domingo, 23 de junio de 2013

Pregón. Fiestas de San Juan. Telde. Año 2013.

      Año 1955. La calle León y Castillo está llena de banderas. La plaza está llena de banderas. Todo el barrio está lleno de banderas. Un niño pequeño baja corriendo por la Montañeta y las contempla orgulloso. Él vio cómo las cosía su madre. Una a una. Durante días. Durante semanas. Y ahora estaban allí, adornando las calles, adornando su pueblo. Y experimenta un no sé qué. Y lo guarda en su corazón.

      Se había despertado muy pronto. Quería ser el primero en verlas. Deseaba comprobar cómo se movían con el viento, cómo relucían con el sol, cómo las saludaban los pajaros del parque. Son las Fiestas de San Juan.

      En las cuatro esquinas, pegadito al hogar donde nació Don Fernando, el poeta, junto al zapatero de enfrente y al bazar de Agustinito el de la bicicleta, muy cerca de la casa de Manolito Calderín, su amigo, ha puesto sus reales el turronero. El del año pasado. El de todos los años. Dicen que el de siempre. El bar de Segundo ya está abierto y huele a café recién hecho. Está lleno de parroquianos que desayunan o toman su carajillo de cada día. La farmacia de Doña Adela ha estado toda la noche de guardia, el niño saluda a Lola Fleitas que tiene los ojos cansados y le envía un beso por el aire. La cafetería de Secundino Estupiñán también está abierta, huele a chocolate y churros calentitos. Parece que hoy la gente está más contenta que ayer. Le saludan mientras sonríen. Y se siente feliz. Y piensa que debería haber más fiestas de San Juan.

      Manolito el sacristán está abriendo las puertas de la Iglesia. Hoy será quien toque las campanas. Es la Fiesta mayor y nadie las toca como él. A la gente le gusta cómo suenan las campanas. Y cuando las toca Manolito parece que fuera un concierto.

      Detrás de la Basílica, junto al pilar, están montadas las tómbolas, y los juegos, y una noria. En la plaza están colocando muchas sillas de madera, de esas de tijera. Unas serán para la banda de música y las otras para el público que está deseando escucharla. Todo el mundo dice que es la mejor banda de música de la isla. Seguro que es verdad. El niño se emociona cuando tocan.

      Un vaquero rezagado conduce dos enormes vacas al lugar donde se reúnen los animales que participan en el concurso, una es de color rubio claro, como todas las de aquí, y la otra de color marrón. Y mientras las acaricia y les susurra palabras hermosas, sueña con que alguna de ellas ganará el primer premio y le pondrán una preciosa escarapela de colores. En la plaza, dos hombres cuelgan una enorme piñata entre dos laureles gigantes mientras un grupo de críos saltan y chillan alrededor. Ya van llegando los músicos de la banda con sus uniformes de gala. La guardia municipal ha cerrado al tráfico la calle León y Castillo y la gente la invade entre cantos y algazaras. Dos operarios colocan una cuerda de lado a lado preparando la carrera de cintas sobre bicicletas. La meta para las carreras de sacos está ya pintada sobre el suelo.

      Por fin, el niño ha llegado a "su castillo". Nino y Juan Diego Jiménez hacen piruetas sobre sus modernas bicicletas. Al casino entra y sale gente cargando instrumentos musicales, dicen que esta noche actúan Los Diabólicos y la orquesta Falcón. Yo creo que estos maravillosos grupos aparecieron años después, pero qué importancia tiene eso. Un grupo de niñas, con sus vestidos de domingo, saltan a la comba y cantan y sueñan. El sólo tiene ojos para mirar al balcón con banderas. Desde allí, desde "su torre", le mira con cariño su padre. Desde "el puente levadizo", seguro y feliz, le mira él. Y la Plaza se llena de colores. Ya repican las campanas. Son las Fiestas de San Juan.

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      Han pasado casi sesenta años. ¿Una eternidad o un suspiro? Posiblemente un suspiro. El niño se hizo mayor y ahora vive lejos, lejos de este mar y de este sol, de su iglesia y de su plaza, vive lejos de mucha gente a la que quiso y de mucha gente a la que quiere. Pero hoy está aquí, agradecido y algo turbado. Le abruma la responsabilidad pero se siente feliz con el reencuentro.

      Por todo ello, y antes de continuar con este humilde relato, me gustaría manifestar públicamente mi gratitud a la dirección de Gobierno de Ocio y a las personas que colaboran con ella, por haber pensado en mí distinguiéndome con un honor que me abruma y me conmueve. Mi agradecimiento se hace mucho más grande por su absoluto respeto a mi libertad de opinión y de pensamiento. De verdad, gracias.

      Lo siguiente que tendría que decir es que, como respuesta a esta honra, debería esforzarme por escribir un texto hermoso que esté a la altura del honor recibido. Lamento que no sea posible. Y lo siento de veras. Pero no creo haber sido revestido con ese talento. Intentaré sin embargo, que las palabras con las que vaya construyendo este pregón, estén revestidas de sinceridad y de verdad. Ese será mi compromiso.

       Hasta este instante me he limitado a dar rienda suelta a la fuente del recuerdo, o como diría Caballero Bonald, al sedimento del recuerdo y, a través suyo, a la constancia placentera de haber rememorado un mundo fascinante, en un momento histórico terrible, en plena Posguerra, cuando se cimentaba el larguísimo infortunio histórico del franquismo y se extendían por el país infinitas formas de desolación. Es muy posible que el amor que recibí y la fascinación por los libros que alimentaron mi curiosidad y mis sueños, me ayudaran a soportar las penurias de una época miserable y a plantarme ante ellas con la convicción de que podría derrotarlas. Sólo así podría entenderse el optimismo crónico de aquel niño y la pervivencia de su mundo mágico tantas décadas después.

      Y sin embargo, aún hoy, mientras escribo estas historias, me pregunto "por qué yo". Por qué me han elegido a mí. Y lo que resulta más inexplicable, por qué dije que sí.

      Es muy difícil en estos tiempos tristes y convulsos abstraerte del dolor y la rabia de una situación que no entiendes, en la que intentas saber lo que está pasando y en la que al final, acabas estrellándote contra lo inexplicable. Se supone que el Pregonero debería vocear, con las palabras más hermosas, las glorias de su barrio y su ciudad. Hablar de San Juan, hablar de Telde, un barrio y una ciudad con más de seiscientos años de historia admirable y gloriosa, y contar y cantar la celebridad y la honra de los muchos hombres ilustres que aquí nacieron y vivieron, debería bastarnos para lograr una catarsis de autoestima colectiva.

      Pero, ¿Cómo hablar en estos momentos de fiesta y glorias pasadas sin dirigir antes la mirada a las miles de personas, millones de personas, jóvenes y mayores, amigos y vecinos nuestros, ciudadanos del mundo, que están sufriendo situaciones de injusticia inimaginables en un Estado que se proclama libre y de derecho? Por ello, con toda la humildad de que soy capaz, incluyéndome entre los que, por acción u omisión han contribuído a crear este inmenso monstruo, quiero llevar a mi pregón la indignación de la inmensa mayoría de ciudadanos de mi Isla , de España y del mundo, contra un sistema que ha protegido a los poderosos y abandonado a su desgracia a los más pobres.

      Comenzaré confesando mi ignorancia y mi perplejidad, porque...

      . No entiendo por qué entregamos nuestro futuro y nuestra hacienda, una y otra vez, a los mismos que nos han llevado a esta ruina. Y aquí no pasa nada.

      . No alcanzo a explicarme por qué mi país se ha convertido en el paraíso de los mediocres, de los estafadores, de los corruptos, de las mafias, de los ladrones de guante blanco. Y aquí no pasa nada.

      . No concibo que las instituciones me mientan, que la prensa me mienta, que mi gobierno me mienta. Y aquí no pasa nada.

. No comprendo por qué decimos que es nuestro lo que es de todos, por qué unos pocos tienen mucho y cientos de millones se mueren de hambre. Y aquí no pasa nada.

      . No sé por qué un humilde pescador que predica la pobreza vive en el Vaticano, por qué los pueblos civilizados y poderosos explotan y aniquilan a los más pobres, por qué se expolia y se declaran guerras en nombre de Dios. Y aquí no pasa nada.

      . Me subleva nuestra pasividad ante el drama horroroso del paro, ante el exilio forzoso de los jóvenes, ante la cadena de desahucios que no acaban.

