miércoles, 24 de diciembre de 2014

Digresiones. La eternidad.

No hagan caso a estas digresiones. No tienen el más mínimo valor. Es sólo un placentero paseo por los laberintos de mi mente, la búsqueda ilusionada del sentido de la vida.

Digresiones.

La eternidad es un instante, un fogonazo, un suspiro, "este instante".
La eternidad es "este instante" que se hace infinito.
Sólo esta brizna del tiempo importa.
El antes no existe.
El después tampoco.
Ya no existe la culpa castradora.
Ni la ridícula vanidad evanescente.
Sólo el ahora importa. Y yo puedo ser su dueño.
Y cuando sea el dueño de mi vida, de toda la vida contenida en "este instante", ganaré la libertad.
Y quién sabe - aún no lo sé - puede que entonces esté más cerca de alcanzar la felicidad.
Ser niño, ser joven, ser viejo, ¿qué importancia tiene eso? Vivo, y vivo este instante eterno, el único que existe, como absoluto protagonista. Niño, joven o viejo, soy quién da sentido a mi tiempo, quién da sentido a "este instante"eterno.

viernes, 31 de octubre de 2014

"Buscando la luz cuando se acercaban las nieblas de su particular invierno"




Caminar le haría bien, pensó. La mañana se había presentado algo fresca, pero la luz que iluminaba el valle invitaba al paseo apacible y a la búsqueda amable de los enigmas que poblaron su despertar adolescente y que aún le acompañan cuando se acercaban las nieblas de su particular invierno.

Había regresado al pueblo en busca de soledad y de silencio y su apuesta pareció acertada. Apenas se escuchaba el canto del capirote, el golpeo seco de la azada de Melo removiendo la tierra, o el alegre ladrido de Coco avisando de su regreso a casa. Se sentía bien.

Lejos quedaban los momentos en los que, buscando respuestas, planeó retirarse al Monasterio Cisterciense de Silos para sumergirse, durante algún tiempo, en el trabajo, los rezos y la misteriosa fascinación del canto gregoriano. Finalmente eligió asirse con fuerza, a humildes y cercanos paisajes aún vivos en su memoria. Y dio las gracias a su instinto.

Caminaba despacio, cuidando con mimo su maltrecha espalda, y procurando ver, oler, palpar, gustar y escuchar, toda la vida que el pueblo le ofrecía generosamente.

En la montaña de arriba, en la terraza del Observatorio Astronómico, algunas personas se ocupan de los preparativos para la observación de las Perséidas que surcarán el firmamento esta noche. No hay nubes en el cielo, ni se las espera. Puede ser una velada inolvidable.

Sentada sobre un quitamiedos de la carretera - tal vez buscando la mejor cobertura para conectarse con las frías y lejanas tierras que un día dejó atrás - una mujer con rasgos nórdicos teclea su portátil. A ratos levanta los ojos y se va con ellos acariciando olivos, serpenteando barrancos, cabalgando a lomos del imponente Roque Agüayro y solazándose con la apacible serenidad del mar de Arinaga. A sus espaldas, rodeándola, abrazándola, protegiéndola, una cadena de montañas formidables pobladas de tabáibas, chumberas y centenares de seres vivos, cantan la gloria de la tierra. Más arriba, asomado al ventanal de su casa, con un libro de Karin Fossum entre las manos, su compañero, feliz, la observa con cariño.

Ensimismada, tardó unos segundos en darse cuenta de la presencia del extraño paseante. Nunca se habían visto. Sonrieron, se presentaron y se despidieron cortésmente. Ya tendrían tiempo de conocerse mejor, pensaron. Puede que esta misma noche, mientras vuelan las estrellas.

Atravesó el barrio de la Inmaculada y llegó a la carretera principal, la que une a Temisas con Agüimes y Santa Lucía. La atravesó con rapidez - no venían coches - se introdujo en el sendero de tierra que se abría desde el mismo arcén, y comenzó a perderse, cuesta arriba, por entre los sinuosos recovecos del viejo camino real.

Ya llegó a su lugar secreto. No estaba lejos. Apartó algunas piedras, adecentó con sus manos el espacio elegido, se sentó en el suelo de tierra, apoyó la espalda sobre la peña lisa del gran risco y durante un breve instante, cerró los ojos y olvidó.

Y volvió.

Allí estaba ella. Lejos. Mirando el mar. En la cresta del barranco. Colgada de la pendiente. Desafiando al precipicio. Grande, vieja, orgullosa, cargada de frutos, a veces rojos, a veces verde. Con raíces profundas en busca del agua escondida, con tronco el muy ancho y los brazos vigorosos y fuertes. Sin miedo al viento, ni a la lluvia, ni a las tormentas, sin miedo al calor, ni a la sequía pertinaz. Testigo mudo del tiempo, compañera y reposo de eremitas y caminantes solitarios. Allí estaba. Imponente y orgullosa, humilde, honrada y eterna: La Higuera.

Mucho más cerca, un lagarto verde y cabezón le mira curioso desde su trono ardiente de sol. Dos cernícalos revolotean en círculo y trinan con fuerza, no se si cantos de apareamiento o de ataque inminente - debería cuidarse el señor lagarto - Una pequeña nube blanca de algodón que viaja desde el mar a la cumbre, tamiza durante un instante la luz del sol. Todo estaba en armonía.

Pero no había venido hasta aquí para abandonarse al disfrute de una paz regalada. La soledad y el silencio que vino a buscar al paraíso, deberían servirle para obtener respuestas a interrogantes que en la gran ciudad ocultan los ruidos y los miedos, las urgencias y los cantos de sirena.

No le estaba resultando fácil. En su cabeza, un montón de ideas, algunas contrapuestas, casi siempre en nebulosa, pugnaban por presentarse como la tesis más fiable. Hubo momentos en los que creyó lograrlo, y suspiraba aliviado, pero sólo unos instantes después las certezas se derrumbaban y la oscuridad volvía a hacerse dueña de su cerebro. No importaba. Afortunadamente le habían preparado para eso. Volvería a empezar una y cien veces. Su única obligación era buscar, buscar sin rendirse.

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Llevaba mucho rato sentado y su espalda empezaba a protestar. Se levantó, estiró las piernas, y durante unos minutos paseó por el sendero ardiente. Algunos parientes del lagarto verde y cabezón le observaban curiosos mientras se calentaban al sol. Hacía micho calor. Escondidas en los riscos, tras las tuneras y las tabaibas, millares de chicharras anunciaban el rito del apareamiento con un singular concierto de percusión. Pronto regresó a la confortable sombra de su lugar secreto.

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Volvió a sus pensamientos. No acababa de entender por qué pasaba lo que pasaba.

Lo que no admitía dudas era la evidencia de que vivíamos en una sociedad podrida hasta la náusea. Pero eso ya lo vieron y denunciaron hace décadas José Luís Sampedro y Stefan Hessel. A la estela de sus pensamientos y de su testamento vital, nació el 15M - uno de los acontecimientos más hermosos y esperanzadores de este siglo - y desde entonces, ante la inmensa presión de "las Mareas", auténticas protagonistas de la revolución ciudadana, toneladas de porquería quedaron a la intemperie y un aire fétido hizo irrespirable nuestras ciudades.

Han transcurridos algunos años, y desde entonces, no ha amanecido el día en el que no nos abofeteen con el descubrimiento de un nuevo escándalo político, empresarial o sindical, de un robo mayor que el denunciado el día anterior, de otra escandalosa resolución judicial, del enésimo ataque al estado del bienestar, de cientos de imputados que no dimiten, de prevaricaciones, corruptelas y estafas de todos los colores, o del enriquecimiento vergonzante de los de siempre a costa de la miseria y la exclusión de una mayoría esquilmada y humillada.

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El lagarto verde y cabezón advirtió el peligro y con rapidez endiablada desapareció bajo las piedras. La pareja de cernícalos gritó con desespero su fracaso y remontó el vuelo sin tardar no sin antes, evacuar una monumental cagada que a punto estuvo de alcanzar su desprotegida testa. Una brisa ligera y fresca procedente de la cumbre traía olores de tabaiba, romero y pino. En el horizonte, mar y cielo se confundían con sus vestidos azul turquesa. Y el sol los besaba enamorado.

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Mientras gozaba de una paz privilegiada que le avergonzaba disfrutar, sus pensamientos no atinaban a comprender como habíamos caído tan bajo. La sucesión interminable de escándalos que explotaban cada minuto en las calles y plazas de nuestras ciudades habían dejado a la gente en estado de shock. Montañas de basura y vergüenza acabaron por entregarnos un país desolado y humillado.
Se sentía abrumado, espeso, confundido, impotente. No le estaba resultando sencillo hilvanar una línea de pensamiento que pusiera contra las cuerdas todas sus contradicciones.
¿Cómo hemos dejado que nos engañen así? ¿Qué mierda de sociedad hemos construido? ¿Qué ha quedado del estado del bienestar conquistado con tanto dolor y tanta sangre? ¿Quién nos lo ha robado? ¿Dónde ha quedado La Declaración Universal de Derechos Humanos? ¿Para qué sirve?¿Qué es eso que dicen, de que el poder reside en el pueblo? ¿Qué coña marinera nos están contando?

Su cabeza le daba vueltas. Sólo era un hombre. Un hombre igual que otros millones de hombres y mujeres que vivían en su tiempo. Seguro que también ellos se estarían haciendo las mismas preguntas.

Y por su cerebro desfilaron fotografías...

- Y experimentó asco y dolor ante imágenes que mostraban en un mismo plano la desolación y la miseria de unos seres semidesnudos ensartados entre las cuchillas de una valla altísima, asquerosa y sucia, buscando pan y libertad, y la indiferencia opulenta de unos cuantos que a escasos metros juegan al golf entre risas, champagne y promesas de lucrativos negocios.

- Le era imposible aceptar sin estupor, que en una situación de emergencia nacional, durante los años más duros de la crisis, 20 personas de nuestro país almacenaran tanta fortuna como 14 millones de pobres. Y mientras estos datos de bochorno eran dados a conocer por Oxfam Intermón, nuestro gobierno se vanagloriaba proclamando que somos la envidia económica de Europa?

- Era incapaz de entender las muestras de indignación y rabia contra los desmanes de sus gobernantes, y al mismo tiempo descubrir la absoluta sumisión de las masas en las urnas. Imposible comprender el voto de confianza del pueblo esquilmado, en favor de sus ladrones.

- Le producía desasosiego y mucha vergüenza participar activamente en todas las manifestaciones contra la injusticia y la corrupción, y al mismo tiempo constatar como cerramos los ojos, y la conciencia, a nuestros pequeños o "grandes" fraudes personales. Hipocresía y descaro.

- No podía evitar la frustración y la rabia que le producían personas que un día parecieron entregar entregar su tiempo y su vida para la construcción de un país más justo y más libre, y descubrirlas unos años después traicionándose a sí mismas y a las personas que confiaron en ellas. El dinero, el poder, la corrupción, las obscenas puertas giratorias...

¿Qué demonios nos pasa? ¿Por qué nos comportamos así? ¿Cuál es nuestra responsabilidad?

No alcanzaba a comprender tanta contradicción y tanta miseria. ¿Soy víctima o verdugo? ¿Soy pueblo o soy casta? ¿Qué quiero ser? ¿Lo que finalmente sea será fruto de una opción personal elegida libremente, o influirán de forma determinante la casualidad, la educación y la ideología?

Preguntas. Muchas preguntas y pocas respuestas.

. ¿En qué hombre creo? ¿A qué sociedad aspiro?

Educación. Educación en valores. Educación para la libertad. Educación para la ciudadanía.

. Palabras vacías, discursos vacíos, manipulación informativa, corrupción, mentiras.

. Una convicción. Quizás la única. Me niego a aceptar que el horror y la mierda que inunda nuestras ciudades sea una consecuencia necesaria del hecho de vivir. Ese horror y esa mierda la hemos traído nosotros. La ha traído el modelo de seres humanos que nosotros hemos construido. Por egoísmo, por desidia, por omisión o por haber sido educados en una cruel concepción del mundo.

. Añadiría una segunda convicción. Deberíamos acabar con tanta porquería. Y empezar de nuevo.

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Se está haciendo tarde. Está cansado. Hace bastante calor. Sacó un botellín de agua de su mochila y bebió con deleite. No estaba fresca, pero apenas le importó. Iba siendo hora de regresar. Con sumo cuidado, procurando flexionar las piernas para que la columna no sufriera, se levantó de su palco. Al tiempo, un ballet silencioso de pequeños seres vivos se movió con él.

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No había conseguido mucho. Las contradicciones seguían ahí. Su perplejidad, su indignación y sus dudas, eran prácticamente las mismas que ayer. Puede que necesitara más tiempo. O puede que nunca obtuviera todas las respuestas. No importaba. Seguiría preguntando, seguiría buscando. Hasta el final.

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En el guachinche del chorro santo le esperaban Pepito López, José Manuel Arbelo (el anfitrión) y Mario Villanueva. Una cervecita fresca y unas papas arrugás calentitas estaban ya sobre el mostrador. ¡Buen provecho!














































































































miércoles, 8 de octubre de 2014

30 DE MAYO DEL AÑO 2015.




Las sombras se iban retirando lentamente mientras la ciudad despertaba entre bostezos y lánguida parsimonia. Era festivo y sus habitantes remoloneaban entre las sábanas apurando los últimos instantes de aquel regalo inesperado, y lo hacían perdidos y algo perplejos entre los laberintos y la niebla de los sueños de la noche. Todo parecía vulgarmente cotidiano y hubiese sido un día más, sin pena ni gloria, de no ser porque el calendario que tenía sobre su mesa de estudios tenía subrayado, con un inquietante círculo rojo, la fecha del 30 DE MAYO DEL AÑO 2015. Es decir: Hoy.

Todo comenzó para él hace nueve años. Era el verano del 2006. Casi al final de su viaje iniciático por la cordillera Andina, mientras sus compañeros de travesía decidieron escapar del mal de altura y del calor asfixiante de las calles de La Paz (Bolivia) refugiándose bajo los grandes ventiladores de la cafetería del hotel, Miguel decidió perderse por última vez por entre los sinuosos laberintos de la biblioteca nacional. Quería encontrar el manuscrito del que le habló el viejo chamán que vivía en las estribaciones del parque arqueológico del Machu Picchu, muy cerca del observatorio astronómico que los Incas utilizaron hace más de quinientos años para observar los fenómenos celestes. Si fuera cierto lo que aquel hombre había dicho aquella noche de avistamientos y éxtasis, si aquel manuscrito existiera y corroborara sus predicciones, su vida y la vida del mundo conocido, iban a ser testigos de un descomunal alumbramiento planetario. "¿Las profecías del evangelista San Juan?"

Y allí estaba. Pequeño. Insignificante. Frágil. Perdido entre miles de soberbios incunables al fondo de un pasillo angosto y oscuro, protegido por el polvo de muchos siglos y la indiferencia estúpida de los estudiosos y los soberbios.

Le temblaban las manos, sus ojos se llenaron de agua y se le aceleró el corazón. Estuvo a punto de caerse tras un vahído súbito. Se apoyó como pudo en la estantería que estaba a sus espaldas. Había evitado romperse la crisma y montar un fregado que no le convenía estando tan lejos de casa. Cerró los ojos. Respiró hondo,... y leyó,... y, casi ciego, volvió a leer. Y miró los dibujos, y los planos; los de la tierra y los del cielo, y una fecha. Subrayada y repetida. Enmarcada. Entronizada. 30 DE MAYO DEL AÑO 2015, según el calendario romano adecuado por el rey Numa Pompilio (753 - 674 a.C.) y por el que hoy contamos nuestros días, y unas iniciales, las que correspondían a su nombre y apellidos según la gramática de la lengua de Cervantes. Conmocionado, dejó que su espalda se deslizase suavemente por entre los estantes hasta quedar sentado en el suelo, sobrecogido y perplejo.

Todo estaba allí, letra a letra, línea a línea, desnudo y diáfano, como le reveló el chamán que nunca salió de su aldea, como imaginó cada noche desde que se produjera aquella conversación en la tierra sagrada de los Incas, como describe, entre brumas y entre gloria, el fascinante libro de San Juan: "Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca." (Apocalipsis, cap.1, vers.3)

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Regresó a su casa, a sus clases, a sus afectos, a su rutina. Pero ya nada fue igual. Ni para él, ni para los que vivían cerca. Se comportaba de manera extraña, como si el tiempo que estaba viviendo estuviera fuera del tiempo, como si las personas y las cosas que le rodeaban fueran tan sólo figurantes de una obra aún por estrenar, como si perteneciese a un mundo virtual o paralelo que muy pronto desaparecería para alumbrar una tierra que mana leche y miel y en la que todos los seres aprenderían a vivir en armonía. ¡Si pudiera revelar su secreto! ¡Si pudiese prestar sus ojos para que todos viesen lo que él veía! De cualquier forma ¿quién iba a creerle?

Se acercó a la ventana y miró a la calle. Lloviznaba. //"Mejor sería que jarreara con fuerza y se llevara tanta porquería de una puta vez"// La temperatura era agradable; como siempre. Desapareció la lluvia. Ya llegan los primeros paseantes. Algunos secan los bancos con un pañuelo y se sientan. Bencomo afina su guitarra y deja la funda abierta por sí alguien quisiera colaborar. Ya huele a churros y a pan caliente en el cafetín del mercado. En la terraza de la esquina, Ramón sirve el primer desayuno a una pareja de ancianos; por sus gestos y por sus risas parece que son clientes habituales. Suenan las campanas de la Iglesia. Están llamando a misa. Hoy es fiesta en las islas. En el parque, dos jardineros recortan el césped, abren los aspersores, y barren el suelo con dos enormes ramas de palmera. Una pareja de la policía municipal se deja ver por el lugar. Una niña-vieja, desaliñada y muy flaca, se aleja arrastrando los pies y ocultando sus ojos vidriosos y sus brazos con mil agujeros.

A escasos kilómetros de allí, en el Observatorio Astronómico de Temisas, Mario Villanueva conduce a un grupo de estudiantes del Instituto de Agüimes en un emocionante viaje por la Galaxia.

Parece llegado el momento.

30 DE MAYO DEL AÑO 2015. Hoy. Será a la hora de Vísperas. Cuando el sol se oculte tras el horizonte y la tierra comience a teñirse de rojo y de oro. Cuando en el aire se confundan el ruido infernal de mil guerras y el dulce canto gregoriano de los que aún esperan.

De repente se encontró en La Cueva del Gigante. ¿Ensoñación? ¿Realidad? ¿Cómo llegó hasta aquí? No lo sabe. Desde este inquietante observatorio astronómico creado por los Guanches, sus ojos contemplan extasiados el valle silencioso, el Roque Aguayro y el mar de Arinaga, la belleza prístina de un mundo incontaminado. ¿Qué sabrían aquellos hombres primitivos de lo que ocultan las estrellas? ¿Mantenían algún tipo de comunicación con inteligencias venidas de muy lejos?¿Conocían las profecías recogidas en el manuscrito de La Paz? No tenía respuestas, pero sin duda, este lugar ha de ser el punto de encuentro.

Llegó el momento. Temblaba. El sol desapareció tras los riscos. Una luz blanca y cegadora cubrió por completo el lugar. Su resplandor podía contemplarse desde la costa de Arinaga hasta el Pico de las Nieves. En el aire, notas de Bach, Mozart, McCartney, Cohen, Totoyo, Grieg,...las más bellas melodías que alumbraron los hombres, envuelven y escoltan a un ser armonioso y traslúcido que se acerca y se inclina ante él // "Almirante - dice con voz metálica - queda poco tiempo. El gran impacto está a punto de producirse. Esperamos sus órdenes"// Miguel asiente, mira por última vez a sus amadas montañas, y ordena la evacuación.

Casi al instante, millones de naves venidas desde miríadas de años luz aterrizan en cada rincón del planeta, abren sus compuertas, y repletas de asustados "terrícolas", emprenden la Gran Evasión. En un instante, todas desaparecen tras las estrellas. Casi al mismo tiempo, las tinieblas se adueñaron de la tierra.

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Madrugada del uno de junio del 2015. Ha llegado la noche y hace fresco en la montaña de arriba. El Observatorio está repleto de gente. Han venido desde todos los puntos de la isla. Los Temiseros se sienten orgullosos. La Fundación anuncia para esta madrugada la mayor lluvia de Perseidas en cien años. Ni una nube en el cielo. A escasos metros de allí, en la Cueva del Gigante, un hombre joven, profesor de ciencias naturales y astrofísica, escruta el firmamento buscando respuestas. Se ha dejado caer sobre el suelo de piedra. Parece desconcertado. Perplejo. ¿Habrá sido un sueño? ¿Y si en realidad fuera "uno de ellos"?

En la puerta de la cueva aparece Mario //"Vamos Miguel, te estamos esperando"// //".... perdona Mario, me había despistado. Vámonos ya."// Al salir miró a las montañas. Continuaban allí. Majestuosas. Formidables. Sonrió, aspiró con fuerza el aire de la noche, y guardó su imagen entre los tesoros de su memoria.

Y se fue junto a los otros, a gozarse con las estrellas... ¿?


miércoles, 1 de octubre de 2014

¿A qué lugar te fuiste, amor?




.- ¡Holaaa!, ¿Hay alguien en casa?... Mamá, ¿estáis ahí?


.- ¿Qué tal, mi hijo?, pasa; estoy en la cocina.


.- No hace falta que lo jures. Aquí huele a gloria. ¿Qué haces, cocido? ¡Dios mío! Ya le gustaría a los de Lardy hacer un cocido como este. ¿Hay comida para mi?


.- Tu verás... para ti y para un equipo de fútbol. ¡Qué cosas dices!


Mientras su madre cuidaba con mimo tres fuegos a la vez, Javier la abrazó por detrás, y besó zalamero su frente y sus mejillas.


.- Ten cuidado que te puedes quemar...


.- Pero, ¡qué linda es mi viejita!


.- Te quiero, precioso...Y los niños, ¿están bien?


.- Muy bien. Pronto los verás. En una hora estarán aquí dando guerra. Lucía pasará por el colegio.

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.- ¿Y papá, mamá?... ¿Cómo está papá?

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La mañana se había presentado soleada y un poquitín fresca, pero ahora, al llegar el mediodía, un calorcillo agradable invitaba a sentarse en el porche o bajo el gran arce que estaba en el centro del jardín. Los árboles estaban muy grandes. Aún recuerda cuando ayudó al jardinero a regarlos por primera vez. Eran pequeñitos y muy frágiles. "¡Cómo pasa el tiempo!"- pensó - Los ciruelos rojos se habían vestido de rosa fuerte, casi púrpura. En la rama más alta de uno de los abetos se balanceaba un pequeño jilguero con la cabeza de colores. Los macizos de rosas, blancas, rojas y amarillas ponían, aquí y allá, el contrapunto luminoso a la alfombra verde del césped. Un camino de lajas, de piedra rojiza, unía el salón de la casa con un pequeño huerto que en los veranos daba tomates, calabacines, pimientos y pepinos. Una vereda formada con traviesas de madera de viejas vías de tren, unían el porche con una barbacoa de obra. Dispersas entre el sol y la sombra, varias tumbonas invitaban al descanso relajado.

Con sumo cuidado, procurando deslizarme más que pisar, me acerqué a la terraza acristalada que daba al jardín. Ni un ruido. De vez en cuando, el canto armonioso de un jilguero o el áspero grito de un grajo. Nada más. Sentado en una butaca blanca de resina, bajo la sombra del gran Arce, con las manos sobre las rodillas, y mirando al infinito, como ausente, se solazaba mi padre, mi amado y dulce padre.

No quería que me viese. Aún no. Faltaba tiempo para que los niños inundasen de gritos la casa y agitasen, inmisericordes, los inescrutables mundos del abuelo. Quería seguir allí, mirándole. Acompañándole sin tocarle, riendo si percibía que reía o llorando cuando sus gestos delataban pena. Amándole. Intentando comprender. En silencio.

Vestía pantalón de pana beige, jersey de nudos marrón, de cuello vuelto y botas de ante del mismo color. En el suelo, junto a su asiento, la gorra que nunca se ponía. Sobre sus rodillas, un libro. Sus manos sobre él. Ya no leía. No podía... Pero le gustaba acariciarlo, abrirlo y volverlo a cerrar. A veces lo subía hasta su pecho y lo abrazaba. ¿Quién sabe?... Puede que ahora estuviera con Marco Polo viajando por la ruta de la seda, o en un cafetín del Cairo con su adorado Naguib Mahfuz, o viajando por mares intrépidos con el Capitán Trueno... No sabía que vidas estaría viviendo, ni por qué habría escapado de ésta, pero se le rompía el corazón cuando descubría que no era capaz de reconocerle como a su hijo. De todas formas, los peores momentos llegaban con sus pequeños instantes de lucidez. Entonces, en silencio, las lágrimas bañaban su barba blanca y su rostro reflejaba todo el horror de la verdad. Y yo no era capaz de soportarlo.

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Estaba en la grada. Siempre estaba en la grada cuando yo jugaba. Me miraba y sonreía. Aplaudía y me animaba. Ganara o perdiera, para él, yo siempre era el mejor.
Con mamá cada domingo íbamos juntos al cine. Después merendábamos chocolate con churros o tomábamos algún helado. Bueno, mamá prefería pedir tortitas con nata y sirope de fresas. Era su manjar preferido.

Cuando llegaba el buen tiempo cogíamos la mochila y una tienda canadiense y hacíamos senderismo. A papá le gustaban las montañas y la vegetación y los animales que vivían en libertad. Le gustaba tumbarse sobre la hierba y mirar a las estrellas. Y que yo estuviera a su lado; también tumbado; con mis pequeñas manos bajo la nuca, como las ponía él, y asaeteándolo a preguntas, aunque no tuviera respuestas para todas y me prometiera estudiarlas más tarde.

Con mis estudios era exigente. Me decía que era importante estar preparado y que eso sólo dependía de mi. Cuando llegaba del trabajo me preguntaba si podía ayudarme. Le encantaba hacerlo. Si algo no sabía, procuraba encontrar a alguien que me enseñara.

Un día me sorprendió en la calle con Lucía; yo me puse colorado y él sólo me dijo, "adiós". Al llegar a casa me sonrió y dijo que era muy guapa; "Se parece a mamá"- dijo - "Procura que sea feliz."

Sin apenas darme cuenta, me descubro hablando de papá en pasado. Es terrible, Es injusto. Pero ocurre. Y me siento mal. Y no acabo de aceptar que este ser, perdido, sin memoria, sin historia, al que ahora estoy viendo en el jardín, pueda ser el mismo que hace tan sólo unos meses llenaba de alegría mi vida, la vida de mi madre, la de Lucía y la de sus dos nietos. No resulta fácil admitir que este hombre desvalido, menesteroso, e inerme, sea el mismo que sus amigos, sus compañeros y sus alumnos idolatraban como a un auténtico referente. Pero mi padre está aquí. Vive. En su casa. En mi casa. Asustado. Indefenso. Perdido. Atrapado por una enfermedad atroz, implacable. Y yo quiero amarle. Aunque él no se de cuenta.

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Dejé la terraza y volví de nuevo a la cocina. Me quedé en la puerta. Ya no se escuchaba el silbido de las ollas. Mi madre se afanaba ahora en separar, ordenar y limpiar. Esta vez no le hablé ni me acerqué. Quería mirarla sin que ella lo advirtiese. Sonaba la radio. A mi madre le gustaba escucharla mientras trabajaba, los sábados especialmente. Decía que la música que ponían era buenísima. Era la Ser. El trabajo y la radio le ayudaban a no pensar. Una artimaña más para escapar de un enemigo despiadado.

Era una mujer joven, aún no había cumplido los cincuenta y cinco, casi diez menos que su marido. Comenzó a trabajar en una productora de cine antes de acabar sus estudios en una escuela de imagen y sonido. Desde entonces, y hasta que decidió solicitar la excedencia, nunca dejó de ir al trabajo. Por responsabilidad y porque le gustaba lo que hacía. Pero no tuvo dudas. Cuando se confirmó el diagnóstico decidió dejar el trabajo. Quería estar a su lado. Su jefe le ofreció un año de excedencia, ampliable si fuese necesario. Lo agradeció. Su estado de shock le había impedido pensar en esa posibilidad.

Ahora, casi seis meses después, el hijo observaba con ternura y con insufrible pena, el deterioro físico y mental de aquella mujer fuerte y generosa, de la que nadie hablaba pero que cargaba sobre sí, en soledad, todo el peso del horror y del olvido.

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.- ¿Qué hace usted en mi casa? - le espetaba Manuel -


.- Soy yo, mi amor, Paula. Anda, tienes que comer.


.- ¿Ya están encendidas las luces?... ¿Y usted quién es?


.- Anda, vamos adentro. Aquí hace fresco.

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¿Adónde se fueron los besos, adonde las caricias, adonde los largos paseos cogidos de la mano? ¿En qué lugar se refugian ahora los recuerdos, las ilusiones, los sueños de tantos años de vida juntos?

Maldita enfermedad. Maldito Alzheimer.

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Mi padre está ya en el salón. Sobre el sofá grande dejó la chaqueta de lana que le colocó mamá en el jardín. Se sentó en su sillón de oreja y encendió el equipo de música, luego ojeó algunos CD, eligió uno de Norah Jones, y se abandonó a su disfrute. Al poco quedó dormido. Al verlo tan pequeño y perdido, no pude contener la rabia. Me acorde de los millones de personas que viven día a día pendientes de un nuevo hallazgo, de un nuevo descubrimiento, de un nuevo medicamento que les devuelva la esperanza.

Y mientras, quienes nos gobiernan, recortan una y otra vez las migajas que destinan a la investigación sanitaria, porque sí, porque así lo han decidido desde su torre, porque así se lo ordenan desde otras torres. Y se cancelan proyectos, y se expulsa a investigadores, y se cierran centros de salud. Y se afanan en la destrucción de la sanidad pública al tiempo que preparan la alfombra roja para el desembarco de la empresa privada. Su empresa privada. Y nos roban hospitales. Y nos hurtan la inversión de un montón de años en la formación de médicos y enfermer@s. Y se instaura el "repago" farmacéutico. Y se eliminan las ayudas a la dependencia. Y se expulsa a los inmigrantes del sistema. Y se expulsa a los más pobres del sistema. Y se cancelan proyectos, y se exilian investigadores, y se cierran centros de salud. Y si no los echamos pronto, acabarán destruyendo el propio sistema, el que conquistaron con dolor y con sangre, nuestros padres y los padres de nuestros padres, la gloria de nuestros desvelos, la Sanidad Pública, Universal y Gratuíta.

Y dirán que no hay otro remedio, y es mentira.

Y dirán que nos obligan desde Europa, y es mentira.

Y dirán que es por la herencia recibida, y es mentira.

Detrás de todo lo que está ocurriendo existe un programa ideológico muy claro, una hoja de ruta calculada y una virulenta y sospechosa crisis financiera (¿imprevista?¿provocada?¿consentida?) que les ofrece la disculpa necesaria para lanzar, con la mayor impunidad, el ataque más perverso y devastador contra los derechos ciudadanos y el estado del bienestar que jamás haya sufrido la democracia. Y ya están donde querían. Los ricos son cada vez más ricos y la inmensa mayoría, cada vez más pobres. Y lo que es peor, nuestra pérdida de derechos es tal, que es fácil pensar que muy pronto dejaremos de ser ciudadanos para convertirnos en siervos.


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Ya llegaron los niños. Y la casa se vistió de luces.













































Publicado por Antonio Cerpa en 11:12
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domingo, 28 de septiembre de 2014

"Ellos están por aquí"




Y la oscuridad se adueñó de la ciudad.

Era una cálida noche de primavera. Las terrazas de la gran avenida estaban atestadas de gente. Las puertas de los teatros vomitaban miles de espectadores mientras contenían a duras penas filas interminables que aguardaban ansiosas el comienzo de la última sesión. Las aceras estaban abarrotadas de turistas que "disfrutaban" a su manera de la afamada vida nocturna de la ciudad. Un grupo de japoneses se entretenían fotografiando el gran atasco del tráfico rodado. Millones de bombillas de múltiples colores pugnaban por sustituir al sol creando la falsa ilusión de días interminables cargados de luz y de magia. Misión imposible encontrar un hueco en bares o restaurantes. Corría el alcohol, las cervezas caras, el marisco y el jamón ibérico de bellota. Pandillas de adolescentes pegados a sus móviles estrenaban el rito iniciático de su primera noche de libertad entre risas estentóreas y muchos empujones. Una mujer joven apoyada en un farola y maquillada con exceso, susurra a un hombre que camina sólo: //"Hola tesoro, por cincuenta euros te llevo a la galaxia"//. //"Muchas gracias señorita, es usted muy amable, pero yo ya vengo de allí"// - respondió el hombre con voz metálica y mucha ingenuidad - Luego miró fijamente a lo alto y no le importó que la gente tropezara con él. El firmamento, azul oscuro, aparecía completamente limpio. No se veían estrellas. Tampoco la luna, aunque puede que esta permaneciera escondida tras los altos edificios. Un objeto brillante apareció de repente y se detuvo sobre la vertical del asfalto. Nadie pareció darse cuenta. La gente nunca miraba a lo alto. Sólo lo hacía el señor de voz metálica que iba solo. Súbitamente el hombre pareció desvanecerse y el objeto que brillaba en lo alto desapareció más rápido que la luz.




Como por ensalmo, y sin poder asegurar que nada de lo contado hasta ahora tuviese alguna conexión - ni tampoco lo contrario - el aire se tornó liviano y frío. Cayeron unas gotas. Grandes, pesadas, espesas. Y comenzó a llover. Y a llover. Y a llover. Llovía como si el cielo se hubiese desesperado. En cuestión de segundos, un batallón de nubes negras cubrieron por completo la ciudad, abrieron sus compuertas y descargaron en un instante todos los mares y ríos que habían robado.




La gente se llena de espanto, huye, se empuja y se maldice. Las calles se anegan, las tapas de las alcantarillas saltan por los aires y decenas de agujeros negros se convierten en aliviaderos de presas a punto de explotar, contenedores y coches navegan y se atascan sobre el asfalto, el agua supera las aceras y ahora compite con hombres y mujeres por la ocupación de los portales. Y la gente sube escaleras arriba, y el agua sube escaleras arriba. Las azoteas se convierten en piscinas y ahora se desbordan y precipitan como cascadas sobre los ríos que son las calles. Dos ciclistas que perdieron el equilibrio antes de alcanzar la parte más alta de la calle son arrastrados cuesta abajo por la riada, y lanzados con fuerza contra autobuses, automóviles y toda clase de mobiliario urbano como si fueran las bolas de acero de una máquina recreativa. Decenas de cuerpos son arrastrados, tumbados, pisoteados, aplastados. Y aparece el viento, violento, huracanado, destructor. Y vuelan las sillas y las mesas y las luces de neón. Y la fuerza del agua, y la fuerza del viento destruye ventanas y balcones, y rompe en mil pedazos los cristales blindados de bancos y escaparates. Los árboles troncharon, farolas y semáforos quebraron, y se fundieron todas las bombillas. Y el sonido de los lamentos apagaron finalmente el estruendo de la tormenta. Y la oscuridad se adueñó de la ciudad.

Cuando la calle enmudeció, decenas de objetos brillantes iluminaron el cielo. Instantes después, desaparecieron.

