miércoles, 19 de febrero de 2014

Amo a los sabios.



      Hay cosas que no me gustan en la dialéctica de muchos que se declaran hombres y mujeres de ciencia. Tal vez sea injusta esta aparente generalización, pero con un poco de buena voluntad ustedes me entenderán.

      No me gustan sus certezas, sus maneras dogmáticas de pronunciarse sobre hechos que hoy son y mañana puede que no. No soporto el desprecio con el que abordan el misterio, lo inexplicable. Me abruma y me preocupa la seguridad con la que niegan al hombre y al mundo la posibilidad de escapar de sus coordenadas cartesianas (el hombre y el mundo son lo que ellos han decidido que son. Y si no, no son.) Me gustaría percibirlos un poco más humildes. Tal vez debieran hacer más caso a Sócrates y concluir que "sólo sabemos que no sabemos nada". Serían más felices.

      Pero confortémonos, aún tenemos a los sabios. Amo a los sabios.

      Los sabios son sabios porque dudan. Y la duda les lleva a la búsqueda. Y la búsqueda al conocimiento.

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