      . Me entristecen las luchas cainitas, el envilecimiento con el que abordamos el debate político y la discusión pública, las descalificaciones indiscriminadas, el insulto soez, la intolerancia, la incapacidad para el acuerdo, la crispación castradora, el anonimato cobarde.

      Creo que deberíamos seguir preguntándonos, escuchando, debatiendo, juntándonos, indignándonos, actuando, combatiendo. Hasta el final. Hasta obtener todas las respuestas.
En un mundo como el que hoy padecemos, cargado de ataques y menosprecios a los derechos humanos, debemos reivindicar con todas nuestras fuerzas el valor de la inteligencia, la defensa innegociable de la justicia social y el sueño permanente por alcanzar la utopía.
 Tal vez así, aún estemos a tiempo de transformar una sociedad maltratada por una crisis de valores que amenaza con arrasarlo todo, en una sociedad ilusionante, ennoblecida por su propio esfuerzo de regeneración ética.

      Por último, permítanme una pequeña licencia. Me gustaría compartir con ustedes una convicción que en mi vida se ha ido convirtiendo en certeza con el paso de los años. Los libros son el mayor tesoro que los seres humanos nos hemos regalado; La sabiduría, la belleza, la información, el placer, el entretenimiento, los sueños... Quien no lee, no almacena conocimientos. Quien no almacena conocimientos puede ser captado fácilmente para la sumisión y la esclavitud. Y conocimiento y libertad son los pilares sobre los que debe construirse el ser humano.

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      A ño 2013. Días antes de las fiestas de San Juan. El pregonero parece algo perdido. Creo que no sabe de qué hablar. Una noche, cuando todos duermen, cuando la luna llena oculta su belleza tras el velo suave de una nube inesperada que viene de Cendro, el Pregonero se acerca hasta su Plaza y se sienta en su banco de siempre, el que aún custodia sus risas de niño, sus secretos adolescentes, sus sueños juveniles. Pero esta noche no le acompañan Diego Talavera, ni Ramón Álvarez, ni Carmelo Almeida, ni Kubala, ni Inma ... Esta noche está solo. Más viejo. Más tolerante. Tal vez más sabio. Se acerca la hora bruja. Y se produce el milagro. La Plaza de San Juan, la amante eterna, se llena de risas y de juegos, de encuentros fugaces y de conversaciones intensas, de rostros de ahora y de gentes que hace mucho tiempo se solazaron en ella. Todos juntos ejecutan una danza singular y mágica. Por un instante el tiempo escapa de su dimensión cartesiana y propicia el encuentro de hombres y mujeres de épocas distantes, con pensamientos distintos, con necesidades distintas. Cientos, miles de caras, vecinos de hoy, de ayer y de hace cientos de años unen gozosamente su inteligencia y sus decires en una declaración amorosa y agradecida a su querida plaza, a su querido barrio, a su querido pueblo, en un compromiso sin fisuras por colocar los intereses generales de la ciudad por encima de cualquier interés individual.

      Sentado en su banco de siempre, con las manos juntas apoyadas en la barbilla, algo inclinado hacia adelante y con los ojos cerrados, asiste perplejo y asombrado a la representación que han preparado para él los Duendes y las Hadas que habitan en los poblados cercanos de Tara y de Cendro.

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      Amigos, Vecinos de Telde, gentes venidas de otros lugares, En nombre de mi ciudad, ¡Bienvenidos a casa! Disfruten de las fiestas de San Juan. Llenemos nuestras calles de risas y de cantos. Que suene la música, que se ilumine el cielo con los fuegos de artificio y las hogueras ancestrales. Bailemos, juguemos, amemos. ¡Vivan las fiestas de San Juan! ¡Vivan las gentes de mi pueblo!

1 comentario:

  1. Tuve el placer de escucharlo en directo. Y me gustó que te expresaras sin condicionamientos sobre los temas que tanto nos afectan. Que tienen como origen la llegada al control de las instituciones de -como bien dices- mediocres y gentes sin valores éticos ni morales. Si a ello unimos la desunión, "pasotismo" y falta de respuesta de nuestra gente, tenemos el análisis completo. ¡Y aquí no pasa nada! Un abrazo, Antonio

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