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Habían pasado más de veinticinco años desde aquella infausta noche de la primavera del año 2015. Agustín Latorre, catedrático jubilado de Lógica y Metafísica en la Universidad Complutense de Madrid, y desde hace unos años retirado en la isla canaria de La Palma, y su nieto, Airam Santana Latorre, a punto de licenciarse en Matemáticas por la Universidad Politécnica, habían decidido reencontrado en la capital después de más de diez años de ausencias. Nunca habían hablado de ello. Tal vez había llegado el momento.

Y Agustín pensó que sería bueno pasar el día en un paraíso cercano al que no regresaba desde que su hija mayor, la madre de Airám, cumplió los dos años.

Año 2039. Rascafría. Claustro del Monasterio de Santa María del Paular.

.- Abuelo, ¿tu estuviste allí?

.- No, Airam. Los que estuvieron allí, murieron todos.

.- ¿Ahogados?

.- Ahogados, golpeados, aplastados, aterrorizados...

.- ¿Cuántos murieron?

.- Nunca dieron una cifra. Pero se decía que más de tres mil

.- Fue algo extraño, ¿verdad? ¿Cómo lo explicaron?

.- Nunca se explicó. Creo que se sintieron desbordados, perdidos, asustados.

.- ¿Asustados?...¿Qué quieres decir?

.- Algunos pensamos que lo que ocurrió no fue una falla de la naturaleza. Pareció más bien un ensayo. Un ensayo perfectamente programado. A fin de cuentas ¿qué son tres mil personas? En el Tsunami del índico murieron doscientas treinta mil personas y en el terremoto de Haití más de trescientas mil. ¿Pasó algo? ¿Investigó alguien?
Todo lo que ocurrió, y como ocurrió, fue realmente insólito.

.- He oído que os acusan de paranoicos.

.- Sí. Y de conspiranóicos. Y no han dudado en utilizar toda su maquinaria de propaganda para calumniar y silenciar. Y lo que es más grave, para construir una verdad paralela que la inmensa mayoría se traga sin pensar ¿No querrás que te explique quién tiene el poder sobre los medios, y para qué los quieren?

.- Abuelo y...¿el hombre de voz metálica que aparece en tu narración, quién era? ¿Se supo algo de él?

.- Desapareció. Le buscamos durante mucho tiempo. Fue inútil. Tal vez se fue con los otros.

.- ¿Los otros? ¿Te refieres a los objetos brillantes que aparecieron y desaparecieron en el cielo? ¿Qué se sabe de ellos?

.- No lo sé, hijo. No creo que nadie lo sepa. Pero estoy seguro que todavía están aquí.

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Los ecos de la liturgia de las Horas inundaban cada rincón del Monasterio. Abuelo y nieto, sentados al fondo de la capilla, intentaban sumergirse en el dulce ensueño del canto Gregoriano.

Al terminar los oficios, monjes y visitantes acudieron en perfecto orden al refectorio. Mientras comían, en medio del silencio monacal, el Abad se acercó al atril situado en medio de la sala, abrió el libro sagrado y con voz grave y "metálica", leyó:

"Bienaventurado el que lee,
y los que escuchan las palabras de esta profecía,
y guardan lo que en ellas está escrito,
porque el tiempo está cerca."
( Apocalipsis de San Juan )

Silencio.


miércoles, 10 de septiembre de 2014

La fotografía.

He posado el dedo índice en el centro de la foto. La imagen ocupa ahora toda la pantalla de la tableta. He apagado la tele. Mi casa está en el campo, es de noche y un dulce silencio envuelve la habitación. No puedo apartar los ojos del sol, las montañas, los árboles, el muro de piedra, la tierra roja, las hojas doradas, los colores, los ardientes colores. Y no puedes entender que los habitantes de este mundo seamos incapaces de vivir en armonía con tanta perfección y tanta belleza.
Olvidaré por un instante todo el dolor, el egoísmo y la miseria que hoy he conocido. Me quedaré un rato largo contemplando este regalo, llenaré el silencio con música de Grieg y pensaré que mientras los hombres y las mujeres seamos capaces de emocionarnos con una puesta de sol, aún habrá tiempo para seguir creyendo en utopías.

sábado, 6 de septiembre de 2014

¡Qué cara es la libertad querido Diego!




¡Qué cara es la libertad querido Diego! Cuando ya nos creíamos a salvo de los miedos, de todos los miedos, aquí me tienes, incapaz de escribir dos líneas seguidas sin que me vea obligado a borrar todo para volver a empezar. No, no es por los de siempre. Ellos no tienen la culpa. Esos ya saben donde estoy yo y yo se donde están ellos. No hay necesidad de fingir. Ocupamos nuestro espacio y desde él, a veces disparatando, otras con dialéctica más humilde, intentamos argumentar, convencer, conseguir la hegemonía.

¿Qué quieres decirme entonces? ¿A qué viene tanto rodeo? ¿A qué o a quién temes?

¿Te acuerdas de Aleksandr Solzhenitsyn y su "Archipiélago Gulag"? ¿Recuerdas las campañas de desprestigio que tuvo que soportar de los "purísimos" defensores de la ortodoxia Staliniana - los de dentro y los de fuera - por atreverse a cuestionar y denunciar lo que se suponían desviaciones e injusticias del sistema? Calumnias reaccionarias, decíamos ¿Te acuerdas? ¿Acaso no participamos nosotros también? Y me da miedo Diego. No quiero que nos vuelva a pasar.

Parece que ha pasado mucho tiempo, pero en realidad ocurrió ayer. ¡Qué explosión de alegría! Apenas lo podíamos creer. ¿Sería posible que aún pudiéramos recuperar la esperanza? José Luis San Pedro y Estéphane Hessel vivían aún. Eran símbolos, referentes. Escuchábamos sus voces, leíamos sus escritos, sus proclamas. Y les veíamos vivir. Sobre todo, les veíamos vivir. Y nació el 15M. Y ocupó pacíficamente la Puerta del Sol de Madrid, el kilómetro cero de España. Un símbolo más. Hasta allí llegaron en manifestación muchos colectivos, gentes de muchos lugares, universitarios y trabajadores, hombres y mujeres, personas mayores curtidas en mil batallas y jóvenes, muchísimos jóvenes, desencantados, hastiados, escépticos, cabreados. Y acamparon allí. Se sucedían las asambleas, las puestas en común, se proponían iniciativas, se discutían, se debatían en libertad. Y concluímos que ya estaba bien, que no aguantábamos más a tanto chorizo, a tanto inútil, a tanto irresponsable, que no queríamos seguir siendo marionetas de políticos y banqueros, que el sistema hacía aguas por todas partes, que los pobres eran cada vez más pobres y los ricos cada vez más ricos y que teníamos que reinventarnos. Ahora o nunca, nos decíamos. Y pensamos que era posible. Y el movimiento se extendió por todo el país y por Europa y por el mundo, y llegó a la Gran Manzana, a las mismas puertas de Wall Street. Otro símbolo. Éste, el de la corrupción y la especulación planetaria.

Bueno Diego, aquí me tienes de nuevo, mareando la perdiz, refugiándome en historias placenteras que me protejan del posible ataque furibundo de los más cercanos - que son los que realmente hacen daño - y sin atreverme a enfrentar la situación que me preocupa con serenidad y con libertad. Este es realmente el problema.

Me preocupa lo justo la descalificación calumniosa y grosera, o la estructurada y sibilina, urdida en conocidos cenáculos del poder económico, político o mediático. Dominan como nadie la fuerza de la propaganda ( discípulos aventajados de Goebbels) Sabemos que les horroriza el debate, la dialéctica inteligente y honesta, la confrontación de las ideas. Cuento con ello. Les conocemos. Siempre se comportaron así. Así llegan al poder y así lo mantienen. Resulta menos engorroso. Nuestro afán debiera centrarse en descubrir sus vergüenzas y exponerlas al escarnio ciudadano. Pero sobre todo, en no imitarles.

Porque, si de lo que se trata es de regenerar la vida pública y alcanzar una democracia real, participativa y libre en la que prime sobre todas las cosas el interés general, no podemos engañar a la gente con discursos y programas a medias. Debemos aceptar el debate y la crítica ( "el que se considere libre de falta, que tire la primera piedra" Juan 8:1-7 ) No parece muy sensato presentarse ante la gente exhibiendo una supremacía moral que sólo el tiempo y la prąxis política podrán certificar. Y sobre todo, no revela buena salud democrática, responder - por sí o por otros - a la discrepancia o la crítica respetuosa, con desafueros, calumnias, escarnios o descalificaciones grotescas (eso, dejémoslo a la caverna), y mucho más incomprensible, cuando los destinatarios son personas de probada e intachable trayectoria en la lucha por las libertades y la justicia social. De verdad, chirría. Y chirría aún más, cuando estas actitudes provienen de movimientos a los que hemos acogido con enorme esperanza.

La democracia no consiste en depositar nuestro voto en la urna. Nos lo han repetido mil veces y mil veces nos han mentido. Y así han gobernado.

La democracia es participación ciudadana. La democracia se ejercita mediante el voto individual, pensado, ponderado, estudiado, libre, plenamente humano. Y para eso se necesita la confrontación de las ideas, de los programas. Se necesita información. Toda la información. Necesito saber que quieren hacer con mi ciudad, con mi país y que quieren hacer con mi vida. Tenemos derecho a ello.

Y si el destinatario de sus proclamas y sus discursos es el pueblo, dejen de mirarse con tanto narcisismo el propio ombligo, abandonen de una puñetera vez el "y tu más", y no se presenten ante nosotros como los únicos puros, decentes y sin mácula. Déjennos la evaluación a la ciudadanía. Que no somos tontos.

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Nota.- Conscientemente he evitado citar con sus siglas a ninguna formación política. Creo que no será difícil situarlas en el tablero de mi humilde reflexión. Que cada cual extraiga sus conclusiones. Eso sí, es sólo la opinión respetuosa de un ciudadano libre.































sábado, 30 de agosto de 2014

Tetuán. El amor y la pena.




Said no dejaba de mirar el gran reloj de pared de la tienda del abuelo. Las agujas marcaban las siete menos cuarto de la tarde. Parecía nervioso. Pronto sería la hora. Es el callejón de las especias en la Medina de Tetuán.

Como cada día, un continuo ir y venir de gentes, carros, burros y bicicletas, perpetúan un decorado eterno, perfecto para disfrutar del inevitable regateo que emociona y enloquece a los turistas y divierte y dignifica al orgulloso vendedor del zoco. Justo en la puerta, invitando al goce y el placer de los sentidos, doce grandes sacas, con sus enormes bocas abiertas, beige, rojas, amarillas y verdes, rebosan pimienta, cúrcuma , comino, pimentón y semillas de anís. Sobre el pequeño mostrador de madera, una vieja balanza berkel de precisión alemana, sin sorpresas ocultas.

Algunos hombres se dirigen a la Mezquita. Pronto, desde lo alto del minarete, el muecín llamará a la oración. El muchacho acaba de extender su alfombra sobre el cuidado piso de tierra batida. Parece que tiene prisa, pero por nada del mundo dejaría de cumplir con el rezo. Justo al lado, una jofaina de loza blanca contiene el agua para las abluciones. Abdel Alim, su abuelo, atiende a una pareja de turistas americanos que compran especias subyugados por su belleza . No saben muy bien que harán con ellas, pero en estos momentos, eso les importa poco. Imposible no caer rendidos ante tanta hermosura.

Del bullicio que ensordece, al suave susurro de millares de plegarias recitadas quedamente....

. "Allahu Akbaru" ( Allah es el más grande ), recita el muecín.
. "Allahu Akbar", repite el creyente.
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. "Ashhadu an la ilaha illa Llah" ( declaro que no hay más Dios que Allah )
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. "Ashhadu Anna Muhammadan Rasulu Allahu" ( Declaro que Muhammad es el enviado de Allah )
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. "Allahu Akbar" ( Allah es el más grande )

. "La ilaha illa Llah" ( no hay más Dios que Allah )

... y los turistas guardan respetuoso silencio.

Calla el muecín y regresa el bullicio, el regateo y el ruido. Toda la alegría y la vida de la Medina.

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María prepara con mimo una bandeja con milhojas de nata y otros tipos de hojaldre. Es sábado y la pastelería está hasta arriba. Se la ve contenta. Al principio le costó manejar los tocinitos de cielo que escapaban entre sus dedos como pastillas de jabón, pero superada la prueba, se sentía feliz con su nuevo trabajo. Apenas tenía dieciséis años, pero ya tenía tras sí un currículum laboral que muchos adultos no alcanzarían nunca. Con apenas doce años trabajó como auxiliar de farmacia durante unas vacaciones escolares. Luego, ya a tiempo completo, la contrataron en una empresa de importación y exportación propiedad de unos judíos . La ciudad era pequeña y no resultaba fácil que a un astuto empresario catalán se le escapara un mirlo blanco como aquel. Poco tiempo después, María era feliz entre las estanterías de la librería Escolar. Puede que fuera su trabajo soñado. Amaba los libros.
Pero la ciudad era pequeña para todos, y otros negocios se fijaron también en las cualidades de aquella niña que parecía nacida para el comercio. Y el astuto, pero rácano empresario catalán, se quedó sin María y cuando quiso reaccionar ya fue demasiado tarde. Los dueños de la pastelería "El Buen Gusto", además de duplicarle el sueldo, confiaron en ella y la trataron como a una hija.

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Said se quitó la chilaba, arregló su cabello ante el espejo, perfumó su cara y su cuello y se despidió del abuelo con un beso. Este le miró con ternura, puso en sus manos unos dírhams que el joven intentó rechazar, y le bendijo. En pocos segundos dejó atrás la Medina, atravesó la calle de la Luneta y llegó hasta la Plaza del Primo. Se acercó al cafetín, eligió una de las mesas que aún permanecían libres en la terraza, pidió un te verde y se dispuso a esperar. Estaba justo, frente a la hermosa casa de la que ayer la vio salir.

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Aún tenía el pelo mojado. Jose ( Purri ) terminó el entrenamiento muy tarde y no quería que se marchase antes de que él llegara. Quería invitarla al partido de fútbol del domingo. Con suerte, ese día no estaría el hermano pequeño, su implacable guardaespaldas, y podrían cogerse de la mano.

Sus prisas merecieron la pena. Se acercó a la gran cristalera, y miró. Aún estaba allí. Como cada día. Seria y educada. Atenta a todo y a todos. A pesar de su juventud, parecía controlar por completo aquel negocio. Movía su cuerpo delgado con increible gracia. Vestía tejidos muy sencillos, pero con el gusto de las estrellas de cine. Sin duda, alguien copiaría para ella los modelos de las revistas que llegaban de Francia. Tal vez su madre. Casi nunca sonreía. Sus increíbles ojos verdes parecían cobijar infinitos secretos y todos los misterios. Demasiado para un futbolista, por irresistible que él se creyese. Pero ella era muy joven, y el amor, en esos años, no acaba de llevarse bien con la razón.

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"¿En qué piso vivirá?¿Cuál será su ventana? ¿Cómo se verá desde allí el minarete de la mezquita? Seguro que es muy grande y sus habitaciones preciosas." Mientras espera impaciente el regreso a casa de María, Said recrea con fascinación y éxtasis el universo de su amor secreto.

Durante muchos años la vio caminar por los callejones de la Medina sin que aparentara inquietud alguna. A veces llevaba de la mano a un niño pequeño ( probablemente su hermano ) y le compraba aceitunas y altramuces. Otras, caminaba ensimismada y feliz ojeando un libro y ajena a todo lo que pasaba a su alrededor. Era la chica más guapa que jamás había visto. Le gustaba su forma de caminar, las trenzas de su pelo, sus originales vestidos y sus ojos verde miel,... sobre todo, sus misteriosos ojos verdes. Desde la tienda del abuelo la veía pasar cada día. Y su corazón brincaba, y sus piernas temblaban,... Más, nunca sintió su mirada en la suya. Posiblemente, jamás le miró. No importaba, le bastaban sus sueños,...sus sueños y su figura.
Un mal día dejó de verla. Pasaron las semanas. Buscó, pregunto, indagó. Nadie sabía nada. Y pensó que, como otras muchas familias, se habría vuelto a España.

Pero no, estaba en Tetuán. Era ella. La vio ayer. En aquella casa de enfrente. Y ahora estaba esperándola. Nervioso. Con ropa limpia y perfumado. Y volvería a mirarla. No necesitaba más.

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Era muy tarde. Había salido casi al alba y ya eran más de las diez de la noche. Vestía un precioso vestido blanco que le había confeccionado su madre. Un cinturón ancho, brillante y azul, apretaba su cintura de avispa. En sus pies, unas sencillas bailarinas (su calzado favorito) también azules. Su pelo negro azabache había dejado atrás las infantiles coletas, y se presentaba ahora con una pequeña melena recortada a la altura del cuello y un flequillo que cubría su frente (Cleopatra, le decían) Sin sombra de maquillaje. Sólo un poco de brillo en los labios y algo de colorete en las mejillas.

Odiaba aquel instante. Entró al edificio y bajó al sótano. Allí estaba su casa. La casa de los porteros. La casa de sus padres y de su hermano. Oscura, ínfima, sin apenas privacidad. Nunca se atrevió a llevar allí a sus amigas. Pero sobre todas las cosas, odiaba ver a su madre, su amada y dulce madre, una mujer culta y de mundo, al servicio de una gente que les miraban (tontos ignorantes) con insultante conmiseración. Afortunadamente, ya faltaban pocas horas para volver al trabajo.

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En la planta tercera, del edificio blanco que estaba en la plaza del Primo, unas luces se encendieron tras los cortinajes del balcón principal. Said sonrió y envió dulces besos a su amada. Y se perdió en la Medina.














viernes, 22 de agosto de 2014

LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN.Conquista democrática y desafío ético.



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. En el momento que ustedes se encuentren viajando por estos primeros párrafos, estarán leyendo las últimas líneas que escribí para este artículo (aunque figuren al principio). No está pensado para que fuera así. Cuando decidí "dar una vuelta" por los hechos que descubrirán más tarde, no sabía a que lugares me podría conducir mi mente. Conocido esto, he creído necesario explicarme. He intentado ser honesto y presentar las conclusiones de mi debate interno con la mayor sinceridad posible, pero entiendo que, con la que está cayendo, con el enorme deterioro institucional que padecemos, con la desgraciada ola de corrupción y desvergüenza que asolada la vida pública, la reflexión sobre determinados comportamientos ciudadanos puede que no sea, en este instante, "lo más políticamente correcto". Pero tenía necesidad de comunicar lo que yo siento, sin censuras y sin miedos. Eso sí, dejando claro, que lo que aquí está escrito es sólo la opinión de un ciudadano libre.

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No acabo de encontrarme cómodo. No se sí por la complejidad y lo delicado del tema, por las sensibilidades que despierta, o por mis evidentes limitaciones en sabiduría ,... y en sentido común.

Tal vez cuando les diga cual es la causa de mi inquietud, algunos de ustedes pensarán - y posiblemente con razón - "que estoy un poco pallá", que no hay motivos para el recelo y que todo, en un sentido, o justamente en el contrario, debiera estar perfectamente claro. Espero no obstante, que algunos de los que lean esto, además del blanco y del negro, sean capaces de contemplar la gama de los grises. Personalmente me sentiría más confortado.

Pero bueno, llevo escritas un montón de palabras y aún no he sido capaz de explicarles qué me ha traído hasta aquí. Parece evidente que el asunto me incomoda. Pero de eso ustedes no tienen la culpa. Así qué, intentaré ir al grano.

Está de por medio un pilar fundamental de nuestra convivencia y del estado de derecho: LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN. Y rodeándola, utilizándola, sirviéndose de ella, un millón de intereses, algunos confesables, y otros, desgraciadamente, miserables.

LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y DE PENSAMIENTO, es la fuerza que separa a una sociedad libre de una dictadura. Pocas cosas son más sagradas en cualquier constitución democrática que la defensa y salvaguarda de este derecho.

Pero mi inquietud, cuando escribo estás líneas, no tiene que ver con los grandes principios. Estos, afortunadamente, están claros: LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN es sagrada. Por ella, por lo que representa, muchos hombres y mujeres han dado su vida y continuarán dándola.

Mi preocupación, mi malestar, mis dudas, tienen un origen más prosaico, más de calle, más de vida diaria. Y no se cómo lo afrontarán ustedes, pero a mi me producen desazón y desconcierto. Y también algo de rabia. ¿Quién sabe?, tal vez sea porque me muevo mal entre las dudas y la inseguridad. Una vez más, un problema estrictamente personal.

De todas formas, permítanme abusar de su curiosidad.

¿Se han asomado alguna vez a los foros de cualquier publicación digital? ¿Han intentado transitar por entre los comentarios al pie de los artículos de opinión, especialmente de los de opinión política? ¿Han encontrado alguna vez un espacio de libertad con tanta mala leche acumulada, con tanto desafuero exonerado, con tanto insulto gratuito, con tanta presunción de superioridad intelectual y moral, con tanta impunidad contra el honor, con tan poco espíritu constructivo? ¿No han llegado a pensar que ese estado de enojo e irritación permanente generado por "gente que oculta su rostro", acabará destruyendo toda posibilidad de convivencia?

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Antes de seguir dando rienda suelta a este primitivo desahogo, he de proclamar muy claro y muy alto, que considero una maravillosa noticia el enorme avance democrático que han supuesto las redes sociales y la apertura de los periódicos digitales a todas las voces y a todas las opiniones. Se acabó el poder cuasi omnímodo de los editorialistas, el inalcanzable púlpito de columnistas que se creían reyes y la dictadura de los oligopolios de la comunicación. Se rompió, al fin, la urna de cristal que separa y protege impunemente a quienes nos gobiernan, y celebramos que un maravilloso tsunami de información descontrolada y sorpresiva, haya descubierto de forma inopinada todas las vergüenzas del poder.

Las reglas del juego han cambiado. Con mayor o menor dificultad, podemos responderles a todos. Sus opiniones, sus tesis, sus proclamas ya pueden ser analizadas, cuestionadas, aceptadas o rebatidas. Los eternamente sin voz, de repente, podemos disentir, denunciar, argumentar, exigir, gritar. Y nuestros argumentos, nuestras protestas y nuestros gritos, podrán cambiar las cosas.

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Conquistado y celebrado este derecho, a mi me gustaría decir que hay cosas en la utilización del mismo, que no me gustan. Y aunque estoy convencido de que muchos opinarán de forma distinta - y harán bien - siento la necesidad de compartir mi pensamiento por sí pudiera servir para el debate, o por si permitiese ayudar a personas a las que les gustaría decir lo que yo digo, pero que se sienten temerosas a la hora de expresar sus ideas por miedo al linchamiento público.

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Volviendo a los foros digitales, a los comentarios a pie de artículo; no, no me gustan muchas cosas de las que leo, no me gustan las críticas sin argumentos, los insultos gratuítos al que piensa distinto, las consignas preparadas y programadas, la incapacidad para escuchar(leer) antes de responder, la utilización de rumurología malediciente y sin contrastar, la facilidad para situarnos moralmente por encima del otro, nuestra incapacidad para ofrecer al adversario una vía de escape, de explicación o de disculpa. Pero sobre todo - y aquí está el quid de la cuestión - NO ME GUSTAN LOS ANÓNIMOS, LOS ALIAS, LOS SEUDÓNIMOS. No me parece bien que alguien se ampare en las sombras para debatir o atacar a alguien que ha dado la cara con sus acciones, con sus palabras o con sus escritos. Aunque estos pudieran ser discutibles, e incluso reprobables.

A pesar de todo esto y aún contando con las zozobras que me transmiten mi educación y mis tripas, LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN es un pilar tan fundamental en nuestro sistema de libertades, que toda prudencia por salvaguardarla en plenitud, es poca. De ahí, mi inquietud y mi cuidado.

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. Entendí a aquel señor o señora, que un día me dijo que utilizaba seudónimo porque ya le habían partido la cara una vez y no quería que volvieran a hacerlo. Le entendí porque, aunque su crítica fue dura, muy dura, sus formas fueron educadas y respetuosas. Seguí sin estar de acuerdo, pero en su caso no era fácil saber donde estaba la razón. Tal vez no puedas exigir a todo el mundo un grado heroico de comportamiento cuando has de enfrentarte, desarmado, a la impunidad de los que tienen el poder,...y tu futuro

. También me puse en el lugar de aquel amigo de infancia y extraordinario periodista, luchador por las libertades, culto y respetuoso, que tras expresar su opinión a través de formidables y honestos artículos, fue injustamente vilipendiado y calumniado con comentarios cobardes, gratuítos y sin fundamento, escritos por personajes sin rostro, sin nombre y, por ende, sin responsabilidades. Y no quiso volver a escribir en un medio que permitiera aquello. Me dolió y lo entendí.

LIBERTAD DE EXPRESIÓN. Maravillosa conquista democrática. Pero, ¿dónde están sus límites?

Puede que las sociedades cultas, educadas en valores de respeto y tolerancia, tengan respuestas para esto.

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Una aclaración necesaria.-
Aceptaré y respetaré siempre, aquellos anónimos, alias o seudónimos que puedan venir motivados por el pudor, la generosidad o un amor inconfesable.



sábado, 9 de agosto de 2014

Democracia.

Democracia.
(Del latín tardío democratïa)
.- Forma de gobierno en la que el poder político es ejercido por los ciudadanos.

(A propósito de ciertas actitudes observadas en algún debate televisivo.)


. La prepotencia y la intolerancia me generan desprecio cuando viene de mis adversarios, y me causan una tristeza infinita cuando la practican los depositarios de mi esperanza.
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No se sí a ustedes les pasa, pero a mi me producen rechazo y un puntito de desazón, los mensajes que nos llegan desde una supuesta superioridad intelectual y moral.

Puede que este rechazo tenga algo que ver con los rescoldos dolorosos de una educación cargada de dogmas y verdades inmutables, o puede que sólo sea por el recuerdo admirado y amoroso de un padre sin estudios, que resultaba mucho más creíble que todos los sabios que tutelaron mi vida.

Decía Santa Teresa que en "la humildad está la verdad."

Puede que sean los años vividos. Las historias vividas. O puede que sea el íntimo conocimiento de mi propia insignificancia. Lo cierto es que me encuentro más cómodo cuando me siento ante el otro dispuesto a comprender y cuando soy consciente de que la verdad absoluta no es patrimonio de nadie. Por ello apuesto por el debate abierto, el diálogo honesto e igualitario y la confrontación en libertad de las ideas. De todas las ideas.

De cualquier manera, y antes de entrar en ninguna otra consideración, me parece irrenunciable la denuncia sin matices de la mentira, la intolerancia con toda forma de corrupción y la radical intransigencia contra el abandono cruel e injusto al que se ven sometidos millones de personas en indefensión absoluta, por culpa de una crisis provocada por los que gobiernan el mundo.

Pero más allá de este innegociable punto de partida, no creo que sea saludable que nadie se arrogue el derecho a ser el depositario de la verdad y los valores éticos, y mucho menos, a juzgar y condenar al discrepante desde una atalaya impoluta que nadie debiera ocupar. Los salvadores me dan miedo.

Me parece que erraríamos si entráramos en el juego de los que se enzarzan en peleas que buscan la destrucción del adversario con descalificaciones populistas trufadas de miedo, o esgrimiendo una superioridad moral que sólo los comportamientos, largos en el tiempo, podrán aquilatar.

Unos y otros deberían entender que el único protagonista de la acción política es el pueblo. Qué es a nosotros, a la ciudadanía engañada y esquilmada, a quienes deben dirigirse cuando hablan. Nos importan tres pepinos sus cuitas, sus peleas barriobajeras , sus deudas pendientes, sus... "y tu más", sus acusaciones "de populismos" o "de castas", sus discursos viejos y vacíos, sus consignas o sus apelaciones a la salvación de la patria.

Queremos saber que sociedad propugnan, cómo piensan repartir las cargas, cómo canalizarán la distribución de la riqueza, qué lugar ocupará lo público, la sanidad, la dependencia, la educación, la investigación... pero sobre todo, no queremos que nos mientan, que nos manipulen, que nos traten como a niños, como a seres tutelados, inferiores, prescindibles.

Queremos decidir nosotros. Queremos vivir en democracia. Que gobiernen los ciudadanos.





viernes, 1 de agosto de 2014

AGÜIMES. Si ha podido ser, ya nunca dejaremos que lo llamen utopía.

Saludé al 15M mucho antes de que este naciera. José Luis San Pedro tuvo la culpa. Su pensamiento, recogido en libros, conferencias, artículos,...y fundamentalmente, su impagable testimonio vital, su honestidad, su independencia y su amor a la libertad, acabaron constituyéndose en razones poderosas para que muchos comenzáramos a creer que otra forma de hacer política era posible, que otra economía, era posible, que otra redistribución de las cargas y de la riqueza, era posible.

Apareció el 15 M. Lo saludé, lo aplaudí y de alguna humilde manera, lo empujé.
Nunca me preocupó que su aparente - o tal vez real - anarquía asamblearia tuviese capacidad para liderar un programa de gobierno. A eso se agarraba la derecha política y mediática para intentar desprestigiar y aniquilar el movimiento, y muy posiblemente en esa aparente fragilidad, descansaban seguros y ociosos los partidos de izquierda,al considerar que ahí tenían un enorme granero de votantes que tarde o temprano acudirían al paraguas de sus siglas para expulsar al enemigo común.

La verdad es que yo nunca consideré imprescindible que el Movimiento del 15M tuviera que convertirse en una plataforma política de poder real. Me parecía que tenía una importantísima misión de conciencia crítica ciudadana. Esperaba su participación indignada y combativa en las asociaciones vecinales, en los colectivos estudiantiles y de trabajadores. Creía que podría convertirse en conciencia programática y de combate para conseguir que el poder volviera definitivamente al pueblo. Si el movimiento se revitalizaba, si lograba conectar con los descontentos, los excluidos y los soñadores, acabaría siendo una fuerza tan poderosa, que los partidos políticos no tendrían más remedio que reconvertirse y dedicarse, " a tiempo completo", al servicio público.
Pero claro, esto era sólo una opinión. Otros pensaron que había que dar otro paso.

Y llegó PODEMOS . Dicen que para quedarse. Mucha gente ha recibido su aparición como lluvia fresca en medio del desierto. Parece que hablan en un lenguaje que podemos entender. Es más que probable - como bastantes se encargan en reiterar - que muchos no conozcan "la letra pequeña", pero, //¿Y a quién le importa?// - dirán los esperanzados - // De los que nos han traído hasta aquí conocíamos "todas las letras", y miren donde estamos //

Lo realmente cierto es que PODEMOS no ha dejado indiferente a nadie. Una gran parte de la población les ha acogido con esperanza o con curiosidad, y los poderes políticos, sean del signo que fueren, los poderes económicos y la inmensa mayoría de los mediáticos, no han tardado en expulsarlos a las tinieblas exteriores. O eso al menos pretenden.

Pero el país necesita debates serios. Debates en el que no prime el espectáculo, ni las audiencias, ni las cuotas. Debates en los que participen políticos, economistas, intelectuales, asociaciones vecinales, trabajadores sociales... dirigidos por periodistas independientes, libres, honestos. Los ciudadanos tenemos derecho a saber. Sin ese conocimiento no existe democracia y el voto sería una pantomima. Tal vez pretendan eso, pero sería un error monumental.

De todas formas, PODEMOS tiene un largo camino por delante en el que deberá demostrar a la gente que sus propuestas son serias, y que van en serio, qué no están diseñadas para ganar votos, sino para darle la vuelta a un sistema que se ha demostrado injusto, intolerable e inservible. Tendrán que explicar también, que para conseguir eso tendremos que enfrentarnos a fuerzas muy poderosas que no permitirán por las buenas que les arrebaten sus privilegios. Que no saldrá gratis. - ¡Es lo que tiene, pretender conseguir la redistribución de la riqueza de forma justa! -

Y sería bueno demostrar, que todo esto es posible,"gobernando". Primero, desde el propio partido, con transparencia y con democracia, pero también, desde una pedanía, un ayuntamiento, una mancomunidad o una diputación (dejemos el gobierno de la Nación para más adelante). Y en sus manos está. A la vista de las encuestas, no parece que sea misión imposible. Hay mucho hartazgo, demasiada frustración acumulada y unas enormes ganas de cambiar las cosas.

Algo debería quedar claro sin embargo: PODEMOS no es el 15M. Con toda seguridad, hunde sus raíces en aquella explosión venturosa. Pero el 15M es mucho más. Y nadie debería apropiarse en exclusiva su conciencia.

Llegados a este punto, a uno se le ocurre pensar en las razones que hacen posible que una historia, absolutamente extraordinaria y consolidada, como la que viene protagonizando el municipio de AGÜIMES durante los últimos treinta y tantos años, no sea conocida, estudiada y debatida en todos los foros de la Comunidad Canaria y del Estado.

Desde el mes de Abril de 1979, el colectivo Roque Aguayro, con un programa tan "radical", ambicioso y exigente como el que se atribuye a PODEMOS, y con una clara estructura asamblearia y de participación vecinal que son su seña de identidad, llega al poder municipal y gobierna de forma ininterrumpida y con mayorías absolutas, hasta el día de hoy.

Han sido muchos los que han seguido con curiosidad, con respeto y con alegría indisimulada, el durísimo trabajo que los distintos equipos de gobierno, siempre bajo el liderazgo de Antonio Morales, han llevado a cabo durante todos estos años. Los grandes partidos tradicionales, estatales y nacionalistas, acogieron con sorpresa su primer triunfo, pero apostaban doble contra sencillo a que ni siquiera acabarían la legislatura. Evidentemente, se equivocaron.

Si alguien entre ustedes - especialmente mis amigos peninsulares - quisiera saber que ha pasado durante estas tres décadas en este bello pueblo de mi tierra, que genere respuestas en Google, que visiten las Webs de Roque Aguayro o del propio Ayuntamiento, que lean los libros y los cientos de artículos del Alcalde (uno por cada semana de gobierno) Y si su curiosidad fuese mayor, les diría que preguntasen a la gente de la calle de otros pueblos por lo que piensan de Agüimes y de su Alcalde.

Por ahora no quiero extenderme más. Tan sólo confirmarles que no soy de ese pueblo, no milito ni he militado en el Colectivo Roque Aguayro, y durante la dictadura conocí a un gobierno municipal retrógrado, clasista y caciquil contra el que muchos tuvimos que luchar. Afortunadamente, a ese pueblo no lo conoce ya ni su madre. Muchos canarios, de muy distintos signos ideológicos, nos sentimos orgullosos de lo que los Ciudadanos de esa Villa han conseguido.

"No sabemos hasta donde llegara.
Ni siquiera cuanto va a durar.
Lo que sí sabemos es que ha podido ser.
Y si ha podido ser, ya nunca dejaremos
que lo llamen utopía."










sábado, 19 de julio de 2014

Nosotros también somos responsables



Ni siquiera cuando se escribe ficción es fácil escapar a nuestros compromisos con la gente y con la sociedad en que vivimos. Los personajes a quienes intentamos dar vida, sufren, se alegran, van al paro, se enamoran, tienen éxito y a veces,... hasta son felices. A través de ellos podemos dar rienda suelta a nuestras convicciones, aplaudimos, criticamos, o denunciamos.

He de confesar también, que me resulta más amable utilizar esta vía para contar lo que deseo contar, que no la exposición abierta y descarnada de una columna de opinión, siempre más fría y más aséptica, aunque tal vez más clara y más valiente.

