miércoles, 25 de diciembre de 2013

"Era uno de esos primeros días de mayo..."


      Era uno de esos primeros días de mayo, delicados, volubles, vulnerables y hermosos como unos versos de San Juan.

      Estaba sentada en el banco azul, a orillas del estanque. Una pareja de adolescentes había alquilado la primera barca de la temporada y remaba con torpeza y entre risas.

      Una ardilla la mira curiosa y rápidamente escapa trepando por el gran roble. Martín, el caricaturista, la saluda al pasar y comienza a montar su pequeño tinglado en el sitio de siempre. Alberto y Lucía colocan mesas y sillas y las limpian con un trapo húmedo. Ya abrieron el kiosco. Del sendero de tierra que bordea el parque llega el sonido de gente corriendo.

      Salió de casa muy temprano. Quería llegar antes de que alguien "le robase su palco". La temperatura era algo fresca, pero el sol, que ya despuntaba entre los riscos, se iba a encargar de calentar la mañana. En su mochila de cuero marroquí, el iPhone blanco de Apple, "Canadá", la última novela de Richard Ford, y la infinita e inescrutable batería de objetos que acostumbran a llevar las mujeres en el fondo de sus bolsos.

      Una mujer mayor de elegantísimo porte, peinada con mimo y "cuidado" desenfado, vestida con pantalón de lino beige , blusa y chaqueta de flores comprada en Zara y zapatillas deportivas blancas con cordones, solicitó permiso para ocupar el otro extremo del banco. //¿Puedo, hija? // //Claro,...claro que sí,... por supuesto// Paula sonrió y su acompañante sonrió. Por un instante le pareció ... pero no, seguro que no. Y sin mediar palabra, las dos regresaron a sus mundos.

      Aún recordaba los ardientes días de su vida con Max. Había sido un amor fatal, como una avalancha en primavera. Espléndidos días de sol, pasiones desatadas que cegaban y hacían volar, música y poesía a la luz de la luna... Y también crueles tormentas, y violencias y llantos, y soledades, y traiciones... Pero aquello ya pasó. Por fortuna ya pasó. Ocurrió siendo ella muy joven y él un consumado depredador sin escrúpulos. Ahora era una mujer nueva y saboreaba los gozos y las sombras de la vida con la serenidad que proporcionan el respeto recuperado y la libertad. Y se sentía, razonablemente feliz.

      Pasaron algunos años; no demasiados, pero no será este "voyeur" quién revele algo tan prosaico como la edad de una dama. Continuaba siendo una mujer espléndida. Llegó a su banco azul vestida con unos Levi's y una camiseta Diésel comprados en un outlet del extrarradio. Una chaqueta de punto y un foulard en tonos malvas le protegían del frescor de las primeras horas. En sus pies, unas deportivas Nike. El pelo, largo y negro, recogido en una coleta. Los labios, rojos. Los ojos, verdes y almendrados, remarcados por una tenue sombra negra. Ni asomo de maquillaje en su rostro.

      Él estaba allí, como cada día, tomando su café y leyendo la prensa. Solo. Como siempre. A veces levantaba la vista del papel y dejaba vagar su mirada por entre la vida del parque. Dormitando a sus pies, seguro y feliz, su amigo del alma, Tormenta, un precioso Golden Retrieber color canela, que un día, cuando penaba tras las rejas de una oscura jaula de la perrera municipal, decidió adoptarle como su único amo.

      Paula observaba. Nunca tuvo buen ojo para descifrar lo que esconden las apariencias. Ni siquiera servía para algo tan simple como calcular los años; ¿40?... ¿50? De todas formas - y eso era lo único que le importaba en aquellos momentos - aquel hombre parecía encontrarse en lo mejor de la vida; apuesto, educado, noble, seguro de sí,...y condenadamente guapo. Hacía mucho tiempo que su cuerpo no temblaba de aquella manera, que sus ojos no miraban como si nada más existiera en el mundo. ¿Pero qué sabía ella? ¿Y si fuera otra vez...? ¡Y qué! ¡Y qué! De repente sentía que algo volvía a importarle. Que merecía la pena arriesgar. Que la vida aún le esperaba. Sintió miedo. Había jurado que nunca más. Las heridas aún permanecían abiertas, ... pero sentía lo que sentía. Y no podía remediarlo. Además, pensaba, alguien que mira así a su perro, alguien que es amado así por su perro, alguien así, tiene que ser alguien especial.

      Y le miró con descaro. Desafiante. De repente él levantó la vista y se encontró con sus ojos. Y la miró como nunca nadie la mirara. Y su corazón se incendió, el rubor coloreó sus mejillas y sus largas pestañas descendieron lenta y dulcemente, como las hojas del árbol de la seda durante el esplendor del otoño.

