sábado, 5 de diciembre de 2015

Existimos, y ese es un don extraordinario y hermoso


Me gusta creer que he sido concebido con un propósito especial.
Ahora que nuestras casas y nuestras calles se llenan como por ensalmo de ruidos y fanfarrias, de comediantes y buhoneros, experimento la necesidad imperiosa de escapar y reflexionar, siento la necesidad de darme una vuelta por el rincón de pensar. Es posible que no me sirva de mucho, pero presiento que ganaré en libertad. Dejaré para otro momento el juicio que me merece el rentable espectáculo montado por políticos y medios de comunicación a cuenta de las elecciones del próximo 20 de diciembre o de cualquier otra noticia que tenga que ver con el dolor y la miseria humanas. En estos momentos, aunque pareciera fuera de lugar, solo me apetece compartir reflexiones que me ayuden a entenderme y a reconciliarme con la vida.

Creo qué con demasiada frecuencia usamos el nombre de Dios para no tener que buscarnos a nosotros mismos. Escapamos, cerramos los ojos, nos atemoriza el abismo, lo desconocido; y nos agarramos a los ritos y los dogmas para no tener que atravesar desnudos la gran puerta. Sin embargo, presiento que tras ese umbral de misterio y de miedo, se esconde el sentido de la vida. En realidad, cada ser humano es el maravilloso y asombroso embrión de una creación inacabada. Un extraordinario diseño de amor y sabiduría que estamos llamados a completar a través del conocimiento y una inquebrantable voluntad de conquista de los misterios que se nos vayan manifestando.

Sea por decisión divina o por un accidente cósmico, estamos aquí. Existimos, y ese es un don extraordinario y hermoso. La vida, a mi entender, ha de ser búsqueda; búsqueda decidida y apasionada del proyecto de nuestra propia creación definitiva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario