domingo, 23 de septiembre de 2012

La Manifestación.

      Sentado en la pequeña terraza que da al jardín, con los estores subidos y las cristaleras abiertas para que entrasen los olores y los humildes sonidos de aquel rincón amado, con las puertas que comunicaban con el salón cerradas para aislar su refugio del sonido de la radio que llegaba desde la cocina, con un libro de Ana María Matute sobre las rodillas y la mirada perdida entre las flores y el cielo azul, un hombre mayor se dejaba mecer confiadamente en el dulce discurrir de la vida.

      A Manuel le gustaba pensar. No le daban miedo los laberintos por los que su mente pudiera hacerle transitar. Disfrutaba sobremanera en esas horas en las que el tiempo pareciera detenerse y donde pasado, presente y futuro se confunden y se abrazan. Rara vez dirigía el tránsito de su imaginación (hubiera sido imposible). Prefería dejarse llevar. Confiaba en la riqueza del subconsciente, en los ríos de información que permanecen ocultos en las profundidades del  inconsciente y en la infinita fuente de sabiduría que es capaz de generar nuestro cerebro. Y aunque en aquel viaje fuese zarandeado como una pequeña barca en medio de la tormenta, no podía existir para él mayor estado de placer.

      Sabía sin embargo, que la riqueza de aquellos momentos en soledad deberían nutrirse necesariamente de la vida, de su capacidad para la reflexión, de sus lecturas, de su relación con los otros y con el mundo, de su respeto a las propias convicciones.

      Sus horas de meditación no eran un ejercicio de escapismo, ni una huída del mundo real a la búsqueda del Shangri-La adolescente. Pensar, abandonarse, dejarse conducir, ...  y volver a pensar lo pensado. Pensar, soñar, ... pensar y desvelar lo que está oculto era parte esencial en sus planes para alcanzar la felicidad y comprender el mundo que le rodeaba. En realidad, el siempre pensó que la contemplación es el ejercicio que más acerca al hombre a su propio entendimiento. Escuchar. Estar y prestar atención. Y vivir así largas horas de espera atento al menor movimiento de los seres y de las cosas que te rodean, presto a descubrir la señal de una luz o una presencia.

      Era la hora de Vísperas. El sol se escondía tras las peñas y el aire fresco que venía de la montaña comenzaba a recordarle que el invierno había llegado. Al fondo, no demasiado lejos, el mar ... ¿real, anhelado? Cerró puertas y ventanas y se cubrió con una rebeca que le trajo su mujer, pero aún permaneció largo tiempo en la terraza, a ratos leyendo, a ratos soñando.

      Habían pasado muchos años. Pero no se sentía viejo. Procuraba mirarse poco en el espejo, oler siempre a limpio y vestir con una cierta informalidad calculada. Y si alguna vez lo olvidaba, allí estaba Ella, arreglando el cuello de la camisa, colocando el flequillo rebelde, perfumando su barba y sus manos, protegiéndole, cuidándole, mimándole.

      María. Siempre en la sombra, pero al cabo de todo. Descreída y escéptica pero honesta y cargada de curiosidad. Compasiva. Trabajadora. Muy inteligente. Amante de los libros y buceadora impenitente de enigmas y misterios. Desde muy niña trabajó en librerías y en una de ellas le conoció. Desde entonces han compartido la vida y han visto crecer y volar a sus hijos. Al contrario que él, ella prefiere no pensar. Bueno, dicho así no suena muy bien, sería más exacto decir que le produce un temor insuperable el ejercicio libre de la imaginación. Experiencias dolorosas, Miedos atávicos, lastres culturales ... Siempre prefirió refugiarse en la lectura, en la discusión reflexiva, en el trabajo físico o en el juego de "Apalabrados". Le servían para escapar de lo oscuro, para superar incertidumbres, para alejar los fantasmas, para seguir viviendo. Afortunadamente, amaba y se sentía amada.

      Por fin se levanta, se cambia de ropa, calza sus zapatillas deportivas y se va a caminar. Antes de salir por la puerta escucha los consejos que cada día le repite su mujer: "abrígate que hace fresco", "no te olvides el móvil", "si llueve o estás cansado, me llamas y voy a buscarte", "ojito con lo que haces", "no camines demasiado", "¿llevas el transistor?