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      Las historias que siguieron a los hechos que más arriba se narran, las desconoce aún quién las ha traído hasta ustedes. Promete compartirlas en cuanto llegue al conocimiento de ellas.















viernes, 20 de diciembre de 2013

"... La aventura de la búsqueda"

      "La verdad os hará libres"

      A veces utilizamos - sería mejor decir, utilizo - las grandes palabras con demasiada frivolidad. Quedan muy bien en un discurso, pero pueden ser un fraude.

      No es fácil sustraerse a la tentación de utilizarlas. Son hermosas, son potentes, son bellas, y pueden contener el universo. Imposible ignorarlas. Sin embargo, deberíamos "descalzarnos" antes de frecuentarlas.

      Verdad. Libertad. Justicia. Misericordia... suenan a Trueno, a Tormenta, a Volcán, a Big Bang...

      En el ejercicio que ahora comienzo, intentaré acercarme a ellas con respeto.

      "La verdad os hará libres", se lee en el cap. 8 del Evang. de San Juan.

      Esta invitación a la búsqueda descarnada del misterio que rodea la vida contiene en si misma elementos de incertidumbre que pueden llevarnos a un sinfín de preguntas y a muy pocas certezas. Y no es fácil lanzarse al vacío. Se necesita valor y mucha determinación. Pero es la puerta de acceso a la sabiduría.

      La propuesta que nos hace el evangelista es radical. Nos sitúa sobre el alambre y sin red.

      Si somos honestos, es más que probable que esa búsqueda de la verdad nos aboque a la duda y el desconcierto, y como no podía ser de otra manera, a la muerte de las certezas y los dogmas inmutables. Sin embargo, paradójicamente, y según nos transmiten algunos hombres sabios, en esos mismos momentos de despojo total puede que empecemos a entendernos y a entender nuestra relación con los otros y con el mundo.

      "No se nos ha entregado la vida como un guión en el que todo estuviera ya escrito. La vida consiste en andar, caminar, hacer, buscar, ver... Hay que embarcarse en la aventura de la búsqueda." ( Papa Francisco )





miércoles, 11 de diciembre de 2013

Humilde y compasivo, "aunque sobradamente preparado"

      Llevaban mucho tiempo esperando. Ahora les preocupa que en un descuido les roben la esperanza.

      Francisco es percibido como un regalo por muchos hombres y mujeres de buena voluntad, sean estos, cristianos, agnósticos o ateos. Dudo, sin embargo, que los poderes a los que las palabras y los comportamientos del Papa están poniendo contra las cuerdas, vayan a quedarse quietos. El Tea Party Norteamericano ya ha asomado la patita; El Tea Party Español es más cobarde y lo hace de forma más sibilina: basta con contemplar "su entusiasmo" y sobre todo, con escuchar "sus silencios")

      Hay demasiados intereses en juego. Mucho poder, muchos privilegios y mucho dinero.
Se da por seguro - yo lo doy por seguro - que le calumniarán, le pondrán zancadillas, intentarán desprestigiarle. Y todo eso desde dentro. Nada nuevo.

      El Papa Francisco parece un hombre bueno. Sencillo y bueno. Cercano y bueno. Y sin duda, es su bondad lo mejor. Lo que más grande le hace. Pero Francisco no es solamente un humilde cura de pueblo - dicho esto con el mayor de los respetos - es además una persona intelectualmente importante, con una sólida preparación teológica, con un bastísimo conocimiento del mundo en el que vive y un apasionado amor por la cultura. Que no teman pues los guardianes del dogma y la moral, por la ortodoxia de la fe, Francisco es un Papa humilde y compasivo, "aunque sobradamente preparado".

lunes, 9 de diciembre de 2013

"... Porque los mercados no son jilipollas"

      Hay determinados colectivos profesionales que parecen empeñados en dificultar al común de los mortales el acceso a sus fuentes de conocimiento o a la humilde posibilidad de una conversación que resulte entendible. Utilizan para ello - no se sí intencionadamente, me temo que sí - un lenguaje enmarañado, abstruso y segregador. Pareciera que estuvieran interesados en impedir a la gente corriente el acceso "a su castillo" construyendo barricadas con las que protegerse, o en elevarse sobre un podio que no les corresponde para observarnos desde arriba con insultante suficiencia.

      Pero existe una explicación. Tras el oscurantismo de muchas exposiciones económicas o legales - he ahí dos disciplinas concernidas - se esconde la estudiada intención de mantenernos al margen de las grandes decisiones impidiéndonos el acceso al conocimiento y por ende , a nuestro derecho al ejercicio democrático en la toma de decisiones.

      Sin embargo, basta con rascar un poco la superficie, para darnos cuenta de que, ni los supuestos sabios lo son tanto, ni nosotros somos tan tontos.

