martes, 15 de marzo de 2011

No hay sueños sin libertad (Recuerdos.-1)

Finalizaba el verano de 1968. Recuerdo que hacía calor. Mucho calor. Había ido solo. No se si llevaba equipaje  conmigo. Tampoco se como llegué, no tenía coche ni carnet de conducir, por lo que supongo que alguién me acercó hata el "chorro santo", justo a la entrada del pueblo. 
En la calle no había nadie,tal vez por el calor.

 Serían las cinco y media o séis de la tarde. He de reconocerlo, estaba un poco asustado. Tenía 24 años y hasta entonces mi vida solo sabía de juegos infantiles en la montañeta y en la Plaza de San Juan, de rebeldías y despertares adolescentes, y de una intensa etapa de formación en el seminario.

Entré en la Iglesia. Como la calle, estaba vacía, pero un frescor agradable dulcificaba el ambiente. Era pequeña, acogedora, pero estaba un poco descuidada. Me puse a rezar, a suplicar más bien. Nadie me había preparado para aquello. Celebrar misas, administrar sacramentos, predicar...Aún no lo sabía, pero con seguridad, esto no habría de bastar. Y para lo otro, para lo que deberia ser el cimiento de mi trabajo en Temisas, yo no había recibido formación.

No recuerdo que hice cuando salí de allí. No se si el olvido tiene que ver con el tiempo transcurrido -hoy estamos a 15 de Marzo de 2011- o simplemente obedece a un proceso selectivo de la memoria que elimina lo superfluo. Dejémoslo pues  así.

Han pasado 42 años y dos estaciones. Muchas cosas han ocurrido desde entonces. Algunos de los protagonistas de aquella hermosa historia ya no están aquí para compartir nuestra memoria, otros quedarán ocultos como los figurantes de una gran superproducción, aunque su lucha fuera tan importante como la de los que se vieron obligados a pelear en primera fila. A todos mi reconocimiento, mi admiración y mi respeto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario