaje enmarañado, abstruso y segregador. Pareciera que estuvieran interesados en impedirnos a la gente corriente el acceso "a su castillo", construyendo barricadas con las que protegerse, o elevándose sobre un podio que no les corresponde para observarnos desde arriba con insultante suficiencia.

      Pero existe una explicación: Tras el oscurantismo de muchas exposiciones económicas o legales - he ahí dos disciplinas concernidas, no las únicas; los medios de comunicación son su vehículo necesario - se esconde la estudiada intención de mantenernos al margen de las grandes debates impidiéndonos el acceso al conocimiento y por ende , a nuestro derecho al ejercicio democrático en la toma de decisiones.

      Sin embargo, basta con rascar un poco la superficie, para darnos cuenta de que, ni los supuestos sabios lo son tanto, ni nosotros somos tan tontos.

      Resulta especialmente humillante que quienes nos gobiernan ni siquiera se esfuercen en ocultar que nos están ninguneando o, abiertamente, mintiendo. Les da igual. Son capaces de vendernos una cosa y su contraria con la misma desvergüenza que un charlatán de feria presume de vender hielo a un esquimal.

      . Y nos dicen "Que los sueldos en España han subido moderadamente"

      . Y nos dicen "Que la crisis se ha acabado"

      . Y nos dicen "Que este año se ha creado empleo neto"

      . Y nos dicen "Que la sanidad seguirá siendo pública, universal y gratuita"

      . Y nos dicen "Que se potenciará la escuela pública y la igualdad de oportunidades"

      . Y nos dicen "Que la justicia es igual para todos"

      . Y nos dicen "Que hacienda somos todos"

      MENTIRAS. MENTIRAS. MENTIRAS.

      "Y en nuestro país, entrando dinero a espuertas", gritan Rajoy y Botín.

      Y esta vez no mienten. Aquí los tenemos. Son los buitres que recogen los cadáveres que les hemos preparado. Empresas a precio de saldo, mano de obra esclava, parados disputando salarios de miseria. La nueva China de Europa.

      No. No les importa nada. Siguen haciendo lo que quieren. Tienen una hoja de ruta y la siguen a rajatabla. No gobiernan para nosotros. Nos han robado el poder con mentiras. Con mentiras siguen mandando. Y nosotros, aunque sabemos que nos mienten, tragamos.

      ¿Acaso no escucharon a Montoro decir, que ellos volverán a ganar las elecciones porque LOS MERCADOS no son jilipollas? ¿No queda claro de una puñetera vez para quienes gobiernan estos señores? ¿Cuándo vamos a decirles que los que no somos jilipollas somos nosotros?



jueves, 15 de mayo de 2014

Pienso en...

            Pienso en mi padre, que ya no vive aquí. En mi madre, que sin duda está con él. Pienso en amigos que conozco y que respeto. En otros, que nunca conoceré, pero que existen como existo yo. Pienso en multitud de gente anónima que no es capaz de expresar lo que siente pero que vive con valentía aquello en lo que cree. Pienso en toda esa gente anónima que nunca recibirá un parabién o una palmada agradecida. Pienso en todos aquellos que jamás aparecerán en los papeles o en los muros de esta red y a los que permanentemente pido prestados sus pensamientos y sus sueños para poder expresar lo que siento. A todos ellos, mi admiración y mi agradecimiento.

martes, 13 de mayo de 2014

Le preguntaré a mi perro

Sentado en el viejo banco que el señor cura había sacado al paseo marítimo para leer el breviario y ver volar a las gaviotas, un hombre mayor - no podría precisar su edad - dejaba transcurrir el tiempo mirando a lo lejos más allá de donde el cielo y el mar acaban confundiéndose. Me gustaba mirarle. Transmitía un no se qué que sosegaba. Apenas se movía. ¿Qué estaría pensando? ¿A qué lugar mágico le llevarían sus dudas y sus sueños? Sus manos, finas, grandes, nervudas, llenas de manchas irregulares de color marrón, descansaban suavemente sobre sus rodillas. Sus ojos, pequeños, grises y acuosos se cerraban de vez en cuando, como sí quisiera registrar en su memoria la fugacidad de cada instante, y su belleza, y su contingencia... Daría lo que fuera por penetrar en su mundo... y perderme en él.

Lo veía cada día. Siempre a la misma hora, en el banco de siempre, siempre solo, siempre mirando al infinito. Y siempre, siempre, sin que pudiera evitarlo, mis ojos y mis pensamientos quedaban atrapados por su figura y su misterio.

Muy cerca, casi rozando sus pies, un joven Labrador, color canela, miraba al mar y le miraba a él. De vez en cuando acercaba su cabeza y el hombre la rascaba con dulzura. Y al animal le temblaban los ojos y todo su cuerpo.

Me extrañaba su soledad. Las gentes del lugar eran abiertas, hospitalarias; él parecía una persona amable, sencilla. Pero nunca le vi en compañía. Es posible que no fuera de aquella barriada; o que estuviera en ella temporalmente; tal vez, como yo, era sólo un vecino ocasional, alguien que se acercaba por unas horas hasta el viejo banco del cura, para descansar y meditar - yo o caminaba o corría, y algunas veces, al pasar por allí, descansaba y miraba - pero, aún así, no acertaba a comprender su aislamiento perpetuo. No me cuadraba. Y me propuse encontrar una respuesta.

Hace doce días que no salgo a caminar. Un viaje inesperado me ha entretenido fuera de la isla con asuntos que tenían que ver con mi trabajo. Pero ya estoy aquí, con las zapatillas puestas y el alma en vilo. Tengo ganas de verle. ¿Estará? Me acercaré y le hablaré. Y él me hablará. Seguro. Y puede que conozca su misterio. Y tal vez empiece a vislumbrar el mío.

