domingo, 5 de abril de 2015

Menos palabras y más ejemplos de vida.

No es agradable vivir en una sociedad tan autista como la nuestra. Hablamos, discutimos, gritamos,... y no nos entendemos. Y lo peor, es que me da por pensar que este estado de cosas no es casual. Alguien parece estar interesado en convertirnos en zombis. Y tiene que ser alguien muy listo, alguien que tiene claro que para hacerse con el poder absoluto el camino más corto es destruirnos el alma. Y lo tiene fácil. Le bastará con secuestrar las palabras, frivolizarlas, vaciarlas de contenido... Porque, ¿qué somos nosotros sin las palabras?

No permitamos que nos utilicen, nos manipulen, nos engañen. No consintamos que los bárbaros modernos destruyan el patrimonio sagrado que la humanidad ha construido durante milenios.

Libertad, Igualdad, Fraternidad, Honestidad, Justicia, Transparencia, Solidaridad, Compasión, Amor. Son palabras imponentes, hermosas, demasiado grandes para ser pronunciadas en vano.

No les importará. Hablarán, gritarán, llenarán el aire de sonidos vacíos que ya no dicen nada, de promesas que ya nadie escucha, que ya nadie cree. Y llegarán desde todos los sitios, con lenguajes viejos y con lenguajes nuevos, pero las palabras, las de unos y las de otros, habrán perdido su fuerza, su poder mágico, ya no agitarán nuestras mentes, no despertarán sueños utópicos, no empujarán nuestra voluntad.

Maldita sea la inteligencia que planificó tanta destrucción.

Por eso tal vez sería bueno que quienes ahora se esfuerzan por convencernos de sus bondades - y hasta tanto recuperemos el valor de nuestro lenguaje - nos ofrecieran menos palabras y más ejemplos de vida.

José Luis San Pedro, Pepe Mújica o el Papa Francisco son para mi referentes muy importantes. Seguro que ustedes tienen otros. Y algunos muy cerca.

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