      Le gustaba caminar. Le gustó siempre. Desde que era niño. Y le encantaba hacerlo en soledad. Sintiendo cada pisada, escuchando el ritmo acompasado de su respiración, con los ojos y los oídos bien abiertos, con la imaginación llevándole de aquí para allá sin apenas control, saludando con la mano, con la cabeza o con una sonrisa a cuantos se cruzaban con él, feliz de vivir y de ser consciente de que vivía

      Mañana era la gran manifestación. Allí estarían. María y él. Cogidos de la mano o agarrando una pancarta. Gritando consignas o en respetuoso silencio, pero presentes, sumando. Como si fueran dos votos. Sintiéndose útiles. Importantes. Necesarios.

      .- Y recordarían la alegría de aquel 12 de junio de 1977 entre las montañas de Torrelodones en el primer mitin multitudinario del PCE tras su legalización,

      .- o la tristeza y el desgarro del millón largo de personas que tomaron las calles de Madrid en impresionante silencio la tarde del 26 de enero de aquel mismo año, asustados y enrabietados tras la cobarde masacre de los abogados laboralistas de la calle de Atocha.

      .- Rescatarían las emociones y la determinación de cientos de miles de ciudadanos antes las puertas del Congreso aquel 27 de Febrero de 1981 en respuesta al intento de golpe de Estado que unos indeseables perpetraron la tarde del 23F.

      .- Revivirían el levantamiento masivo en el país vasco contra la dictadura sangrienta de ETA tras el ignominioso asesinato de Miguel Ángel Blanco, y volverían a ver sus manos pintadas de blanco alzándose al cielo.

      .- Escucharían de nuevo el clamor del País entero echado a la calle gritando: ¡No a la Guerra!

      .- Y asitirían al despertar juvenil del 15M, a su rebelión pacífica y a sus gritos reclamando libertad y ¡Democracia real Ya!

      Sí. Mañana estarían allí. Junto a otros. Como ciudadanos libres. Para evitar el expolio, el derribo planificado del estado del bienestar. Para decir, ¡Basta! Para que no acaben robándonos la dignidad y nuestro derecho a soñar.

      Sí. Mañana estarían allí. Como ayer. Como siempre. Mientras vivan.































jueves, 20 de septiembre de 2012

Nunca lo tuvieron tan fácil.

      Nunca lo tuvieron tan fácil.

      Hay momentos, en los que mi mente exaltada ha podido llegar a pensar que los acontecimientos que han desencadenado este enorme tsunami económico mundial han sido cuidadosamente planificados. Pero seguramente sea sólo eso, una mente maquiavélica nacida al socaire de una época en el que la guerra fría y el oscurantismo informativo nos hacían recelar de todo... ¿O tal vez no?

      Sea como fuere, ahora mismo este hecho carece de relevancia para mi y sobre todo para el análisis del tema que me preocupa y que deseo presentar a la reflexión de quién lo quiera recoger.

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      Planificada o no, inesperada o sospechada, la crisis actual es aprovechada con inusitada viveza por los poderes económicos para lanzar un ataque frontal al estado del bienestar y a los derechos de los trabajadores. La ocasión que se les presenta, prevista o sorpresiva, es la ocasión pintiparada para acelerar un proceso en el que llevan trabajando mucho tiempo.

      Y aquí los tenemos. Machacándonos sin piedad. Mintiendo y prevaricando sin rubor. Culpando a los tibios y complacientes gobiernos de izquierda, de inútiles y derrochadores y a la ciudadanía, perpleja y golpeada, de vivir por encima de sus posibilidades. Y se acabó lo que se daba. "Tras este brillante análisis" no queda más remedio que recortar los servicios públicos y que los trabajadores asuman su culpa y acepten rebajar sus prestaciones.

      Y la maquinaria se pone en marcha: control férreo de los medios de comunicación públicos y afines (quitemos a estos que son rojos, pongamos a estos que son azules) , estrangulamiento publicitario de los pocos que se rebelan (acaban con El Público), llamada al orden a dirigentes políticos insensatos o lenguaraces (se acabó con aquello de: "El sistema está agotado" o "Hay que refundar el Capitalismo", ¡qué cosas decía Sarkozy!) y se echan toneladas de tierra sobre la memoria colectiva del origen de la crisis:  "la descomunal estafa del sector financiero". Y ¡ala!, a remar con disciplina militar germana en una única dirección: austeridad, recortes, competitividad. Y que paguen los de siempre.

      Y tenemos lo que tenemos. Los ricos ya tienen licencia para hacer lo que quieran sin temor.
De repente han descubierto que pueden hacerse más ricos y más rápidamente bajando los salarios. Y lo han hecho. Para ello cuentan con políticos que se comportan como banqueros, o son banqueros colocados a dedo por los "Banqueros" que manejan el tinglado. Han conseguido lo que querían. Por fin se mueven por el país como los dueños del cortijo.

      Para mejorar la productividad no piensan en una mejor gestión, ni en la modernización de la maquinaria o los sistemas. Es más sencillo reducir los salarios. Y por esa"brillante" solución optan gobiernos y empresarios. Y si con esto no bastara, se despide con indemnizaciones basura o montan un ERE que no computa en las listas del paro, pero que condena a la miseria a los de siempre.

      Todo esto se hace más indigerible cuando escuchas a muchos premios nobel de economía que dicen que "la austeridad como medida para salir de la crisis es un auténtico disparate." Pero eso ya lo saben. La crisis durará lo que tenga que durar. Lo suficiente para alcanzar los objetivos propuestos. Nadie debería llamarse a engaño. Este fue siempre su programa. Si lo ocultaron fue para llegar al poder. ¿Acaso es de ahora la convicción manifiesta de la derecha de acabar con lo público? ¿No ha sido siempre lo privado el becerro de oro al que han adorado sin el más mínimo rubor?
Hay una evidencia incontestable: Lo Público es de Todos, Lo Privado de unos Pocos. Ideología. Pura ideología. Nunca han estado tan cerca de la victoria.

      Pero los amos del mundo aún no han acabado. El trabajo de demolición ha de hacerse con rigor. Necesitan que no quede piedra sobre piedra. A mediados del XIX les cogieron desprevenidos y se les vino abajo el invento. Habían nacido los Sindicatos Obreros, unas piedras muy jodidas en sus zapatos de baile de salón. Ahora, han decidido, será otra cosa. 

      Acabar con los Sindicatos, desprestigiarlos, desnaturalizarlos, domesticarlos, será su principal objetivo. Y a ello se han puesto. Todo el arsenal propagandístico al servicio de los poderes económicos y gobiernos afines, silencia, ningunea o desprestigia su trabajo. Medios de comunicación, editoriales, tertulianos y periodistas alimentados con el fondo de reptiles, salen en estampida al escuchar la voz de su amo. Y consiguen enfrentar a trabajadores con trabajadores, a empleados con parados, a la indignación con el desencanto.

      Desgraciadamente se lo han puesto a huevo. Los sindicatos se han comportado demasiadas veces de forma pusilánime, otras se alejaron de sus representados o se durmieron, entre sus dirigentes hubo algunos que se vendieron y a muchos les faltó inteligencia y valor para afrontar  situaciones complicadas. Sin embargo, lo que me parece absolutamente claro es que hoy más que nunca, los necesitamos. Aunque tengamos que regenerarlos de arriba abajo. Aunque sea necesario refundarlos. Pero los sindicatos son nuestros. Somos nosotros.

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      Al Movimiento Sindical debemos, entre otras cosas, que en junio de 1836 elaborase la Carta del Pueblo, exigiendo el voto universal y secreto.

      En 1864 se creó en Londres La Asociación Internacional de Trabajadores, primera central sindical mundial de la clase obrera.

      En 1871 surge La Comuna de París, levantamiento obrero en pro de los derechos sociales. A los pocos meses fueron arrasados por el ejército.

      En 1875 se sustituyen de la legislación inglesa los términos amo y siervo para pasar a denominarse patrón y obrero.

      1889. Paris, 14 de julio. Se declara el 1 de Mayo como Día Internacional de los Trabajadores en conmemoración de los cinco huelguistas ejecutados en Chicago en Mayo de 1886. En ese mismo congreso se adopta la reivindicación de la jornada de ocho horas.

      1940 y tantos ... tiempos de clandestinidad, de persecución y de cárcel. Tiempos de ideales, de solidaridad y de lucha.

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Durante este largo puñado de años, con sus luces y sus sombras, las asociaciones de trabajadores se ganaron el respeto y el reconocimiento de cientos de millones de asalariados y de la sociedad civil en su conjunto, por su lucha sin cuartel contra la injusticia y la discriminación y su apuesta por la dignidad y el bienestar de la clase obrera.

