domingo, 28 de octubre de 2012

En un hotel de montaña.

      Se encontraba a gusto allí dentro. La chimenea estaba encendida y él había logrado sentarse en uno de los dos grandes sillones de orejas que estaban situados frente a ella. Entre los dos asientos una pequeña mesa sostenía una taza de café humeante, algunas pastas de té y "El Último Encuentro", de Sándor Márai.

      Pronto llegaría Miguel y podrían celebrar con una partida de damas el feliz estado de su nueva situación. Rezaría para que ningún cliente solitario les birlase el asiento que aún estaba libre. Por lo pronto, y aunque sabía que no estaba bien, dejaría su abrigo sobre el sillón para aparentar que ya había sido ocupado.

      Era una buena chimenea. Grande, limpia, con un buen tiro y con un diseño moderno de líneas rectas y un frontal en color bronce oxidado. La bocana era panorámica, bastante grande y permitía contemplar la danza del fuego entre los troncos, con sus iridiscentes ropajes de tul y de aire brillando en rojos, azules, verdes y amarillos. Una mullida alfombra persa sobre una deslumbrante tarima de ébano, terminaban por conformar un rincón soñado para la conversación y las confidencias.

      El coqueto salón de aquel hotelito con encanto comenzaba a llenarse. Fuera, el frío y un amago de tormenta habían dejado en soledad todos los senderos de la montaña. Asomados al gran ventanal acristalado que abría el inmueble a la bellísima serranía que presidía majestuoso el Roque Nublo y sentados en cómodos sofás de piel marrón, dos jóvenes parejas conversaban animadamente con voces muy quedas, para no molestar.

      Juan continuaba esperando; a ratos hipnotizado por el embrujo de las llamas; a ratos sumergido en la narración deslumbrante de Sándor Márai. De vez en cuando, impaciente, volvía la cabeza hacia la puerta esperando ver aparecer a su amigo. Ya no tardaría. Seguramente le habrá entretenido "Mercurio"o el surrealista "Andrés".
     
      En un rincón de la estancia, solitario y aburrido, un pianista con esmoquin regalaba melodías de Broadway con ligeros toques de jazz y de blues. De vez en cuando, alguna joven se acercaba y le pedía que tocara algo para ella.

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      No le había visto llegar, pero allí estaba, sonriente y feliz. Pidió disculpas por su retraso, se abrazaron con fuerza y se sentó en el sillón frente al fuego.

      .- Enhorabuena Miguelito ¿Qué se siente? ¿Cómo se lleva el jubileo? .-

      .- Estoy en una nube. Ilusionado. Pero algo raro. Eso sí, voy a intentar hacer lo que siempre quise y nunca pude. De todas formas, no sé si a ti te pasó, comienzo a tener un cierto complejo de culpa, como si no tuviera derecho a disfrutar de este premio de libertad. Tal vez se deba a que aún me siento con fuerzas y a que mucha gente lo está pasando mal con esta maldita crisis.-

      .- Supongo que será un sentimiento compartido por mucha gente decente, Miguel. Es difícil substraerse a una realidad tan jodida. Pero habrá que seguir viviendo, y es posible que aún tengamos algo que decir.

      .- ¿Cómo ha podido pasar? Tanto esfuerzo, tanta cárcel, tantos muertos... ¡Joder! No lo hicimos bien. Nos dejamos ganar la partida. En realidad, los que nos han traído hasta aquí nunca se fueron. Están ahí. En la sombra, los que diseñan y ordenan. Dirigiendo y ejecutando, sus obedientes peones. Nos engañaron concediéndonos ganar migajas de respetabilidad pero nos tuvieron siempre cogidos por el miedo, nos hicieron creer que éramos libres y que el estado del bienestar era una conquista para siempre pero, ¡maldita ingenuidad! no contábamos con su ideología y su ambición desmedida. En un momento dado pensaron que habíamos llegado demasiado lejos, y dijeron, "Se acabó".

      .- Es así. Y la historia se repite. ¿Por qué demonios? Pues vaya usted a saber. Avanzamos y retrocedemos sin saber muy bien cómo ni por qué. Un día proclamamos con solemnidad la Declaración Universal de los Derechos Humanos y al día siguiente la pisoteamos con total impunidad. Y declaramos la guerra, y cerramos fronteras a los pobres - porque son pobres - y consentimos la muerte masiva de niños y pueblos enteros por hambre y por sed, y consentimos la explotación de unos pueblos por otros con más poder y prostituimos las palabras democracia, libertad, igualdad, vaciándolas de contenido y despojándolas de su alma. La gente pierde su trabajo, su casa, su proyecto de vida, el sistema financiero se va de rositas, la banca se salva y los ricos son más ricos. ¿Y los gobiernos? ¿Dónde están? ¿En qué bando juegan? ¿Para quiénes trabajan? Con la que está cayendo, es muy difícil concluir que lo hagan para la gente. De cualquier manera, Miguel, lo terrible es pensar que "ellos", son también "nosotros". No somos criaturas distintas. La acción del hombre sobre el mundo es una reproducción exacta de la acción del hombre sobre sí mismo. Que gane el bien o gane el mal dependerá de nuestro libre albedrío.

      .- Es la leche. ¿Necesariamente tienen que ser así las cosas? Me gustaría poder disfrutar de la vida sin tanta sombra y tanto dolor. Creo que tenemos derecho...-

      .- Bueno, Miguel. Dejemos esto por ahora. Demos gracias a la vida. Y bienvenido al club. ¿Nos jugamos unas damas?

 Pidieron más café y un tablero y abrieron la partida.

      .- Sabes, Juan, mientras venía hacia acá pensé que los años que nos queden por vivir pudieran ser los más ricos.-

      .- No me cabe la menor duda.-

      Durante mucho rato, no sabría decir cuanto, jugaron, hablaron, recordaron, rieron, proyectaron. Cerraban una etapa y abrían otra en la que también querían contar. Y querían hacerlo, de la mano, como hicieron siempre. Pensando, dialogando, proponiendo, participando.

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