lunes, 4 de abril de 2011

Insurrección Pacífica

      Tengo necesidad de volver sobre mis pasos, de intentar profundizar en el alegato de Stéphane Hessel.

       Su "Grito", su llamamiento a comprometerse, a indignarse, a no resignarse, no puede ser despachado con un simple comentario. Desgraciadamente, los tiempos que corren devoran y engullen todo lo que nace, con rapidez inusitada. Pero en nuestras manos estará el que eso no ocurra ahora.

      Frantz Fanon nos alertaba en su libro "Los condenados de la tierra," escrito a principios de los sesenta,  del inevitable alzamiento de los pobres frente a la explotación y la humillación permanentes. La guerra de Liberación Argelina había sido la fuente de su reflexión.

      Pero estamos en Europa, cuna de culturas y de la civilización occidental, "¿qué pasa ?
¿de qué nos alertan?" - se pregunta Sampedro -

      "El poder del dinero - dice Hessel - nunca había sido tan grande, insolente y egoísta con todos, desde sus propios siervos hasta las más altas esferas del Estado." En estos momentos, con toda seguridad, los financieros, culpables y confesos de esta crisis descomunal, han salvado ya los muebles, y solo se preocupan del reparto de dividendos y de los altísimos sueldos de sus directivos.

      Pero lo peor es el grado de indefensión, la impotencia ante el desafuero, la constatación del triunfo de la dictadura de los mercados.

      No, seguro que no será fácil poner coto a tanto desmán.

       Ahora mismo, en medio de un mundo convulso, acosado y maltratado por tragedias internas y externas, por terremotos y tsunamis, por guerras y corruptelas, por un planeta que se nos cae a pedazos y unos gobernantes más preocupados por el poder que por el interés general, yo aspiro a que los ciudadanos dejemos oír nuestras voces y nos pongamos al frente del cambio social y político.

      Para ello será necesario manejar información, mucha información, y que ésta  sea veraz. Tenemos derecho a ella. La información es de todos y nos la han robado, y por tanto, como dice José Luis Sampedro, "es nuestro derecho y nuestro deber recuperarla al servicio de nuestra libertad."

      Internet y sus redes sociales nos abren un mundo de posibilidades. Por primera vez, la opinión de "los sin voz" podrá escucharse, debatirse, aceptarse o rechazarse, en un espacio de libertad hasta ahora desconocido.

      Haciendo uso de nuestra libertad y nuestra responsabilidad, deberíamos propiciar, con nuestras denuncias y nuestros sueños, un cambio político en profundidad que haga posible, de una vez, el cumplimiento de "La Declaración Universal de Los Derechos Humanos", y "El respeto a La Tierra."

      Deberíamos ser capaces de incorporar a esta "insurrección pacífica"- término acuñado por Hessel - a los desencantados, los indiferentes, los pasotas. A los intelectuales, los creadores, los políticos de raza, los periodistas que no se resignan. A los hombres y mujeres de toda raza y condición. A los adultos y también a los jóvenes. Si, sobre todo a los jóvenes.

      Hasta aquí, la expulsión de mis demonios familiares, de mis frustraciones atávicas, de mi dolor y de mi rabia.

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