      Resulta especialmente humillante que quienes nos gobiernan ni siquiera se esfuercen en ocultar que nos están ninguneando o, abiertamente, mintiéndo. Son capaces de vendernos una cosa y su contraria con la misma desvergüenza que un charlatán de feria presume de vender hielo a un esquimal.

      . Y nos dicen que "los sueldos en España han subido moderadamente"

      . "Que la crisis se ha acabado"

      . "Que este año se ha creado empleo neto"

      . "Que la sanidad seguirá siendo pública, universal y gratuita"

      . "Que se potenciará la escuela pública y la igualdad de oportunidades"

      . "Que la justicia es igual para todos"

      . "Que hacienda somos todos"

      Mentiras. Mentiras. Mentiras.

      "Y en nuestro país, entrando dinero a espuertas", gritan Rajoy y Botín.

      Esta vez no mienten. Aquí los tenemos. Son los buitres que recogen los cadáveres que les hemos preparado. Empresas a precio de saldo, mano de obra esclava, parados disputando salarios de miseria. La nueva China de Europa.

      No. No les importa nada. Siguen haciendo lo que quieren. Tienen una hoja de ruta y la siguen a rajatabla. No gobiernan para nosotros. Nos han robado el poder con mentiras. Con mentiras siguen mandando. Y nosotros, aunque sabemos que nos mienten, tragamos.

      ¿Acaso no escucharon a Montoro decir, qué ellos volverán a ganar las elecciones porque LOS MERCADOS no son jilipollas? ¿No queda claro de una puñetera vez para quiénes gobiernan estos señores?




viernes, 6 de diciembre de 2013

El valor de lo insignificante.

            El profundo abismo abierto entre nuestros sueños más íntimos de justicia social, libertad e igualdad y una gobernanza insaciable, corrupta, opaca y maquiavélica, pueden empujarnos al desánimo y al abandono de toda esperanza.

      Eso es precisamente lo que buscan. Cuentan para ello con ingentes cantidades de dinero y con ejércitos de periodistas y empresas de comunicación que han vendido su alma al diablo (nos han vendido a nosotros) por un plato de lentejas o un chalet en la costa. Es el primer paso para la reinstauración de una sociedad de dueños y esclavos. Y en esas están.

      Afortunadamente, pequeños o grandes triunfos como los obtenidos por los trabajadores públicos de la limpieza en Madrid tras una huelga valiente y solidaria, o la tenacidad de la Marea Blanca en favor de la Sanidad pública, universal y gratuíta y contra las privatizaciones programadas por gobiernos ladrones y vendidos, nos devuelven la dignidad como ciudadanos y la certeza de que, juntos, podremos.

      Y una convicción:

      Mucha gente, aparentemente insignificante, es capaz de hacer cosas, aparentemente insignificantes, que acaben transformando el mundo.

      Esa es nuestra grandeza.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Cuento de Navidad



      Ya instalaron las luminarias. Más pequeñas que otros años. Dicen que por los recortes. Manolín no entiende que quieren decir con eso "de los recortes", pero no debe ser muy bueno ya que la gente se enfada y dice palabrotas. Y hay tristeza. Tampoco sabe si es por eso que su padre está siempre en casa. Y que su madre no va a la oficina. Y que a veces discuten. Y que los papás de Nerea, de Martín y de Yeray están cada mañana leyendo el periódico en el casino. Puede que sólo sea una impresión, pero Manolín piensa que algo no funciona bien en el mundo.

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      Iba dando saltitos. Los ojos mirando al cielo. Inmerso en sus sueños de niño.

      Hay mucha gente en la calle, pero él no la ve. Ya se marchó el sol. Muy pronto se encenderán las luces y sobre su cabeza volarán renos que arrastran trineos, crecerán abetos cargados de bolas y serpentinas, rojas, azules y amarillas, y alumbrarán estrellas muy grandes, estrellas vestidas de oro, estrellas vestidas de plata.

      De la casa de Esperancita, muy cerca de la plaza y de la iglesia, llega el sonido de un villancico. Las puertas están abiertas. Allí, al fondo del salón grande y oscuro, preñado de pequeñas luminarias, el precioso Belén de todos los años, con su río y con su noria, con sus casitas blancas y sus campos yermos, con sus pastores y sus cabras, con sus ovejas y sus dos perros. Y el portal con el pesebre, con el buey y con la mula, con María, con José, y con El Niño pequeñito entre pañales y en su cuna, y un ángel que brilla colgado del techo hablando de paz y bienaventuranza. Una docena de vecinos lo observan fascinados.

      Ajeno a todo cuanto sucede a su alrededor, inmerso en su universo mágico, el pequeño tararea con voz muy queda, los versos del villancico que reproduce con esfuerzo el viejo pick-up de Esperancita:

                                                        "Duérmete mi niño chico,
                                                        duérmete y no llores más,
                                                        que cuando te hayas dormido
                                                        con los ángeles reirás."

      Cuando la música calla, sus labios continúan moviéndose. En sus grandes ojos negros han cobrado vida las figuritas de barro que ahora se vuelven hacia él y le sonríen. Y envuelto en una nube, se va con ellas.

      .- ¿Cómo te llamas? - Le pregunta el alfarero -

      .- Me llamo Manuel, pero todos me llaman Manolín. ¿Y tú,... cual es tu nombre? Me gusta mucho lo que haces. Es bonito hacer cosas con el barro. ¿Podrías enseñarme?

      .- ¡Claro que sí, Manolín! Estoy seguro que harías cosas preciosas. Y además, tendrías tiempo para pensar, para charlar, para jugar, para sentir la lluvia, oler el viento, calentarte con el sol. Serías muy feliz. En tus días, según nos han contado los viajeros del tiempo, las personas están demasiado ocupadas haciendo,... bueno,... en realidad no sé bien lo que hacéis. Resulta extraño. Nunca lo pude entender. Perdona, no te quisiera molestar, pero parecéis un poco subdesarrollados. Me da la impresión de que pasáis por la vida sin haber vivido jamás. Bueno, dejemos eso ahora. Me imagino que querrás ir a conocer La Buena Nueva que ha acontecido por estos lugares.

      .- ¿Podría, señor? ¿Sería posible ver con mis ojos a Jesús recién nacido?

      .- ¿Por qué le llamas Jesús? Acaba de nacer. No creo que aún le hayan puesto nombre. Pero claro, claro que podrás verlo. Me han dicho que no está lejos de aquí.

      El Niño calló y protegió su secreto. El alfarero acarició la cabeza del muchacho y metió en su mochila un poco de queso, unos dátiles y un trozo de pan duro.

.- Para que comas algo en el camino. ¡Ah!, se me olvidaba, me llamo Zenón, "el que vive". Cuando quieras, ya sabes donde encontrarme. Me ha gustado conocerte, Manolín.

      El Niño se despidió de Zenón, y se unió a unos pastores que se dirigían con sus ofrendas al portal. Sus tres compañeros de viaje, Mohammed, "digno de ser alabado", Salomón, "aquel que lleva la paz" y Abdallah, "el siervo de Dios", aceptaron gustosos su compañía. Como aquella noche en Belén era realmente fría, cubrieron su pequeño cuerpo con una capa de lana muy gruesa, y para que no se sintiera mal, le dejaron una jaula con dos tórtolas para que pudiera presentarla como ofrenda.

      Ya están cerca. Allí se ve la estrella. Cruzaron un pequeño riachuelo saltando de piedra en piedra, Mohammed con un cordero sobre los hombros, Salomón tirando con fuerza de dos cabras, Abdallah con dos quesos y un ánfora de miel, y Manolín con dos tórtolas en una jaula.

      Una luz de carburo ilumina el interior del cobertizo. Un buey y una mula palían el intenso frío de aquel lugar con el fuego que desprenden sus cuerpos generosos. En un improvisado hogar hecho con tres piedras y un puñado de ramas secas, un hombre joven calienta un puchero de papas y verduras. A su lado, una jovencita, poco más que una niña, amamanta y da calor a un niño recién nacido.

      Los pastores se acercan, saludan a los jóvenes padres y dejan sus presentes a los pies de la cuna. Manolín está petrificado. Apenas puede moverse. ¿Cómo es posible...? El sabe cosas que sus acompañantes no saben, ni siquiera imaginan. ¡Está allí! Dos mil años atrás. Cuando todo comenzó. María le ha mirado y le sonríe. Le conoce..."¡Me conoce!". Se ha puesto a temblar. María le invita a acercarse. Jesús ha dejado de mamar y ahora dormita dulcemente en su regazo. Manolín da unos pasos vacilantes y deja su ofrenda junto al resto.

      Quiere hacerlo. Un impulso irrefrenable le pide que lo haga. Pero no se atreve. María se da cuenta, le acaricia con sus ojos, y ahuyenta sus temores. El pequeño se acuerda de sus padres; y de los padres de sus amigos; y de Don Juan, el del molino, a quién echaron de su casa con su mujer y sus tres hijos porque llevaban tres meses sin poder pagar la hipoteca; y de las filas de mujeres, y de negros, y de moros y de niños, que esperaban a las puertas de Cáritas; y de su pueblo; y de los otros pueblos, de sus tristezas y su rabia. Como le dijo Zenón, el alfarero, aún es muy pequeño para comprender ciertas cosas, pero no, no le gusta como funciona el mundo.

      Al fin se inclina sobre El Niño y besa suavemente su frente. Y al instante se da cuenta, de que ha besado a Dios.