miércoles, 23 de marzo de 2016

Telde. A propósito del enésimo desencuentro.



Llevo mucho tiempo fuera. Casi 45 años. Poco valor tendrá pues lo que yo pueda decir. Aún así, me atreveré a expresar una opinión. Por responsabilidad ciudadana, por amor a mi ciudad, porque me duele mi ciudad. Solo será eso, una humilde opinión, o un grito de desahogo, con todas las reservas que acarrea el manejo de una una información obtenida desde la distancia y una subjetividad que puede ser honesta pero que no asegura la verdad.

No entraré en el fondo del desencuentro. Me faltan elementos de juicio para una toma de posición respetuosa con los hechos, pero no creo que esto me incapacite para expresar mi inquietud y, sobre todo, para pedir a tod@s los que deseen una ciudad más justa y más honesta - que son mayoría - que exijamos acabar de una vez por todas con la lacra de las luchas intestinas, con la vileza de las medias verdades, con los engaños y la falta de transparencia en los mensajes a la ciudadanía y con la utilización de lo público para satisfacer ambiciones personales inconfesables.

Creo que no es hora de descalificaciones gratuitas, de tácticas oportunistas o de escapadas a atalayas más cómodas y seguras desde donde impartir doctrina y pureza. (Solo los cobardes y los soberbios tienen el privilegio de no sentirse obligados nunca, a ser pragmáticos) Es hora de arrimar el hombro, de ceder, de dialogar, de pactar, de exponerse - aunque te partan la cara -, de pensar más en la gente; esa que votó y nos pidió que olvidemos de una puñetera vez las luchas cainitas, los intereses personales o de partido, y que nos dediquemos a buscar juntos soluciones inteligentes y creativas. Telde, su gente, el bienestar de su gente, es lo único que importa. Necesitamos propuestas serias, con capacidad para cambiar un sistema que se ha revelado corrupto y profundamente injusto; propuestas para alumbrar una estructura que sea capaz de revertir de raíz y con urgencia las situaciones de emergencia social en la que viven muchos de nuestros vecinos, propuestas que consigan ilusionar a la legión de personas que viven desde hace demasiado tiempo en el desencanto, pero que estarían dispuestas - estoy seguro - a embarcarse con todo su equipaje en un programa exigente y ambicioso que sitúe a nuestra ciudad junto a las comunidades más respetables, justas y avanzadas de nuestro país. Necesitamos generar toneladas de autoestima personal y colectiva. Necesitamos creer, que lo imposible es posible. Creo que con menos, no serviría.

Dicho todo esto, he de decir que respeto y apoyo a Carmen Hernández. Es la alcaldesa de Telde porque así lo quisieron los ciudadanos y lo refrendaron los ediles municipales. He hablado varias veces con ella. Conversaciones largas, intensas. En algunas ocasiones la busqué yo (me interesaba conocer su pensamiento) otras, me buscó ella (quería escuchar lo que opinaba yo). No conozco suficientemente la trayectoria de su fuerza política (NC) en mi ciudad, pero confieso que me creo a Carmen. La sigo desde hace tiempo y mi apuesta por ella no ha hecho más que reafirmarse. Por su honradez, por la honestidad de sus convicciones democráticas y por su decidida apuesta por lo público. Pienso que tiene capacidad y coraje para liderar y le sobran generosidad y talento para involucrar y compartir.

Espero que al final de su mandato, con la ayuda de todos, también de la oposición, Telde sea un lugar mejor para vivir. Démonos una oportunidad.


sábado, 12 de marzo de 2016

"...y nadie tenía por suya cosa alguna"

Tal vez fuera este relato el que atrapó a much@s en aquellos extraordinarios años de nuestra adolescencia.

"...y nadie tenía por suya cosa alguna, antes bien, todo lo tenían en común... y quiénes poseían bienes los depositaban a los pies de los apóstoles para que estos los distribuyesen entre todos según sus necesidades...y de esta forma daban testimonio de su fe." Hechos, cap.4 versículos, 32-35.

Este texto contiene, para multitud de creyentes, la luminosa hoja de ruta de un movimiento revolucionario que propugna la construcción de una sociedad nueva, comprometida y solidaria, construida sobre pilares de justicia, fraternidad e igualdad entre todos los seres humanos. Nada que no estuviese contenido ya en la primera carta de San Juan, "...quién dice que ama a Dios, a quién no ve, y no a ama a su hermano al que si ve, es un mentiroso."

Desafortunadamente, admirables testimonios de generosidad y compromiso por parte de individuos y colectivos de creyentes desparramados por todo el mundo no pueden ocultar le vergüenza y el fariseísmo de una Institución que olvidó hace siglos la verdad de sus orígenes.

Pido disculpas a cientos de personas comprometidas y honestas por emplear una generalización que pudiera dañarles y que, con toda seguridad, es en sí misma profundamente injusta; pero estoy seguro que también a ellas les resultaría imposible no denunciar todo el dolor y angustia causados durante un tiempo infinito por un poder jerárquico hipócrita e inclemente que amparándose en una interpretación mentirosa y torticera del mensaje cristiano, cargan insoportables fardos de culpa, miedos y obligaciones imposibles, sobre las conciencias de gentes que sólo buscan entender el mundo y ser felices. Y mientras, ellos, sepulcros blanqueados, cobardes y beatos, se solazan viviendo cómodamente instalados en universos paralelos de poder, cargados de autoconplacencia y de boato.

#Esta es una denuncia vieja . La hizo ya Jesús, el hijo del carpintero, hace más de veinte siglos.


domingo, 6 de marzo de 2016

Nadie tiene la verdad absoluta

Sería injusto si dijera que todos son iguales. Sería injusto y sería mentira,... pero, por más que intento entender lo que está pasando, por más que me esfuerce en situarme empáticamente en el lugar de los protagonistas de esta historia, no puedo evitar tropezarme siempre con el sinsentido de una lucha descarnada por el poder que poco o nada tiene que ver con el verdadero sentido de la acción política: el bien común. La ceguera, la soberbia y el desprecio a los intereses reales de la gente sitúan a gran parte de la clase política en un universo paralelo, a veces infantil, a veces mafioso, que puede acabar en desbandada ciudadana - ¡ahí os quedáis! - o en una explosión de indignación de consecuencias imprevisibles.

No sé, puede que el problema esté en mi, puede que sea yo quién esté fuera de la realidad y que eso me incapacite para analizar con rigor lo que está pasando.
Sí ustedes lo creyeran así, rompan - metafóricamente - este escrito, y disculpen mi intromisión en estos muros. Pero si estuvieran mínimamente de acuerdo con lo que acabo de escribir, seguro que les habrá cabreado como a mi tanto teatrillo bufo, tanto discurso vacío y vanidoso, tanta soberbia intelectual, tanto insulto gratuito, tanto rencor y tanta utilización miserable del dolor y la desesperación de la gente para venderse como los únicos decentes, los únicos solventes, los únicos necesarios. Si pensaran así, griten, denuncien.

Los ciudadanos ya hemos hablado. Nadie tiene la verdad absoluta. Ni la tendrá nunca. No hablen más en nombre de todo el pueblo. Aprendan a pactar, a ceder. Hablen con honestidad, sin trampas, utilicen su inteligencia y su voluntad para mejorar la vida de la gente.