La tarde es pura gloria. Todavía quedan un par de horas de luz. Ni una nube en el cielo, ni una ola en el mar. Un gran petrolero hace sonar su sirena mientras prepara su arribada al muelle grande. Varios barcos de menor porte permanecen fondeados a escasos metros de la bocana - ¿Consecuencias de la crisis? - A lo lejos se divisa la majestuosa presencia de un gran velero. Es probable que sea el Juan Sebastián el Cano, buque escuela de la Armada Española - lo esperaban para estos días - aunque por un instante mis ensoñaciones me llevaron a pensar que se trataba del barco pirata del capitán Sparrow, de aventura por las islas. Una pareja de patinadores pasan volando a mi lado y me dan un susto de muerte, ¡Jodidos críos! Un veterano pescador, sentado en el malecón con los pies colgando rozando la escollera, espera con paciencia infinita que un pez despistado pique el anzuelo. Mientras el milagro llega, se goza con el placentero cosquilleo que le produce el rumor del agua besando suavemente los cantos de hormigón. Un gato moteado dormita entre las rocas con aire displicente.

No está. El hombre mayor ya no está. Froto con violencia mis ojos en un intento desesperado por desmentir mi desencanto... Pero no, el banco del señor cura está vacío. ¿Se habrá retrasado? ¿Estará enfermo? ¿O...? Una mezcla de preocupación y de tristeza se apodera de mi.

Estoy a unos veinte metros de su particular cenobio, su templo, su lugar de avistamiento. Un viento suave y apacible envuelve el lugar de una especie de halo cargado de misterio. He quedado paralizado. Miro en todas direcciones tratando desesperadamente de tropezarme con él, pero sólo veo hombres y mujeres que corren autistas, congestionados y sudorosos. Ni rastro de mi amigo invisible.

Desde la playa de La Laja, por el paseo marítimo y muy pegado al malecón, rozándose con él, arañándose con él, ensuciándose con él, se acerca despacio y en soledad un precioso ejemplar de Labrador color canela. Mi corazón se acelera. ¿Será posible? ¿Desde dónde viene? ¿Qué sabrá? El animal no levanta sus ojos del suelo, su cola, tantas veces bailarina, permanece caída y lacia. Su pelaje - tal vez sean mis ojos - parece haber perdido el brillo de su edad joven. Parece que hubiera envejecido setenta años.(setenta años de perro)

No puedo dejar de mirarle. Parece abstraído, como si no viese nada de cuanto ocurre a su alrededor. Recostado en el suelo delante del banco y con la cabeza erguida, mira
a lo lejos, allá donde el mar se confunde con el cielo, como hacía su dueño. Por momentos se vuelve pero nadie rasca su cabeza. Y continúa con sus ojos color miel fijos en el infinito intentando ver lo que él veía.

Por fin regreso de la nube y recupero un aceptable nivel de consciencia. Abordo a cuantas personas transitan por la avenida y les pregunto por el señor mayor de pelo cano que se sentaba cada día en el banco del señor cura entre las siete y las nueve de la tarde. Nadie sabe nada. Nadie le ha visto nunca. // "¿Pero usted pasea habitualmente por aquí?" - pregunto extrañado - // //"Desde hace cuatro años, todos los días"// //"¿Y no le ha visto?"// //"Nunca"//

¿Me estaré volviendo loco? No es posible. Yo le he visto, le he visto muchos días, le he visto sonreír y le he visto rascar la cabeza de su perro. Pero por otra parte, tal vez sea esta respuesta de la gente la que explique la increíble realidad de su soledad perpetua. Nunca estuvo solo, porque nunca estuvo allí.

Muy despacio, intentando proteger la magia de su éxtasis, me acerco por detrás y, sin hacer ruido, me siento en el banco. De inmediato, como impulsado por un resorte ancestral, el joven Labrador yergue su cuerpo, levanta el morro y olfatea ansioso los olores familiares que transporta el alisio, se pone en pie de un respingo, mueve su cola con desespero, se vuelve hacia mí, lanza sus manos a mi pecho intentando abrazarme con torpeza y lame con locura mis manos y mi cara mientras emite sonidos que parecen lamentos pero que son gritos de alegría infinita. Su amo había regresado. Y el amo era yo. ¿El anciano era yo? No tengo manchas en las manos, mi pelo es castaño y abundante, aún puedo correr sin que los dolores me incapaciten, mis hijos son pequeños,...pero,...no había dudas. El perro me señaló a mí.

¿Qué dimensiones de espacio-tiempo atravesé sin saberlo? ¿Soy joven o soy viejo? En realidad, ¿Quién soy yo? Tal vez deba preguntarle a mi perro.




lunes, 5 de mayo de 2014

Actores que representan personajes.


      La exposición permanente en los medios o las tribunas públicas pueden hacer de nosotros actores que representan personajes.

      Y ese personaje no es quién soy; sólo es un triste remedo que otros se han encargado de construir para mi.

      Y sin embargo, con frecuencia, por comodidad, por vanidad o por penosa imbecilidad, aceptamos aparentar lo que otros quieren que seamos, o lo que desearíamos haber sido y nunca fuimos. Y acabamos convirtiéndonos en un fraude.

      Así es imposible que nuestras palabras o nuestras acciones transformen nada.

Hay que expulsarlos "del templo" a latigazos.




      El problema terrible que tiene la Iglesia es que los obispos ven el mundo como un enemigo a batir y no como algo que hay que amar. Y ponen cargas a la gente imposibles de llevar, y aprietan y ahogan, y atemorizan y condenan. Y todo esto, porque les horroriza que desaparezcan sus privilegios, y así, a medida que pierden poder hacia fuera, recrudecen el poder hacia dentro.
Hay que expulsarlos "del templo" a latigazos.