sábado, 5 de octubre de 2013

Los extranjeros de Temisas



      Había oído hablar de ellos. Me decían que vinieron de muy lejos.
Cuando les ves por primera vez, mezclados con los vecinos del pueblo, no acabas de comprender si estás ante unos despistados viajeros del tiempo, o ante unos locos deliciosos que han decidido echarle un pulso a la vida. Y se te ocurren un montón de preguntas. ¿Cómo llegaron hasta aquí?¿Cual fue su periplo? ¿Por qué decidieron quedarse? Intentaré averiguarlo

      Tienen otra piel. Otras costumbres. Hablan otras lenguas - aunque han aprendido lo suficiente de la nuestra como para comunicarse sin mayores problemas. Son amables, cultos, y sonríen. Sonríen mucho. Se les ve felices y lo confiesan abiertamente: "Este lugar es el paraíso. Cuando cada mañana, al despertar, abrimos las ventanas y miramos, sólo podemos decir: gracias, gracias, gracias"

      Un par de familias Noruegas, una Sueca, otra Inglesa y hasta un joven Argentino. Todos viven aquí, en Temisas. Comparten su vida con la gente. Participan de sus actividades, de su ocio, de sus fiestas, participan, reivindican. "Soy un Temisero más", confiesa orgulloso uno de ellos.

      Ayer les vi por primera vez. Incluso tuvimos el placer, mi mujer y yo, de charlar un ratito con una de las parejas Noruegas y con una chica Sueca. Nos gustamos. Al menos ellos nos gustaron a nosotros. Y nos emplazamos a continuar, en una fecha cercana, con una conversación que las dos partes presumimos puede ser enriquecedora.

      Se hace tarde y debemos regresar.

      Cuando nos marchamos aún bailaban con los vecinos en el parque de los olivos. Unos chicos ofrecían gratuitamente botellines de cervezas, y refrescos de cola y de frutas. Un fantástico hombre orquesta llenaba de música todos los rincones del valle. Ellos sonreían despreocupados, y sin palabras, gritaban al mundo que eran felices.

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