sábado, 1 de septiembre de 2012

El seguimiento.

      Son las doce menos veinte, las veintitrés cuarenta para ser precisos. Es invierno y hace frío. La luz de la casa permanece encendida. Desde mi posición puedo observar que alguien se mueve tras los visillos. Debe haber más de una persona. No es fácil que puedan descubrirme a mi. El soportal que me da cobijo permanece a oscuras - la noche anterior "me ocupé" de una de las farolas - Una gruesa columna completa mi escondite. Apenas circulan coches. No hay bares ni cafeterías en este tramo de la calle. Algún vecino que sale o que entra  de su portal y una patrulla de la policía que hace su ronda habitual. Ya no volverá a pasar hasta dentro de dos horas.

      Tengo que moverme continuamente, con cuidado para no llamar la atención. Pero no puedo hacer otra cosa. El aire helado está entumeciendo mis manos y mis pies. Nunca pensé que el tiempo fuera a cambiar de forma tan radical. Evidentemente mi vestimenta y mi calzado no son los adecuados. Tengo unas ganas enormes de encender un cigarrillo pero eso ahora es imposible.

      Las veintitrés cuarenta y cinco. Los pisos segundo y cuarto están vacíos o sus inquilinos se acuestan muy pronto. Todo está cerrado y a oscuras. Los del primero acaban de llegar, pero apagan la luz enseguida. Los dos balcones que dan a la calle en el tercero permanecen iluminados. Sigue habiendo actividad tras las cortinas. 

      Me gusta el edificio. Sólido, elegante, sin artificios. De los años veinte o treinta del pasado siglo, supongo. Afortunadamente, la mayoría de las construcciones que conforman esta calle conservan intacto el aroma de aquella época. Sería estupendo vivir aquí, pero estas casas valdrán una pasta. ¿Quién sabe? Quizás algún día.

      Un Audi TT Cabrio, azul metalizado, aparca junto al portal. No baja nadie. No me es posible saber si alguien más acompaña al chofer. Los cristales permanecen subidos y son oscuros. Por un instante el conductor baja su ventanilla y gira su cabeza en todas direcciones. Parece comprobar la situación del escenario. Yo he procurado permanecer invisible. No creo que me haya visto. A los pocos segundos vuelve a subir su ventanilla. Todo parece controlado. Posiblemente aguarda a alguien que saldrá del edificio en breve.

      Las veintitrés cincuenta. He de tener cuidado. La aparición del Audi complica algo la vigilancia. Fundamentalmente por sus cristales tintados. No puedo ver que miran o que hacen. Ellos si podrán verme a mi si no soy cuidadoso. Afortunadamente, una espléndida luminaria del renovado tendido eléctrico municipal está justo al lado del portal y me regala una visión perfecta del decorado. 

      La luz del balcón de la derecha se ha apagado. Supongo que lo que tenían que hacer allí ya lo han hecho. Ahora puedo distinguir perfectamente a dos personas tras los visillos de la habitación que permanece encendida. Hablan y gesticulan con cierta energía. Parece que discuten por algo, o tal vez sólo sea apasionamiento latino. Lo que no podría asegurar es si se trata de un hombre y una mujer o de dos mujeres. Una, al menos, parece ser una chica. Por momentos desaparecen. Posiblemente se sientan.

      Las veintitrés cincuenta y cinco. La aparición del Audi me tiene mosca. Su presencia nunca estuvo contemplada en los informes que me entregaron en la agencia. ¿Qué hacen dentro del coche? ¿Por qué frente a aquella puerta? ¿Por qué aquella noche? A las doce de la noche. ¿Tendrán algo que ver con los inquilinos del tercero? Si fuera así, ¿por qué yo no sabía nada? La situación no me gusta. No me gustan las sorpresas. No me gustan los del coche, "aunque el coche sea una pasada". Ni los inquilinos del tercero. Y empezaba a no gustarme aquel servicio.

      Tengo la máquina a punto. He hecho pruebas de iluminación y de encuadre y todo funciona. Debería fotografiar el Audi, aunque será difícil que pueda obtener imágenes de sus ocupantes. Creo que puede ser útil. Apunto. Y disparo...¡Maldita sea,... ha saltado el flash! De forma inmediata la ventanilla del conductor baja hasta su límite. El rostro del hombre se vuelve hacia mi escondite y me mira fijamente. Por primera vez se abre la puerta del coche.

      Suenan las doce en el reloj de la iglesia de los Capuchinos. Confundiéndose con el sonido de las campanas dos disparos con silenciador destrozan la cabeza del chofer y el pecho de su copiloto. En el tercer piso se apagaron todas las luces.

      Pasa un minuto de las doce de la noche. Continúo en estado de shock. Un líquido amarillento y caliente empapa pantalones y deportivas y se desliza lentamente por la acera. La Nikon cuelga de mi cuello y yo me agarro a la columna para no caerme. A tres metros escasos de donde yo estoy, un tipo enorme yace despatarrado en el suelo con un un tiro en la cabeza y un bate en la mano derecha, bate que, previsiblemente, me buscaba a mí. 

      Un Lexus GS 460 gris metalizado se coloca delante del Audi y mantiene abierta la puerta trasera derecha. De pie junto a ella, "el basurero", el hombre que mató hace treinta segundos a los ocupantes del Cabrio azul y que muy posiblemente salvó mi vida. Lo de "basurero" es el apelativo con el que se conocen a aquellos que limpian "la basura" de los lugares que van a pisar sus jefes. Acababan de "barrer" a dos asesinos a sueldo...¿O sólo eran vulgares estafadores a la caza de un buen chantaje?

      Tras los cristales, acercándose al portal, una chica muy joven, y extremadamente atractiva es recogida por un tipo alto y fuerte e introducida rápidamente en un Peugeot 208 que inmediatamente sale del lugar a toda velocidad.

      Pasan cinco minutos de las doce de la noche. Un hombre de mediana estatura, no puedo distinguir si con bigote o sin bigote, enfundado en un abrigo azul muy caro y una larga bufanda blanca, nervioso y asustado sale del portal y ... _- "¡Coño, no puede ser! ...es, si... estoy seguro. Es el Presid..." Cojo la Nikon y disparo una y cien veces. _- " joder, joder, joder "

      El Lexus arranca despacio, gira ciento ochenta grados y para delante de mi. "La he vuelto a joder". Se abre la ventanilla del copiloto y aparece "el barrendero" _- La cámara, por favor. Y todas las tarjetas. No se preocupe, mañana la tendrá en su casa. Sabemos donde vive. Ah,... y usted no ha estado aquí esta noche._- Sube la ventanilla y se aleja sin apenas hacer ruido.

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      _- Lo siento jefe, pero un lumbago de caballo me tiene desde anoche en la cama. Me fue imposible hacer el seguimiento. Espero que no fuera importante.

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  Nunca pude entender por que me perdonaron la vida. Pero estoy agradecido.

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