Sea como fuere, no renuncio a opinar sin el paraguas del cuento, aunque quizás deba advertirles primero, que no creo en los dogmas ni en las verdades absolutas. Estimo que todo debe estar sujeto a la confrontación civilizada y creadora. Y que todo debiera salir clarificado y mejorado tras el debate y el diálogo.

Y siguiendo con las explicaciones previas, no estaría de más preguntarme por las razones que me llevan a presentarme ante ustedes y contarles lo que pienso. ¿Quién demonios me lo ha pedido? ¿A quién puede importarle? ¿Con qué derecho lo hago?

Y si finalmente concluyera que sí, que tal vez alguien pudiera estar intresad@, le rogaría que no diese nada por sentado y que aprovechase la vía que deje abierta, para conformar, con espíritu crítico, su propia opinión personal.

Y ya que he decidido embarcarme en la aventura de la opinión, me gustaría hacer unas consideraciones previas antes de abordar el tema que me ha traído hasta aquí..

Como condición ineludible - y aquí va la consideración - "opino", que deberíamos desterrar de nuestro debate público y de cualquier foro de opinión, el insulto gratuíto, la descalificación soez y grosera y la irreparable calumnia. No me parece justo ni saludable el temor que atenaza a mucha gente honesta que decide renunciar a expresarse públicamente, por temor a ser linchada, arrastrada en la plaza pública, simplemente, por opinar de forma distinta o por pertenecer a otra formación política. Y mucho más desolador, cuando el escarnio se produce desde el anonimato...
La crítica dura e implacable contra la corrupción, la mentira y el mal gobierno es, no sólo un derecho, sino una inexcusable obligación democrática. Pero esta dureza implacable, nunca debiera estar reñida con la educación y el respeto a las formas civilizadas. Todos tenemos mucho que decir en la regeneración de la vida pública. La educación y las buenas maneras no son una cuestión menor. La eliminación definitiva de la crispación estéril y castrante, debiera ser el necesario punto de partida.

. Y finalmente llego a lo que quería decir.

Se acercan momentos muy importantes para el futuro de nuestras ciudades. En medio de tanta crispación, de tanto desengaño y de tanta impotencia, puede presentársenos - ¡ojalá sí! - la oportunidad de transformar nuestros pueblos y la penosa vida de demasiada gente, eligiendo con responsabilidad a nuestros representantes. Estamos viendo cómo todos los grupos políticos se esfuerzan en mostrarnos su mejor cara. Están en su derecho. Pero tendríamos que exigirles máximo respeto a la ciudadanía. Que no sea más de lo mismo. Que no se presenten con discursos vacíos. Que honren la Política. La que se identifica con servicio y solidaridad. Estamos hartos de predicadores. Nos han engañado demasiadas veces. Han incumplido con reiteración. Se han ganado, casi siempre con razón, nuestra repulsa y nuestro desapego.

La confrontación de las distintas opciones políticas que aspiren a gobernarnos deben presentarse con absoluta transparencia, sin subterfugios ni engaños, con programas claros y con el horizonte despejado, deberán hablarnos de lo que realmente nos interesa, con datos y con compromisos: Sanidad. Educación. Dependencia. Empleo. Pobreza. Derechos individuales. Vivienda. Desahucios. Participación Ciudadana, Democracia Real. ¿A qué sociedad aspiran? ¿Cuales son las prioridades? ¿En qué lugar sitúan lo Público? ¿Qué papel han de jugar los mercados? ¿Dónde estamos las personas? Programa. Programa. Programa.

Debatamos. Confrontemos. Y que el pueblo elija en libertad y con todas las cartas sobre la mesa.

Eso sí: los ciudadanos también tenemos obligaciones. Esforcémonos en elegir bien.

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Al final no he dicho nada que otros muchos no dijeran antes que yo, y seguro que con mucho más ingenio; pido disculpas. Pero, ¿y eso qué importa? , de lo que se trata, al fin y al cabo, es de participar en libertad y animar a que otros muchos lo hagan.

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Nota.- Y perdonen. Regreso a mis relatos de ficción. Estoy más cómodo. Eso sí, procuraré que los personajes sean capaces de expresarse libremente. Y si fueran "moscas cojoneras", mejor que mejor.



jueves, 10 de julio de 2014

La vida en el parque



Era uno de esos primeros días de mayo, delicados, vulnerables, volubles y hermosos, como unos versos de San Juan. Estaba sentada en el banco azul, a orillas del estanque. Una pareja de adolescentes había alquilado la primera barca de la temporada y remaba con torpeza y entre risas.

Aún recordaba los ardientes días de su vida con Max. Había sido un amor fatal, como una avalancha en primavera. Espléndidos días de sol, pasiones desatadas que cegaban y hacían volar, música y poesía a la luz de la luna... Y también crueles tormentas, y violencias y llantos, y soledades, y traiciones... Pero aquello ya pasó. Por fortuna ya pasó. Ocurrió siendo ella muy joven y él un consumado depredador sin escrúpulos. Y algo se le rompió en el alma. Ahora era una mujer nueva y saboreaba los gozos y las sombras de la vida con la serenidad que proporcionan el respeto recuperado y la libertad. Y se sentía, razonablemente feliz. Pero su relación con los hombres pareció haberse roto para siempre.

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. Pasaron algunos años.

Continuaba siendo una mujer espléndida llena de luz. Llegó a su banco azul de siempre vestida con unos Levi's y una camiseta Diésel comprados en un outlet del extrarradio. Una chaqueta de punto y un foulard en tonos malvas la protegían del frescor de las primeras horas. En sus pies, unas deportivas blancas con cordones. El pelo, largo y negro, recogido en una coleta. Los labios, rojos. Los ojos, verdes y almendrados, remarcados por una tenue sombra negra. Ni asomo de maquillaje en su rostro.

Él estaba allí, como cada día, tomando su café y leyendo la prensa. Solo. Como siempre. A veces levantaba la vista del papel y dejaba vagar su mirada por entre la vida del parque. Dormitando a sus pies, seguro y feliz, su amigo del alma, Trueno, un precioso Golden Retrieber color canela, que un día, cuando penaba tras las rejas de una oscura jaula de la perrera municipal, le miró, como sólo un perro sabe mirar, y decidió adoptarle como su único amo.

Paula observaba curiosa. Nunca tuvo buen ojo para descifrar lo que esconden las apariencias, sobre todo las referidas al sexo opuesto. De todas formas - y eso era lo único que le importaba en aquellos momentos - aquel hombre desprendía un encanto del que resultaba muy difícil escapar; apuesto, educado, noble, seguro de sí,...y condenadamente atractivo. ¡Trampas para los sentidos! Se estremeció. Hacía mucho tiempo que su cuerpo no temblaba de aquella manera, que sus ojos no miraban de aquella manera. Y sintió pánico. ¡Otra vez a las andadas! ¿Qué sabía ella de aquel hombre? ¿Y si volvía a ocurrirle...? ¿Cómo podía ser tan...? Sin embargo, presentía que ahora podía ser distinto, que las horas y los días podían llenarse de luces. Deseaba creerlo. Y pensó también, que tal vez mereciera la pena arriesgar, que la vida aún le esperaba. Había jurado que nunca más - las heridas aún permanecían abiertas - pero... sentía lo que sentía, y no podía remediarlo. Además, se decía, "alguien que mira así a su perro, alguien que es amado así por su perro, alguien así, tiene que ser especial."

¡Al diablo con los miedos! - se dijo - Y le miró con descaro, segura, desafiante. El sol ya se escondía tras los árboles rojos. Dos adolescentes, ajenos al mundo, perdidos en su nube, se besaban en el centro del estanque. De repente el hombre levantó la vista... y se encontraron sus ojos. Y ella sintió que la miraban como nunca nadie la miró. Y su corazón se incendió, el rubor coloreó sus mejillas y sus largas pestañas descendieron lenta y dulcemente, como descienden las hojas del árbol de la seda durante el esplendor del otoño.

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. Algunos años más tarde.

Cuadrillas de jardineros recortan setos, adecentan caminos y llenan de flores cada rincón del parque. Los kioskos están abiertos, y las mesas y las sillas, limpias y preparadas; clientes madrugadores se abandonan al dulce placer de un café humeante y unos churros calentitos; las primeras barcas pasean ya por el estanque. No hay nubes en el cielo. La temperatura es agradable. Un radiante sol de primavera calienta generoso los cuerpos y la tierra y despierta la vida adormecida durante el largo invierno.

El caricaturista coloca el atril, despliega los cuadernos de papel verjurado, y prepara lápices, pastel, tinta y carboncillos. En un panel contiguo, cogidos con pinzas, una muestra de sus mejores trabajos. Se sienta y espera.

Ya están aquí Tara, la violonchelista, Hugo, con su mandolina y javier y su flauta travesera. Tara procede de un pueblecito de New York llamado Adams, del condado de Jefferson. Hugo es Uruguayo, descendiente directo de un viejo luchador Tupamaro e incondicional seguidor del presidente José Mujica. Javier nació en Gran Canaria y llegó a Madrid muy jovencito dispuesto a comerse el mundo. Los tres habían completado sus estudios en conservatorios de prestigio. Se conocieron hace cosa de un año en los pasillos del metro. Se gustaron, y pensaron que les podría ir mejor juntos, sobre todo, sería más divertido. Cuando se ponían a tocar, hasta los pájaros del parque guardaban un respetuoso silencio.

Las gradas del Teatro Municipal de Títeres comienzan a llenarse. A las 12.00 dará comienzo la primera función y papás y niños buscan los mejores sitios.

Un payaso con grandes zapatones y una enorme narizota roja, vende globos de colores rellenos de helio con formas de animales y de corazones.

Hombres y mujeres corriendo, jadeantes, sudorosos, orgullosos,... ¿penosos? Junto a los árboles, junto al estanque, junto a las flores.

Estatuas vivientes, raperos poetas, malabaristas con melena, artistas del hip hop, predicadores apocalípticos, jugadores de petanca, japoneses con cámaras, niños con pelotas, lesbianas de la mano, soldaditos de permiso luciendo su uniforme, un cura con sotana perdido en el tiempo, adolescentes en pandilla que chillan, que ríen, que tocan, que besan, una pareja tomando el sol en el césped, espías, mirones, voyeurs... La vida explosiona en el parque.

Sentada en el banco azul, a orillas del estanque, una hermosa mujer mira con ternura a un precioso Golden Retrieber color canela, que responde al nombre de Trueno-2 y que descansa confiado a sus pies. Junto a ella, una vieja mochila de cuero marroquí repleta de objetos indescifrables, su iPhone blanco de Apple, un pequeño cuaderno que le sirve de diario y "Las tres bodas de Manolita", la última novela de Almudena Grandes. Permanece en silencio y sosegada, con la espalda recta, bien apoyada en el respaldo, las manos sobre sus rodillas, el mentón elevado, la cabeza un poco hacia atrás, como solicitando al sol que coloreara su cara, con la boca ligeramente entreabierta dibujando una sonrisa pacífica y dulce, sus párpados cerrados, y su mente transitando por paraísos que sólo ella conoce. La gente que pasea la mira al pasar. Todos quedan prendados. El rojo fuego de sus labios y el increíble verde miel de sus fascinantes ojos almendrados continúan embrujando como entonces, como embrujó al hombre que "un día la mirara como nadie nunca la miró" y con quién compartió los días más felices de su vida.

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Sucedió hace un año. Se marchó una tarde de invierno, con la ciudad vestida con un manto de nieve y las calles abarrotadas de mareas indignadas, blancas y verdes y rojas y azules... //"Venceremos"// - decía él - //"Venceremos"// - respondía ella- y avanzaban gritando consignas, sujetando pancartas, junto a otros, junto a muchos.
Y le falló el corazón.

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Paula acarició la cabeza de su perro, enjugó una lágrima furtiva y dejó vagar su mirada por entré los árboles, el cielo y el agua,... Y se fue.

