jueves, 20 de septiembre de 2012

Nunca lo tuvieron tan fácil.

      Nunca lo tuvieron tan fácil.

      Hay momentos, en los que mi mente exaltada ha podido llegar a pensar que los acontecimientos que han desencadenado este enorme tsunami económico mundial han sido cuidadosamente planificados. Pero seguramente sea sólo eso, una mente maquiavélica nacida al socaire de una época en el que la guerra fría y el oscurantismo informativo nos hacían recelar de todo... ¿O tal vez no?

      Sea como fuere, ahora mismo este hecho carece de relevancia para mi y sobre todo para el análisis del tema que me preocupa y que deseo presentar a la reflexión de quién lo quiera recoger.

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      Planificada o no, inesperada o sospechada, la crisis actual es aprovechada con inusitada viveza por los poderes económicos para lanzar un ataque frontal al estado del bienestar y a los derechos de los trabajadores. La ocasión que se les presenta, prevista o sorpresiva, es la ocasión pintiparada para acelerar un proceso en el que llevan trabajando mucho tiempo.

      Y aquí los tenemos. Machacándonos sin piedad. Mintiendo y prevaricando sin rubor. Culpando a los tibios y complacientes gobiernos de izquierda, de inútiles y derrochadores y a la ciudadanía, perpleja y golpeada, de vivir por encima de sus posibilidades. Y se acabó lo que se daba. "Tras este brillante análisis" no queda más remedio que recortar los servicios públicos y que los trabajadores asuman su culpa y acepten rebajar sus prestaciones.

      Y la maquinaria se pone en marcha: control férreo de los medios de comunicación públicos y afines (quitemos a estos que son rojos, pongamos a estos que son azules) , estrangulamiento publicitario de los pocos que se rebelan (acaban con El Público), llamada al orden a dirigentes políticos insensatos o lenguaraces (se acabó con aquello de: "El sistema está agotado" o "Hay que refundar el Capitalismo", ¡qué cosas decía Sarkozy!) y se echan toneladas de tierra sobre la memoria colectiva del origen de la crisis:  "la descomunal estafa del sector financiero". Y ¡ala!, a remar con disciplina militar germana en una única dirección: austeridad, recortes, competitividad. Y que paguen los de siempre.

      Y tenemos lo que tenemos. Los ricos ya tienen licencia para hacer lo que quieran sin temor.
De repente han descubierto que pueden hacerse más ricos y más rápidamente bajando los salarios. Y lo han hecho. Para ello cuentan con políticos que se comportan como banqueros, o son banqueros colocados a dedo por los "Banqueros" que manejan el tinglado. Han conseguido lo que querían. Por fin se mueven por el país como los dueños del cortijo.

      Para mejorar la productividad no piensan en una mejor gestión, ni en la modernización de la maquinaria o los sistemas. Es más sencillo reducir los salarios. Y por esa"brillante" solución optan gobiernos y empresarios. Y si con esto no bastara, se despide con indemnizaciones basura o montan un ERE que no computa en las listas del paro, pero que condena a la miseria a los de siempre.

      Todo esto se hace más indigerible cuando escuchas a muchos premios nobel de economía que dicen que "la austeridad como medida para salir de la crisis es un auténtico disparate." Pero eso ya lo saben. La crisis durará lo que tenga que durar. Lo suficiente para alcanzar los objetivos propuestos. Nadie debería llamarse a engaño. Este fue siempre su programa. Si lo ocultaron fue para llegar al poder. ¿Acaso es de ahora la convicción manifiesta de la derecha de acabar con lo público? ¿No ha sido siempre lo privado el becerro de oro al que han adorado sin el más mínimo rubor?
Hay una evidencia incontestable: Lo Público es de Todos, Lo Privado de unos Pocos. Ideología. Pura ideología. Nunca han estado tan cerca de la victoria.

      Pero los amos del mundo aún no han acabado. El trabajo de demolición ha de hacerse con rigor. Necesitan que no quede piedra sobre piedra. A mediados del XIX les cogieron desprevenidos y se les vino abajo el invento. Habían nacido los Sindicatos Obreros, unas piedras muy jodidas en sus zapatos de baile de salón. Ahora, han decidido, será otra cosa. 

