jueves, 21 de febrero de 2013

Confidencias

Lo que estoy a punto de contarles puede que sea demasiado personal. Es probable sin embargo, que muchos de ustedes puedan sentirse identificados. Me alegraría mucho que así fuese. Me sentiría más acompañado y menos singular. No me gusta sentirme singular.

 Desde que era pequeñito sonreía y saludaba a la gente con la que me encontraba por la calle, aunque nunca les hubiese visto. Solían responderme sonrientes y sorprendidos. Aunque fueran extranjeros. Y me sentía bien. Acogido, valorado, querido.

 Bastantes años después, cuando regresaba con mi mujer y mis hijos a descansar a las playas del Sur de mi Isla, solía compartir cercanías con familias Suecas o Alemanas. En muy poco tiempo, y a pesar de mi enorme inutilidad para comunicarme en otra lengua que no fuera la mía, entablaba una relación respetuosa y amable apoyándome exclusivamente en el lenguaje corporal: sonrisas, miradas, inclinaciones de cabeza o algún tímido y atrevido "Good-bye", "Guten Abend" o "God Dag" aprendidos a toda prisa. Mis hijos, adolescentes irredentos, escapaban avergonzados, mi mujer sonreía y valoraba con cariño mi búsqueda de afectos.

Cuando llegaba la hora del adiós, aunque sólo hubiésemos compartido pequeñas muestras de buena vecindad, Elena y yo lamentábamos que las personas no tuviésemos un idioma común con el que poder comunicarnos. Y sentíamos frustración. Y mucha pena cuando nos percatábamos de que nunca más volveríamos a verles.

 Toda la vida está llena de pérdidas no deseadas. De adióses equivocados, imprevistos, irremediables. Pero llegas a acostumbrarte. Aunque la pérdida te marque, te mutile o te pierda. E intentas seguir viviendo.

 Sin embargo, a veces se produce el milagro. Y los recuerdos que nunca te abandonaron y que un día contaste, son captados por otros, revividos por otros, compartidos con otros. Y tu vida se llena de colores. ¿Pueden llegar a imaginarse lo que significa recuperar cuarenta y muchos años después, paisajes, rostros y afectos que parecían perdidos u olvidados? ¿Podría alguien llegar llegar a comprender la alegría que supone reencontrarte, cuando ya no esperas nada, tanta riqueza regalada?

 Agradezco a Facebook y a Teldeactualidad que hayan propiciado este obsequio inesperado.

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