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      2012. Los Sindicatos deberán recuperar su autoestima. Tienen que volver a liderar sin complejos los derechos y las aspiraciones de los trabajadores. Desprendiéndose de privilegios. De ataduras. Cambiando lo que haya que cambiar. Volviendo a dar la cara. Volviendo a soñar.

      Los asalariados nunca ganaremos esta batalla desigual peleando en solitario. Eso es lo que pretenden los que mandan. Si los Sindicatos desaparecieran o acabaran siendo marginales, los trabajadores volveríamos a la condición de siervos. Las conquistas logradas durante generaciones por hombres y mujeres que entregaron su vida y su libertad por legarnos un trabajo digno y un estado del bienestar desde el que crecer, acabarían esfumándose como un sueño que nunca existió. Adiós a la igualdad de oportunidades. Adiós al futuro de nuestros hijos. Adiós a una vejez digna. Adiós a los ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad. ...

      Me parece que lo único que podría evitar una vuelta al pasado feudal, sería la creación de unos Sindicatos Poderosos, Independientes y Representativos. Peleemos por ellos.

      Y por favor, que no nos engañen.

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      Este trabajo ha sido elaborado desde las tripas. Ruego me disculpen.












viernes, 14 de septiembre de 2012

El milagro de las palabras.

      No siempre resulta sencillo enfrentarse a las grandes palabras. Al menos, no para mi.  Tal vez sea por eso, porque son grandes, porque  trascienden nuestra pequeñez, porque contienen el mundo, porque no podemos abarcarlas, porque, a veces, nos desnudan el alma.

      Puede sin embargo que todo sea más prosaico. Puede que sólo exista un miedo atávico a la libertad, a la incertidumbre de no saber que vamos a encontrarnos tras ellas, al temor de que nos puedan comprometer demasiado, o a que acaben descubriendo nuestras miserias.

      Pensar. Existir. Amor. Vivir. Morir. Fe. Ateísmo. Dios. ...

      Palabras enormes. Palabras hermosas. No es posible permanecer indiferente ante la contemplación de tanta sabiduría acumulada. Cientos, miles de años tras la búsqueda del conocimiento, estudiando el universo y tratando de entender al hombre, asombrándonos del poder de la naturaleza y tratando de explicar nuestra humillante fragilidad.

      Libertad. Fraternidad. Justicia. Igualdad. Guerra. Paz. ...

      Son palabras nuestras. Las creamos nosotros. Pertenecen a nuestro patrimonio universal. Nos explican. Nos definen. Nos afirman. Las necesitamos para existir.

      Cada una de ellas encierra un tratado. Generaciones de hombres y mujeres cargados de sabiduría las costruyeron para nosotros. Para facilitar nuestra comunicación y nuestro entendimiento. Para hacer más sencilla la búsqueda de nuestro propio yo.

      Pensar. Existir. Amor. Vivir. Morir. Fe. Ateísmo. Dios. Libertad. Fraternidad. Justicia. Igualdad. Guerra. Paz. ...

      Son palabras simples, rotundas, hondas. Me descalzaría ante ellas en señal de respeto.

      Un niño de cuatro años será capaz de manejar un teléfono móvil de última generación o una tableta digital con la misma facilidad con la que aprende a caminar o balbucea sus primeras palabras. Pero tal vez habrá perdido su capacidad de asombro. Ni siquiera se hará preguntas. Se conectará con ciudades distantes a miles de kilómetros y verá lo que está pasando en ellas. Y le verán a él. Oirá y le escucharán. Hará clic en su ordenador y podrá visitar las Pirámides de Egipto o escalará hasta el Machu Picchu, visitará el Louvre en París o se sentará en un banco de la Biblioteca Nacional. Y pasará el tiempo y seguirá sin asombrarse. Y no preguntará, ni entenderá, ni agradecerá.

      Pensar. Existir. Libertad. Amor. Vivir. Morir. Fe. Ateísmo. Dios. ...
     
      Melancolía. Susurro. Fragilidad. Sosiego. Serenidad. Quebranto. Embeleso. ...

      El milagro de las palabras. El milagro del lenguaje. Hablar. Escribir. Comunicarse.

... Nunca hubo un descubrimiento mayor. Nunca el hombre avanzó tanto. Nunca ha estado tan cerca de la sabiduría. Y aquí estamos, ciegos, mudos, pequeños, sin capacidad para el asombro, sin atrevernos a cuestionarnos nada, sin entender nada, pequeños, solitarios, autistas. Y la felicidad escapándosenos por entre los intersticios de la mente.