      Acabar con los Sindicatos, desprestigiarlos, desnaturalizarlos, domesticarlos, será su principal objetivo. Y a ello se han puesto. Todo el arsenal propagandístico al servicio de los poderes económicos y gobiernos afines, silencia, ningunea o desprestigia su trabajo. Medios de comunicación, editoriales, tertulianos y periodistas alimentados con el fondo de reptiles, salen en estampida al escuchar la voz de su amo. Y consiguen enfrentar a trabajadores con trabajadores, a empleados con parados, a la indignación con el desencanto.

      Desgraciadamente se lo han puesto a huevo. Los sindicatos se han comportado demasiadas veces de forma pusilánime, otras se alejaron de sus representados o se durmieron, entre sus dirigentes hubo algunos que se vendieron y a muchos les faltó inteligencia y valor para afrontar  situaciones complicadas. Sin embargo, lo que me parece absolutamente claro es que hoy más que nunca, los necesitamos. Aunque tengamos que regenerarlos de arriba abajo. Aunque sea necesario refundarlos. Pero los sindicatos son nuestros. Somos nosotros.

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      Al Movimiento Sindical debemos, entre otras cosas, que en junio de 1836 elaborase la Carta del Pueblo, exigiendo el voto universal y secreto.

      En 1864 se creó en Londres La Asociación Internacional de Trabajadores, primera central sindical mundial de la clase obrera.

      En 1871 surge La Comuna de París, levantamiento obrero en pro de los derechos sociales. A los pocos meses fueron arrasados por el ejército.

      En 1875 se sustituyen de la legislación inglesa los términos amo y siervo para pasar a denominarse patrón y obrero.

      1889. Paris, 14 de julio. Se declara el 1 de Mayo como Día Internacional de los Trabajadores en conmemoración de los cinco huelguistas ejecutados en Chicago en Mayo de 1886. En ese mismo congreso se adopta la reivindicación de la jornada de ocho horas.

      1940 y tantos ... tiempos de clandestinidad, de persecución y de cárcel. Tiempos de ideales, de solidaridad y de lucha.

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Durante este largo puñado de años, con sus luces y sus sombras, las asociaciones de trabajadores se ganaron el respeto y el reconocimiento de cientos de millones de asalariados y de la sociedad civil en su conjunto, por su lucha sin cuartel contra la injusticia y la discriminación y su apuesta por la dignidad y el bienestar de la clase obrera.

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      2012. Los Sindicatos deberán recuperar su autoestima. Tienen que volver a liderar sin complejos los derechos y las aspiraciones de los trabajadores. Desprendiéndose de privilegios. De ataduras. Cambiando lo que haya que cambiar. Volviendo a dar la cara. Volviendo a soñar.

      Los asalariados nunca ganaremos esta batalla desigual peleando en solitario. Eso es lo que pretenden los que mandan. Si los Sindicatos desaparecieran o acabaran siendo marginales, los trabajadores volveríamos a la condición de siervos. Las conquistas logradas durante generaciones por hombres y mujeres que entregaron su vida y su libertad por legarnos un trabajo digno y un estado del bienestar desde el que crecer, acabarían esfumándose como un sueño que nunca existió. Adiós a la igualdad de oportunidades. Adiós al futuro de nuestros hijos. Adiós a una vejez digna. Adiós a los ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad. ...

      Me parece que lo único que podría evitar una vuelta al pasado feudal, sería la creación de unos Sindicatos Poderosos, Independientes y Representativos. Peleemos por ellos.

      Y por favor, que no nos engañen.

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      Este trabajo ha sido elaborado desde las tripas. Ruego me disculpen.












1 comentario:

  1. Análisis rotundo y verdadero que como ha dominado el poder fianciero a un pueblo desunido y dormido. El desapego por la política lleva a estas desgraciadas situaciones. Ants, el mejor de cada casa se dedicaba a la política. Hoy, lamentablemente, las cosas han cambiado. a los más despiertos los dedican a la economía desde el sector privado o aprovechándose de nuestra desidia, a ocupar puestos relevantes decidiendo el destino de todos, desde las instituciones.

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