sábado, 9 de agosto de 2014

Democracia.

Democracia.
(Del latín tardío democratïa)
.- Forma de gobierno en la que el poder político es ejercido por los ciudadanos.

(A propósito de ciertas actitudes observadas en algún debate televisivo.)


. La prepotencia y la intolerancia me generan desprecio cuando viene de mis adversarios, y me causan una tristeza infinita cuando la practican los depositarios de mi esperanza.
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No se sí a ustedes les pasa, pero a mi me producen rechazo y un puntito de desazón, los mensajes que nos llegan desde una supuesta superioridad intelectual y moral.

Puede que este rechazo tenga algo que ver con los rescoldos dolorosos de una educación cargada de dogmas y verdades inmutables, o puede que sólo sea por el recuerdo admirado y amoroso de un padre sin estudios, que resultaba mucho más creíble que todos los sabios que tutelaron mi vida.

Decía Santa Teresa que en "la humildad está la verdad."

Puede que sean los años vividos. Las historias vividas. O puede que sea el íntimo conocimiento de mi propia insignificancia. Lo cierto es que me encuentro más cómodo cuando me siento ante el otro dispuesto a comprender y cuando soy consciente de que la verdad absoluta no es patrimonio de nadie. Por ello apuesto por el debate abierto, el diálogo honesto e igualitario y la confrontación en libertad de las ideas. De todas las ideas.

De cualquier manera, y antes de entrar en ninguna otra consideración, me parece irrenunciable la denuncia sin matices de la mentira, la intolerancia con toda forma de corrupción y la radical intransigencia contra el abandono cruel e injusto al que se ven sometidos millones de personas en indefensión absoluta, por culpa de una crisis provocada por los que gobiernan el mundo.

Pero más allá de este innegociable punto de partida, no creo que sea saludable que nadie se arrogue el derecho a ser el depositario de la verdad y los valores éticos, y mucho menos, a juzgar y condenar al discrepante desde una atalaya impoluta que nadie debiera ocupar. Los salvadores me dan miedo.

Me parece que erraríamos si entráramos en el juego de los que se enzarzan en peleas que buscan la destrucción del adversario con descalificaciones populistas trufadas de miedo, o esgrimiendo una superioridad moral que sólo los comportamientos, largos en el tiempo, podrán aquilatar.

Unos y otros deberían entender que el único protagonista de la acción política es el pueblo. Qué es a nosotros, a la ciudadanía engañada y esquilmada, a quienes deben dirigirse cuando hablan. Nos importan tres pepinos sus cuitas, sus peleas barriobajeras , sus deudas pendientes, sus... "y tu más", sus acusaciones "de populismos" o "de castas", sus discursos viejos y vacíos, sus consignas o sus apelaciones a la salvación de la patria.

Queremos saber que sociedad propugnan, cómo piensan repartir las cargas, cómo canalizarán la distribución de la riqueza, qué lugar ocupará lo público, la sanidad, la dependencia, la educación, la investigación... pero sobre todo, no queremos que nos mientan, que nos manipulen, que nos traten como a niños, como a seres tutelados, inferiores, prescindibles.

Queremos decidir nosotros. Queremos vivir en democracia. Que gobiernen los ciudadanos.





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