      Mariposa. Alféizar. Ambrosía. Remanso. Amanecer. Crepúsculo. Sonrisas. Lágrimas. Luz. Firmamento. Revolución. ...

      Pensar. Soñar. Pensar. Hablar. Vivir. Vivir. Vivir.









viernes, 7 de septiembre de 2012

De tour por el cielo.

      No tendría más de siete años. Era la primera vez que pasaba las vacaciones en la casa que los padres de su padre tenían el el campo (consecuencias de la crisis y del bajón en los ingresos familiares ) Se habían acabado los viajes transoceánicos, los hoteles de cinco estrellas y el vivir para deslumbrar a los vecinos.

       Los abuelos estaban contentos. Preocupados por los problemas laborales de su hijo, pero encantados de tenerle cerca aunque sólo fuera por unas semanas. Y sobre todo, felices de poder disfrutar con la presencia del pequeño.

      Estaba siendo un verano magnífico.El sol reinaba espléndido durante el día y las estrellas y la luna vestían el cielo de fiesta cada noche. Y, ni de día ni de noche, el calor o el relente eran causa de lamento ni de queja.

Durante el día, el niño acompañaba a su abuelo a los recados que le encargaba la abuela ( el pueblo estaba a escasos diez minutos andando ) o paseaban junto al río contemplando el paso de los peces - juguetones y seguros -  bajo las aguas transparentes y saltarinas de aquel tramo de la corriente. El sotobosque que protege y se alimenta del río agudiza la imaginación del pequeño que, de la noche a la mañana ha cambiado el cemento y el ruido de los coches por un paraíso mágico donde habitan el cuco, el ruiseñor, los lagartos y las ranas, y donde reinan los sauces, los álamos  blancos, los espigados tilos y los Olmos que hunden sus raíces en el agua.

      De la mano de su abuelo, el niño salta y escudriña, se asombra y pregunta. En el porche de la casa, madre y abuela ven aparecer a la feliz pareja.

      _- ¿Pero de donde vienes? Estás muy sucio Daniel. Anda, ve a lavarte las manos y la cara. Y quítate esa camisa y esas zapatillas. ¡Dios mío, este niño se va a convertir en un salvaje!_-

      La abuela mira de soslayo a su marido y le reprueba en silencio que no haya tenido más cuidado. El abuelo calla y se retira discretamente. " No entiendo a esta gente de ciudad".

       Después de comer, el niño es obligado a dormir la siesta. El cansancio y la emoción de los descubrimientos le hace dar mil vueltas en la cama. Finalmente sus ojos se cierran y se queda profundamente dormido. Los cuatro adultos sestean y se aburren ante el televisor. El abuelo sólo piensa en el niño. "Esta noche estaremos juntos otra vez". 

      José Luis no para de hablar por teléfono. El auricular en la oreja, las manos haciendo figuras en el aire, su voz, unas veces susurro, otras tormenta. Su madre le observa a través de la ventana. Está preocupada. No debe ser fácil "dejar de reinar". Subir es excitante ... bajar, hundirte ... debe ser terrible. ¿Y si quién se hunde es tu hijo...?

      Alicia se ha retirado a su habitación. Está fuera de sitio. Es una mujer de ciudad. Se le nota crispada. No acepta la nueva situación. Ni sus padres, ni sus vecinos, ni siquiera sus amigas más intimas se han enterado del despido de su marido. Y lo peor es que pasan los meses y no encuentra nada. Llamadas, currículum, comidas... Nada. Los amigos, si alguna vez los tuvo, han desaparecido. Y se acaban las reservas. Y los gastos suntuarios que propiciaron un salario desmedido son ahora una enorme trampa de la que no saben escapar.  Y el colegio de Daniel... Adiós a la "créme de la créme", a las amistades influyentes, a un futuro entre la élite. Y a las amigas de la hípica y a las rutas gastronómicas y al barco en el puerto...

      José Luis y Alicia se conocieron hace siete años y medio en una fiesta organizada por su agencia de publicidad para celebrar la conquista de un cliente que les situaba en la élite. José Luís, treinta y dos años, era el director creativo de moda (ganaba indecentes cantidades de dinero) y Alicia, veintitrés, era una chica, fundamentalmente guapa y enormemente despierta, que acababa de fichar como secretaria de dirección. En los aledaños de aquellos días fue concebido Daniel. Un par de meses después hubo boda en los Jerónimos. Fueron tiempos de vino y rosas, de soberbia y de derroche, de humo y pompas de jabón, de pérdida absoluta del sentido de la realidad. Y la caída fue terrible.

      Llegó la noche y los adultos se abandonaron a la televisión. Todos menos uno... El abuelo llamó a Róbin, un precioso pastor alemán, guardián y amigo, e hizo un guiño a Daniel que de inmediato y sin hacer ruido, se escabulló hacia el exterior. Ni una sola nube en el cielo. Una ligerísima brisa dulcificaba aún más una temperatura maravillosa. Querían alejarse de la luces de la casa. Róbin iba delante moviendo el rabo sin parar y volviendo continuamente la cabeza.

      _- Este es un buen sitio. La hierba alta protegerá nuestras espaldas y no tenemos peligro de enfriarnos. Aún no la ha empapado el rocío_-

      El abuelo se tumbó en el suelo boca arriba, colocó sus manos bajo la cabeza a modo de almohada y se dejó embrujar por las estrellas. El niño se puso a su lado y copió su postura y sus gestos. Róbin se acostó con las patas traseras estiradas y el hocico sobre las piernas del anciano. Y guardaron silencio. Y captaron todos los sonidos. Los que emitían los pequeños seres que vivían cerca y los que les enviaba el firmamento, inmenso y misterioso.

      _- Abuelo, ¡Qué bien se está aquí!_-

      Y al abuelo los ojos se le llenaron de lágrimas. Y experimentó una dicha que nunca imaginó que existiera. Y durante largo rato explicó al niño las pocas cosas que sabía y lamentó que no estuviera con ellos durante esta noche mágica su amigo Mario Villanueva, y les llevara de tour por el cielo.

      _- Si Daniel, creo que se está muy bien. Podríamos repetir, ¿te parece?

      Llegó la mañana. El abuelo apuraba un café en el porche mientras releía un libro de poemas del poeta canario Pedro Lezcano. La abuela trajinaba en la cocina preparando el desayuno. Y apareció su hijo.

      _- Papá, ¿tienes un minuto? Me gustaría hablar contigo.

      _- Claro hijo, tu dirás.

      _- Se trata de Daniel. Verás, quiero que me entiendas bien.Se que le quieres mucho y que el te quiere a ti, pero me parece que no es bueno que paséis demasiado tiempo juntos. Me preocupa que esté tan contento aquí. Se le ve, ... demasiado feliz.

      _- ¿Y te preocupa que esté contento?... No,... no entiendo.

      _- No, no,... verás papá. Lo que quiero decir es que ésta no es la vida real. En el mundo que tendrá que vivir, comes o te comen. La competencia es feroz y debe aprender a defenderse, a endurecerse, a huir de ensoñaciones poéticas y a pelear por ser alguien. Por ser el mejor. Al precio que sea.

      _- ¿Eso crees, José Luís? ¿Te enseñé yo esas cosas?... Mira hijo, sin duda eres una persona preparada y nadie puede dudar de que deseas lo mejor para Daniel, pero sería bueno que cuestionaras algunas de las certezas por las que te riges. No pretendo que sigas las mías, tan sólo te pido que vuelvas a preguntarte, que conozcas otras maneras de vivir. Recela de los dogmas, de las verdades incuestionables. Duda, busca, pregúntate. Y mientras llega la respuesta que buscabas, abre los ojos y los oídos, mantén despierto el corazón y disfruta de los placeres sencillos.

      _- Bueno, papá, estamos en lo de siempre. No creo en ese mundo idílico. El tiempo transcurre muy deprisa y yo quiero exprimirlo y gozarlo. Y quiero que mi hijo tenga más posibilidades que yo. Por eso no quiero que aprenda cuentos.

      _- ¿Cuentos? ¿Es un cuento disfrutar de un cielo lleno de estrellas? ¿levantarte cada mañana y salir a correr con Róbin y ver como mueve su rabo y como salta? ¿es un cuento saludar a tu vecino y que este te devuelva una sonrisa? ¿recibir la llamada de un viejo amigo y quedar con él para tomar un café? ¿descubrir que alguien sufre si tu penas? ¿Es un cuento gozarse con el trabajo bien hecho? ¿con la alegria del triunfo de tu equipo? ¿con la caricia de tu mujer, o de tu hijo o de tu nieto? ¿es un cuento intentar con todas tus fuerzas ser feliz?

      _- Papá...

      _- Perdona hijo, a veces hablo demasiado, pero la vida es una sucesión de instantes. Instantes que contienen toda la vida. Instantes fugaces que ya no quiero dejar escapar.

      _- Está bien, papá. Lo pensaré.

      _- Me alegro, hijo. ¿Puedo ir entonces al río con el niño?

      _- Claro, papá, qué cosas dices.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Otra Europa es posible.

      Creo que soy un Europeísta convencido. Una historia común de cientos de años, unas señas de identidad (culturales, religiosas y filosóficas) compartidas, un espacio reconocible y abarcable...Si, creo que existen razones de peso para albergar estos sentimientos.

      Sin embargo, la Europa que se está construyendo no tiene nada que ver con la que muchos soñaron, con lo que también yo soñé.

      Pensé que podría ser un espacio para la libertad y la solidaridad y se está convirtiendo en un páramo empobrecido y cruel para los que no tienen nada.

      Pensé que se transformaría en lugar de acogida, en refugio, en patria de remisión para los que huían de la barbarie, del hambre y de la muerte y ha acabado convirtiéndose en castillo inexpugnable, en coto vedado para "los miserables"que llaman a sus puertas buscando refugio, trabajo y pan.

      No me gusta esta Europa en la que la democracia es una palabra sin contenido, donde los ciudadanos nada dicen, nada deciden. Donde los poderes económicos se han hecho con el poder. Con todo el poder. Donde existen ciudadanos de primera y de segunda... y tal vez de tercera. Donde hay países (o un país) que decide y ordena y otros que se arrodillan y se venden.

      No me gusta esta Europa, vieja, autoritaria y triste.

      No me gustan sus políticos, acomodados, asustados, grises, muertos.

      Pero también creo que otra Europa es posible. Que aún podemos soñarla y construirla. Dependerá de nuestras fuerzas y de nuestras convicciones.

sábado, 1 de septiembre de 2012

El seguimiento.

      Son las doce menos veinte, las veintitrés cuarenta para ser precisos. Es invierno y hace frío. La luz de la casa permanece encendida. Desde mi posición puedo observar que alguien se mueve tras los visillos. Debe haber más de una persona. No es fácil que puedan descubrirme a mi. El soportal que me da cobijo permanece a oscuras - la noche anterior "me ocupé" de una de las farolas - Una gruesa columna completa mi escondite. Apenas circulan coches. No hay bares ni cafeterías en este tramo de la calle. Algún vecino que sale o que entra  de su portal y una patrulla de la policía que hace su ronda habitual. Ya no volverá a pasar hasta dentro de dos horas.

      Tengo que moverme continuamente, con cuidado para no llamar la atención. Pero no puedo hacer otra cosa. El aire helado está entumeciendo mis manos y mis pies. Nunca pensé que el tiempo fuera a cambiar de forma tan radical. Evidentemente mi vestimenta y mi calzado no son los adecuados. Tengo unas ganas enormes de encender un cigarrillo pero eso ahora es imposible.

      Las veintitrés cuarenta y cinco. Los pisos segundo y cuarto están vacíos o sus inquilinos se acuestan muy pronto. Todo está cerrado y a oscuras. Los del primero acaban de llegar, pero apagan la luz enseguida. Los dos balcones que dan a la calle en el tercero permanecen iluminados. Sigue habiendo actividad tras las cortinas. 

      Me gusta el edificio. Sólido, elegante, sin artificios. De los años veinte o treinta del pasado siglo, supongo. Afortunadamente, la mayoría de las construcciones que conforman esta calle conservan intacto el aroma de aquella época. Sería estupendo vivir aquí, pero estas casas valdrán una pasta. ¿Quién sabe? Quizás algún día.

      Un Audi TT Cabrio, azul metalizado, aparca junto al portal. No baja nadie. No me es posible saber si alguien más acompaña al chofer. Los cristales permanecen subidos y son oscuros. Por un instante el conductor baja su ventanilla y gira su cabeza en todas direcciones. Parece comprobar la situación del escenario. Yo he procurado permanecer invisible. No creo que me haya visto. A los pocos segundos vuelve a subir su ventanilla. Todo parece controlado. Posiblemente aguarda a alguien que saldrá del edificio en breve.

      Las veintitrés cincuenta. He de tener cuidado. La aparición del Audi complica algo la vigilancia. Fundamentalmente por sus cristales tintados. No puedo ver que miran o que hacen. Ellos si podrán verme a mi si no soy cuidadoso. Afortunadamente, una espléndida luminaria del renovado tendido eléctrico municipal está justo al lado del portal y me regala una visión perfecta del decorado. 

      La luz del balcón de la derecha se ha apagado. Supongo que lo que tenían que hacer allí ya lo han hecho. Ahora puedo distinguir perfectamente a dos personas tras los visillos de la habitación que permanece encendida. Hablan y gesticulan con cierta energía. Parece que discuten por algo, o tal vez sólo sea apasionamiento latino. Lo que no podría asegurar es si se trata de un hombre y una mujer o de dos mujeres. Una, al menos, parece ser una chica. Por momentos desaparecen. Posiblemente se sientan.

      Las veintitrés cincuenta y cinco. La aparición del Audi me tiene mosca. Su presencia nunca estuvo contemplada en los informes que me entregaron en la agencia. ¿Qué hacen dentro del coche? ¿Por qué frente a aquella puerta? ¿Por qué aquella noche? A las doce de la noche. ¿Tendrán algo que ver con los inquilinos del tercero? Si fuera así, ¿por qué yo no sabía nada? La situación no me gusta. No me gustan las sorpresas. No me gustan los del coche, "aunque el coche sea una pasada". Ni los inquilinos del tercero. Y empezaba a no gustarme aquel servicio.

      Tengo la máquina a punto. He hecho pruebas de iluminación y de encuadre y todo funciona. Debería fotografiar el Audi, aunque será difícil que pueda obtener imágenes de sus ocupantes. Creo que puede ser útil. Apunto. Y disparo...¡Maldita sea,... ha saltado el flash! De forma inmediata la ventanilla del conductor baja hasta su límite. El rostro del hombre se vuelve hacia mi escondite y me mira fijamente. Por primera vez se abre la puerta del coche.

      Suenan las doce en el reloj de la iglesia de los Capuchinos. Confundiéndose con el sonido de las campanas dos disparos con silenciador destrozan la cabeza del chofer y el pecho de su copiloto. En el tercer piso se apagaron todas las luces.

      Pasa un minuto de las doce de la noche. Continúo en estado de shock. Un líquido amarillento y caliente empapa pantalones y deportivas y se desliza lentamente por la acera. La Nikon cuelga de mi cuello y yo me agarro a la columna para no caerme. A tres metros escasos de donde yo estoy, un tipo enorme yace despatarrado en el suelo con un un tiro en la cabeza y un bate en la mano derecha, bate que, previsiblemente, me buscaba a mí. 

      Un Lexus GS 460 gris metalizado se coloca delante del Audi y mantiene abierta la puerta trasera derecha. De pie junto a ella, "el basurero", el hombre que mató hace treinta segundos a los ocupantes del Cabrio azul y que muy posiblemente salvó mi vida. Lo de "basurero" es el apelativo con el que se conocen a aquellos que limpian "la basura" de los lugares que van a pisar sus jefes. Acababan de "barrer" a dos asesinos a sueldo...¿O sólo eran vulgares estafadores a la caza de un buen chantaje?

      Tras los cristales, acercándose al portal, una chica muy joven, y extremadamente atractiva es recogida por un tipo alto y fuerte e introducida rápidamente en un Peugeot 208 que inmediatamente sale del lugar a toda velocidad.

      Pasan cinco minutos de las doce de la noche. Un hombre de mediana estatura, no puedo distinguir si con bigote o sin bigote, enfundado en un abrigo azul muy caro y una larga bufanda blanca, nervioso y asustado sale del portal y ... _- "¡Coño, no puede ser! ...es, si... estoy seguro. Es el Presid..." Cojo la Nikon y disparo una y cien veces. _- " joder, joder, joder "

      El Lexus arranca despacio, gira ciento ochenta grados y para delante de mi. "La he vuelto a joder". Se abre la ventanilla del copiloto y aparece "el barrendero" _- La cámara, por favor. Y todas las tarjetas. No se preocupe, mañana la tendrá en su casa. Sabemos donde vive. Ah,... y usted no ha estado aquí esta noche._- Sube la ventanilla y se aleja sin apenas hacer ruido.

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      _- Lo siento jefe, pero un lumbago de caballo me tiene desde anoche en la cama. Me fue imposible hacer el seguimiento. Espero que no fuera importante.

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  Nunca pude entender por que me perdonaron la vida. Pero estoy agradecido.