miércoles, 21 de mayo de 2014

"Criminal de mirada dulce"

Nunca dio importancia a sus escritos. Y hacía bien. El siempre creyó que importante era, cultivar la tierra, sanar a un enfermo, construir un mueble, enseñar a leer... Lo suyo, ... lo suyo era puro divertimento, privilegio de ricos, oficio de gente ociosa.

Pero agradecía su suerte. Le encantaba jugar a creador, ponerse ante una página en blanco y, tecla a tecla, letra a letra, ir llenándola de historias que nunca antes hubiesen sido contadas.

En una reciente entrevista para televisión confesó sentirse feliz dando vida a "criminales de mirada dulce", a prostitutas que parecen estrellas, a empresarios que se creen reyes, a políticos que sólo ejercen de mayordomos.
Hablaba de niños y de abuelos, de adolescentes autistas y de idealistas que abandonaron sus sueños en cuanto escucharon cantar a las sirenas. Inventaba hermosas historias de amor, o terminaba cruelmente con ellas cuando le venía en gana sin importarle el sufrimiento que pudiese causar. Porque eso si, estaba convencido de que sus personajes gozaban y sufrían de verdad.

Llegó a creerse el dueño de la tramoya. Y del mundo. Estaba convencido de que sus marionetas obedecerían ciegamente la dictadura de sus sueños y delirios... Se sintió Dios.Y perdió la perspectiva, o la razón, o el sentido de la realidad,... ¿o quizás no?

Esta mañana, y no me tomen por loco, alguien preguntó por él al portero de su casa. Dijo llamarse Bencomo, un nombre poco común. Curiosamente, tenía el mismo nombre que el personaje abandonado por Lucía, el amor de su vida, en el último de sus relatos de ficción.

.- Parecía alguien extraño, Don Luis. Como si no fuese del todo real. Eso sí, parecía muy enfadado. Repetía constantemente que nadie tiene derecho a jugar con la vida de los otros, a provocar y experimentar con el sufrimiento ajeno. La verdad, me dio algo de miedo, no supe que decirle. La gente está loca.

Al día siguiente llegó una nueva visita. Era una mujer muy hermosa.

.- Quisiera hablar con Don Luis Maldonado. ¿Vive aquí, verdad?

.- ¿Quién lo pregunta? - contestó mosqueado el portero - Como ayer, la joven parecía irreal aunque su presencia no le intimidaba.

.- Mi nombre es Guacimara, prostituta de profesión, aunque a mi me hubiese gustado ser actriz o modelo de alta costura. Pero alguien decidió por mi y ahora quiero que me den una explicación. Por favor, dígale a Don Luis que he estado aquí. Necesito hablarle. No se preocupe, él lo entenderá.

En los días que siguieron, una lista interminable de personajes que dieron vida a sus relatos bajaron al mundo real - no me pregunten como lo hicieron - y fueron a buscarle. No recibió a ninguno.

Son las tres de la madrugada. La policía ha llegado a la casa de Luis Maldonado. El forense acaba de certificar la muerte del escritor. Una puñalada certera le partió el corazón. Nadie oyó nada. El portero, confuso y nervioso, está respondiendo a las preguntas de un inspector.

.- No he visto nada extraño inspector, nada que me resultara sospechoso. La verdad es que está tarde no ha pasado nadie por aquí,...Bueno...si, si vino alguien, aunque no creo le pueda servir de mucho.

.- Usted no se preocupe de eso. Limítese a contarme lo que sepa.

Cada vez más nervioso, el portero continuó su relato.

.- Esta tarde, poco antes de acabar mi jornada, se me acercó un hombre preguntando por don Luis. Era un joven de "mirada dulce". Delicado. Un poco etéreo, místico, casi irreal. Evidentemente, nada que ver con un asesino. De verdad señor, lamento no poder ayudarle.

De repente, el inspector recordó las declaraciones del escritor en aquel programa de la Sexta.

.- ¿ Y a qué hora dice que lo vio?

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