El profundo abismo abierto entre nuestros sueños más íntimos de justicia social, libertad e igualdad y una gobernanza insaciable, corrupta, opaca y maquiavélica, pueden empujarnos al desánimo y al abandono de toda esperanza.
Eso es precisamente lo que buscan. Cuentan para ello con ingentes cantidades de dinero y con ejércitos de periodistas y empresas de comunicación que han vendido su alma al diablo (nos han vendido a nosotros) por un plato de lentejas o un chalet en la costa. Es el primer paso para la reinstauración de una sociedad de dueños y esclavos. Y en esas están.
Afortunadamente, pequeños o grandes triunfos como los obtenidos por los trabajadores públicos de la limpieza en Madrid tras una huelga valiente y solidaria, o la tenacidad de la Marea Blanca en favor de la Sanidad pública, universal y gratuíta y contra las privatizaciones programadas por gobiernos ladrones y vendidos, nos devuelven la dignidad como ciudadanos y la certeza de que, juntos, podremos.
Y una convicción:
Mucha gente, aparentemente insignificante, es capaz de hacer cosas, aparentemente insignificantes, que acaben transformando el mundo.
Esa es nuestra grandeza.
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