Una mandolina, un chelo y una flauta travesera, envían al aire las dulces notas del Canon de Pachelbel.

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"Si no quieres sufrir, no ames; pero si no amas ¿para qué quieres vivir?" (San Agustín)


































domingo, 29 de junio de 2014

Un lugar llamado Shangri-La (Recuerdos y Ensoñaciones)

      .- Juanito, ¿adónde iremos hoy? El viaje de ayer fue muy emocionante.

      .- Shss, habla bajo, Manolín. Si se enteran los de ahí afuera la podemos liar.

      .- ¿Y a mi prima Milagros tampoco puedo decírselo?

      .- ¿Estás loco?A Milagros menos que a nadie. En cinco minutos lo sabría toda la Montañeta.

      La trascendente conversación tenía lugar en el interior de una tienda india montada con los palos de tres escobas y una saca de papas que les había regalado Juanita "la artista". Era una noche de verano. Las piedras del suelo aún ardían. Una pequeña vela que uno de los niños había sustraído de su casa iluminaba la guarida. Fuera, la luz de una enorme luna llena, encendía todo el "Castillo".

      Hacía mucho calor. Como era sábado los vecinos del barrio podían alargar un poco más la velada nocturna. Y se agradecía; la cama en aquellas condiciones era más tortura que descanso. El suave runrún de las conversaciones que llegaba desde los patios o desde los portales abiertos a la calle, impregnaban el aire de una dulzura irresistible. Manolo Uche y Miguel Alcazar preparaban una refrescante bebida traída desde muy lejos con la que ayudaban a los noctámbulos a calmar la sed y les procuraban un cierto toque de optimismo chisposo. El brebaje en cuestión era vino tinto con casera, muy frío. Dicen que estaba muy rico. Los niños tuvimos que esperar algunos años para poder gozar de tan delicado elixir.

      Antoñito y Jorge, cargados con tres palos, una saca de arpillera, armaduras de cartón y dos espadas de madera, asomaron sus morros por la puerta.

      Bajando al máximo la voz, pero con evidentes muestras de irritación, Juanito abronca a los recién llegados.

      .- Llegáis tarde. La próxima vez no os esperamos.

      .- Es que he tenido que ayudar a mi padre a limpiar el gallinero - se disculpó Jorge -

      .- Y yo he tenido que copiar cien veces "No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy". A mi madre le ha entrado la manía de que tengo que bañarme por lo menos una vez a la semana. ¡Mira qué es rara! - comentó Antoñito -

      .- ¡Bueno, bueno! La tienda tendría que estar montada. Se nos hace tarde. En unos minutos debemos partir. ¡Ah!, y deberíais quitaros esas armaduras y dejar por ahí esas espadas. Al lugar al que vamos esta noche esas cosas no se necesitan.

      .- ¿Conocemos ya el lugar? - preguntaron intrigados y al unísono -

      .- Ahora a montar la tienda - replicó Juanito con voz de jefe - cuando llegue el momento se sabrá.
Y
      En poco tiempo se había formado un pequeño campamento de cuatro tiendas en un círculo perfecto. En el centro, ocho niños entre cinco y diez años: Juanito, Manolín, Antoñito, Jorge, Mingo, Juan, Perico y Fernando, sentados sobre las piedras aún calientes, con sus cabezas cubiertas con sartenes, cacerolas u otros artilugios metálicos, cogidos de las manos, con los ojos cerrados y todos los sentidos en alerta, se preparaban para el viaje mientras escuchaban ensimismados la lectura del libro que para esta noche había elegido Juanito.

      En semanas precedentes, durante un tiempo que nunca supieron si fueron minutos o muchos, muchos días, vivieron aventuras en países lejanos. Con Emilio Salgari y sus "Corsarios de Malasia"abordaron, con espadas y cañones, bajeles piratas que secuestraban princesas. Apadrinados por Merlín, fueron introducidos en una noche estrellada al reino de Camelot y nombrados caballeros en la corte del Rey Arturo. Viajaron con Tin Tin a las Pirámides de Egipto y recorrieron, entre la perplejidad y el asombro, la fascinante ruta de la seda junto al increíble Marco Polo.

      Estábamos en el año 1954. Sólo un par de meses después iba a producirse en la ciudad uno de los acontecimientos más trascendentes desde el estallido de la maldita guerra. Nacía el Instituto Laboral de Telde y con él, la posibilidad de acceso al conocimiento de los hijos de los trabajadores. Juanito lo sabía. Y también sabía que él era uno de los elegidos para iniciar esa aventura. Todo sería nuevo. Y estaba ilusionado.

      Pero le apenaba dejar "su Castillo", alejarse, quizás para siempre, de los "Confines de su Bosque Encantado", de las "Praderas Infinitas", y de la compañía de sus "Nobles Compañeros". Muy pronto su mundo mágico iba a ser sustituido por otro que prometía conocimiento y sabiduría. Aún no sabía si iba a ganar o perder, pero su camino ya estaba trazado.

      Ajenos a estas preocupaciones, los ocho niños del campamento indio, con los ojos cerrados y las manos juntas, son arrastrados por la magia que transmite la lectura de "Horizontes Lejanos" (James Hilton), el libro elegido esta noche por Juanito.

      Y se produce el milagro. Mientras los adultos beben, comparten y conversan con voces muy quedas para no turbar el sueño de los cansados, una lluvia de Perseidas, Lágrimas de San Lorenzo, cruza velozmente el cielo limpio de nubes y parece descender sobre las cabezas de los niños. Por un instante súbito, que en parámetros racionales y terrestres pudieron ser décimas de segundo, los pequeños son raptados en una experiencia extraordinaria a un lugar llamado Shangri-La, el paraíso perdido al que, cuentan, intentan llegar aventureros, exploradores y todos los hombres y mujeres que aún creen en utopías. Y con los ojos inundados de belleza, experimentaron la alegría.

      Finalizado el viaje, Juanito aprieta el libro contra su pecho, lo besa, lo acaricia y lo coloca con mimo junto a los otros.

miércoles, 28 de mayo de 2014

El chiringuito se desmorona

Rosa Díez ha dicho que Podemos tiene una enorme coincidencia con Le Pen.
Toda la derecha les acusa de antisistemas y panda de frikis.
Otros les tildan de totalitarios, satélites de Cuba y Venezuela.
Tampoco han recibido parabienes de los partidos tradicionales de la izquierda española.
Más pronto que tarde, desde los medios que todos conocemos, propagarán la idea de que ETA está tras ellos.

Están acojonados. Creían que tenían todo atado y bien atado, y el chiringuito se les desmorona.

Esto es sólo el principio. Creían que tras Podemos sólo habían jóvenes desencantados, pero descubrirán muy pronto que tras estos sueños hay muchos hombres y mujeres, muchos padres y muchos abuelos, que aún creen que todo es posible.

miércoles, 21 de mayo de 2014

"Criminal de mirada dulce"

Nunca dio importancia a sus escritos. Y hacía bien. El siempre creyó que importante era, cultivar la tierra, sanar a un enfermo, construir un mueble, enseñar a leer... Lo suyo, ... lo suyo era puro divertimento, privilegio de ricos, oficio de gente ociosa.

Pero agradecía su suerte. Le encantaba jugar a creador, ponerse ante una página en blanco y, tecla a tecla, letra a letra, ir llenándola de historias que nunca antes hubiesen sido contadas.

En una reciente entrevista para televisión confesó sentirse feliz dando vida a "criminales de mirada dulce", a prostitutas que parecen estrellas, a empresarios que se creen reyes, a políticos que sólo ejercen de mayordomos.
Hablaba de niños y de abuelos, de adolescentes autistas y de idealistas que abandonaron sus sueños en cuanto escucharon cantar a las sirenas. Inventaba hermosas historias de amor, o terminaba cruelmente con ellas cuando le venía en gana sin importarle el sufrimiento que pudiese causar. Porque eso si, estaba convencido de que sus personajes gozaban y sufrían de verdad.

Llegó a creerse el dueño de la tramoya. Y del mundo. Estaba convencido de que sus marionetas obedecerían ciegamente la dictadura de sus sueños y delirios... Se sintió Dios.Y perdió la perspectiva, o la razón, o el sentido de la realidad,... ¿o quizás no?

Esta mañana, y no me tomen por loco, alguien preguntó por él al portero de su casa. Dijo llamarse Bencomo, un nombre poco común. Curiosamente, tenía el mismo nombre que el personaje abandonado por Lucía, el amor de su vida, en el último de sus relatos de ficción.

.- Parecía alguien extraño, Don Luis. Como si no fuese del todo real. Eso sí, parecía muy enfadado. Repetía constantemente que nadie tiene derecho a jugar con la vida de los otros, a provocar y experimentar con el sufrimiento ajeno. La verdad, me dio algo de miedo, no supe que decirle. La gente está loca.

Al día siguiente llegó una nueva visita. Era una mujer muy hermosa.

.- Quisiera hablar con Don Luis Maldonado. ¿Vive aquí, verdad?

.- ¿Quién lo pregunta? - contestó mosqueado el portero - Como ayer, la joven parecía irreal aunque su presencia no le intimidaba.

.- Mi nombre es Guacimara, prostituta de profesión, aunque a mi me hubiese gustado ser actriz o modelo de alta costura. Pero alguien decidió por mi y ahora quiero que me den una explicación. Por favor, dígale a Don Luis que he estado aquí. Necesito hablarle. No se preocupe, él lo entenderá.

En los días que siguieron, una lista interminable de personajes que dieron vida a sus relatos bajaron al mundo real - no me pregunten como lo hicieron - y fueron a buscarle. No recibió a ninguno.

Son las tres de la madrugada. La policía ha llegado a la casa de Luis Maldonado. El forense acaba de certificar la muerte del escritor. Una puñalada certera le partió el corazón. Nadie oyó nada. El portero, confuso y nervioso, está respondiendo a las preguntas de un inspector.

.- No he visto nada extraño inspector, nada que me resultara sospechoso. La verdad es que está tarde no ha pasado nadie por aquí,...Bueno...si, si vino alguien, aunque no creo le pueda servir de mucho.

.- Usted no se preocupe de eso. Limítese a contarme lo que sepa.

Cada vez más nervioso, el portero continuó su relato.

.- Esta tarde, poco antes de acabar mi jornada, se me acercó un hombre preguntando por don Luis. Era un joven de "mirada dulce". Delicado. Un poco etéreo, místico, casi irreal. Evidentemente, nada que ver con un asesino. De verdad señor, lamento no poder ayudarle.

De repente, el inspector recordó las declaraciones del escritor en aquel programa de la Sexta.

.- ¿ Y a qué hora dice que lo vio?

"¿Será una paranoia?"



      Miren ustedes por donde, últimamente me da por pensar que eso "del Gran Hermano" va muy en serio, y que los gobiernos de cualquier signo (desgraciadamente, también los democráticos) le han cogido el gusto a eso de que "La información es poder" y "La información robada y clandestina", ni te cuento.

      Durante la dictadura uno era consciente de que eso ocurría. Nada de sorpresas. Las dictaduras son así. Te la jugabas y te defendías. Las leyes eran torticeras, los jueces, canallas. Pero lo sabías. Y no estabas solo. Peleabas por cambiar las cosas y eso te reconciliaba con el mundo. También con aquel desgraciado mundo.

      Lo que nunca imaginábamos es que, aquello por lo que tantos hombres y mujeres se jugaron su vida podía acabar deviniendo en una sociedad vigilada y secuestrada por unos poderes que, ni controlamos, ni conocemos.

      Y se derrocan gobiernos, y se consienten hambrunas, y se manipulan las bolsas,... y se cambian leyes para que unos pocos sean cada día más ricos y la inmensa mayoría mucho más pobres.

      Y mientras todo esto ocurre, quienes se atreven denunciarlo acaban silenciados, perseguidos, desterrados, en la cárcel o muertos. Y los gobiernos del mundo callan, la justicia calla, la prensa "gambetea", y nosotros... nosotros pasamos.